"La comida de los dioses", así identificada antiguamente a las frutas y le otorgaban propiedades mágicas o divinas. Hay referencias de cómo los templos estaban llenos de fruta dedicada a sus dioses, de cómo la fruta aparecía en ceremonias rituales y formaban parte de la decoración en los templos, objetos de culto o de los vestidos.
Las frutas son uno de los alimentos más importantes dentro de los alimentos naturales vegetales. Las frutas junto con las hortalizas proporcionan muchas vitaminas y minerales, por lo tanto son alimentos que deben estar presentes en todas las comidas. Al consumir frutas y verduras, nunca se tendrá carencia de vitaminas o minerales, si se incorporan a ésta las proteínas animales. Las vitaminas hidrosolubles (B y C) no se almacenan en el organismo, de ahí que se deben consumir alimentos que las contengan. La vitamina C, por ejemplo, además de ser antioxidante, contribuye a la buena salud de los huesos, ayuda a sanar las heridas y refuerza la acción de la vitamina E, otro antioxidante. Al consumir cítricos regularmente (naranjas, mandarinas, limas y limones), es una buena manera de adquirir esta vitamina.
La adquisición de minerales es imprescindible para la salud. El hierro es necesario para el desarrollo de la hemoglobina que es la sustancia que, además de dar color a las células rojas de la sangre, está encargada de llevarles oxígeno. La deficiencia de hemoglobina provoca anemia. Aunque la carne y el pescado proporcionan hierro. Las lentejas y las hojas de color verde oscuro son también una fuente de este mineral.
Las frutas proporcionan fibra, aquella parte de los vegetales que el aparato digestivo no puede digerir, pero que resulta tan importante para la expulsión de la materia fecal. Pero la ingestión de abundante fibra no solamente supone sólo una manera útil de prevenir el estreñimiento. Una dieta rica en fibra reduce el colesterol, ayuda a los diabéticos a controlar el azúcar de la sangre y previene la aparición del cáncer de colon. Son frutos ricos en fibra: Las peras, las fresas, las manzanas, los cítricos, las bayas, las uvas - sobre todo en forma de pasas.
Además de proporcionar vitaminas y minerales al organismo, las frutas ayudan a conseguir el equilibrio ácido-base del cuerpo, neutralizando el exceso de acidez. Por su contenido en sales de potasio y magnesio favorecen la eliminación de líquidos y el exceso de residuos nitrogenados y cloruros por lo que purifican el organismo.
Por su contenido en agua- entre el 80 y el 90 % de su peso - constituyen una manera ideal de hidratar nuestro cuerpo al mismo tiempo que le aportan la energía suficiente en forma de hidratos de carbono complejos muy ventajosos para nuestro organismo.
A las vitaminas, minerales fibras e hidratos de carbono, hay que añadir otros componentes, llamados fotoquímicos, que convierten a las frutas en fuente de salud. La manzana, por ejemplo, contiene pectina, cuyo valor para tratar la diarrea y otras enfermedades gastrointestinales se ha conocido desde la antigüedad. Las uvas contienen resveratrol, un colorante, que mejora la circulación y previene los ataques de corazón. Las piñas contienen bromelina, una enzima que favorece la digestión. Las cerezas son especialmente adecuadas para prevenir la arterioesclerosis y las enfermedades reumáticas; incluso se cree que el rabito de la cereza se puede aprovecharse para realizar infusiones para perder peso. Las sandías constituyen uno de las mejores medicinas para limpiar los riñones. Las propiedades de estos alimentos son innumerables y nombrarlas todas en este artículo sería prácticamente imposible.
Los principales componentes de las frutas son: Minerales, vitaminas, flavonoides, fibra, saponinas, fenoles, carotenoides, socianatos. Todos estos componentes, no solamente ayudan a que el cuerpo esté nutrido, sino que previenen la aparición de muchas enfermedades, tal como se ha venido demostrando en los estudios realizados en los últimos años. Entre las principales enfermedades que una dieta rica en frutas y verduras puede prevenir podemos mencionar las siguientes: Obesidad, estreñimiento, ataques al corazón, hipertensión y cáncer, entre otras.