Permanecen en los márgenes de la agenda de los medios y de las conversaciones públicas de nuestro país las sanguinarias crisis internacionales en curso. En el mundo crecen, mientras tanto, los temores de que estas crisis se salgan de control por la ausencia de equilibrios de grandes poderes disuasivos que eviten la difuminación planetaria de los conflictos. De allí se ha pasado a una especie de nostalgia por las superpotencias que en la Guerra Fría reprimieron libertades y derechos tanto en las metrópolis como en los países que orbitaban en sus zonas de influencia.
Ante esa nostalgia por la Guerra Fría podría intentarse abrir aquí espacio, también, para la nostalgia por la vieja prensa mexicana: la de la era del monopolio de la definición de la agenda pública a través de los medios, como expresión del monopolio del poder político por un partido dominante.
Y es que si se encuentran ventajas para la seguridad y la estabilidad internacionales en el control que ejercían las superpotencias sobre el mundo, también podríamos ver en las restricciones a la información doméstica la ventaja de una mayor atención de los medios mexicanos al tratamiento de la información internacional... Ello les permitía a lectores y audiencias encontrar en las noticias internacionales la viveza y la apertura negadas por la gris, monocorde y cerrada cobertura de los temas nacionales... Y era una sociedad mexicana más inserta que hoy en la esfera pública universal.
Si la bipolaridad y el equilibrio del terror nuclear que aportaban EU y la Unión Soviética cedieron el paso a una multipolaridad liberadora en los noventa del siglo pasado, la fragmentación del poder, ya en este siglo, ha dado lugar a lo que se ha llamado una era de apolaridad, de ausencia de poderes capaces de contribuir a controlar las crisis internacionales. Y allí está la debilidad del presidente Obama y de la canciller Merkel para contener los excesos del gobierno de Putin o para evitar que se le salgan de las manos al gobierno israelí sus acciones de represalia contra la población palestina.
Y en cuanto a la nostalgia por la vieja prensa mexicana, aquí, la desmonopolización del poder político fue acabando con el monopolio de la definición de la agenda pública a través de los medios. Pero fue este un fenómeno que devino finalmente en este siglo una gran fragmentación del poder que a su vez multiplicó exponencialmente a los actores con capacidad de concurrir a la definición de la agenda pública en los medios. Por esta vía se llegó a congestionar los espacios mediáticos con los múltiples definidores primarios de la agenda, con el resultado de desplazar las miradas mexicanas sobre el mundo e imponer un dominio de visiones pueblerinas que dejan a los mexicanos al margen de la esfera global.
EXIGENCIAS PARA LOS MEDIOS
Optar entre males parecería la divisa de quienes añoran un centro o más de poder internacional, como alternativas capaces de ponerle límites, por ejemplo, a los excesos de la Rusia de Putin. También parecerían proponer una opción entre el mal menor de los dictados de la flota estadounidense que históricamente había actuado como policía para enfriar cada cierto tiempo los calentamientos de las tensiones árabe-israelíes, y el mal mayor de la pérdida de control de los excesos de Tel Aviv en el escalamiento de las acciones de represalia de los bombardeos israelíes sobre la población palestina y la invasión a Gaza, con casi medio millar de muertos, entre ellos un centenar de niños.
Pero en el caso de la nostalgia por un regreso impracticable a la vieja prensa mexicana, más vale apostar por el desarrollo de unos medios nacionales que hagan corresponder a la independencia de poder político alcanzada, con mayores estándares de rigor y profesionalismo, que hoy por hoy pasan por la responsabilidad de una inserción informada de la sociedad mexicana en la esfera pública global.
(Director general del Fondo de Cultura Económica)