La i Laguna

Nopal y frijoles

MARTÍN CHÁVEZ

Pasaba por un salón donde se impartía no sé cuál materia o asignatura y sorprendió la voz imponente de una maestra que explicaba a sus alumnos -jóvenes mayores de 18 años-- "Educar y enseñar no son lo mismo; la educación inicia en la casa, con la familia, entre hijos y padres, hermanos y hermanas; la educación corresponde al trabajo del profesor, dentro del aula, en el proceso enseñanza-aprendizaje". Es una gran verdad, la responsabilidad muchas veces la dejamos totalmente al trabajador de la educación y muchas veces también, contrario a esta exposición y recomendación, ofrecemos a nuestros hijos enseñanzas y costumbres que no les benefician y que por el contrario les ocasionarán problemas fuera de sus casas. Desde siempre ha existido lo que ahora se conoce como bullying; lo que sin duda alguna es que en la actualidad la violencia y formas de violencia están más al alcance de los niños y jovencitos; los ataques salvajes, bestiales que se comentan casi a diario en los medios de comunicación reflejan una sociedad con problemas severos. Recuerdo el comentario de un compañero de la prepa que sostiene que antes, en la primaria y en la secundaria, los pleitos iniciaban adentro del salón con el clásico "vas a ver a la salida" y terminaban con empujones precisamente a la salida sin pasar a mayores, el maestro y la madre de familia tenían autoridad absoluta sobre el estudiante, pero hoy las cosas son muy diferentes. Los casos de agresión con consecuencias graves a menores en escuelas y en la vía pública son cada vez más y aunque estamos muy lejos de iniciar campañas serias y efectivas para atender el asunto, las posibilidades reales para remediar el asunto son lejanas si tomamos en cuenta que es muy cierto lo que dijo la maestra: "educar y enseñar no es lo mismo". Surgen interrogantes fuertes que no se deben contestar hacia el exterior, son más bien para crear conciencia uno mismo: "Qué tipo de educación le estamos dando a nuestros hijos", dentro de la casa, se inculca y promueve en la práctica el respeto, el hablar con la verdad, la responsabilidad, la lealtad o cuáles son las costumbres o el comportamiento que se están promoviendo con los actos diarios, ¿la mentira?, ¿la ofensa?, ¿la irresponsabilidad?; si es así, entonces la educación para la mediocridad y el agravamiento de este mundo violento está empezando en la casa y por consecuencia no debemos extrañarnos de los acontecimientos por venir. No se puede permitir que este terrible mal que nos secuestra como sociedad siga avanzando por el bien de las generaciones venideras y tampoco le podemos seguir haciendo al 'vivo' para saber y tratar de descubrir de quién es la culpa, la responsabilidad es de todos y de todos también la obligación de empezar a remediar esto que está creciendo. Invita el momento para dejar de señalar a quienes consideramos son los que ocasionan el bullying y cualquier otro problema, no se trata de realizar mesas redondas, reuniones, concentraciones o exigir la intervención a tiempo de las autoridades o de iniciar lo que está de moda, campañas como "Aquí no se permite el bullying", o "todos somos antibullying". Lo efectivo, lo ideal, está en la acción de cada padre de familia que le dé buenos ejemplos al hijo para bien propio y de la sociedad.

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