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NUESTRA SALUD MENTAL

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC) CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

Dr. Víctor Albores García

EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER

(DÉCIMA SEXTA PARTE)

Seguramente, durante los últimos sexenios, trienios o como le queramos llamar, los mexicanos no solemos dedicarnos generalmente a la investigación, como sucede con todo aquello que requiere de esfuerzos especiales que nos comprometen en aventuras necesarias para profundizar y responder tantas y tan variadas preguntas que permanecen sin respuesta, a través de todos esos meses y años en que vemos desfilar tantas, tan diversas y tan coloridas administraciones públicas, que luego se deslizan hasta finalmente desaparecer sin pena y sin gloria, o con más pena que gloria, para nunca más saber de ellas. Usualmente, tendemos a mantener ese estoicismo silencioso que nos caracteriza, para quedarnos con nuestra curiosidad y tantas preguntas sin respuesta, que a la larga nos permite encogernos de hombros, fruncir el ceño y convertir nuestro enojo, nuestra frustración, nuestra decepción y humillación en nuevos e ingeniosos chistes dedicados a cualquiera de las autoridades en turno, como sucede por ejemplo con el actual presidente que se presta tan fácilmente, o para crear tantas irónicas e hirientes caricaturas que impregnadas por las mismas intensas emociones, señalan objetivos semejantes. La burla, el sentido del humor, las risas y las carcajadas, los albures, se han convertido desde hace mucho tiempo en nuestros creativos mecanismos de defensa psicológica, con los que sublimamos todas esas malas vibras que nos tragamos y guardamos como malas noticias y piezas arcaicas de museo, que pertenecen a ese ambiente político social y cultural que nosotros mismos hemos tenido la paciencia de crear a los largo de los últimos quinientos y pico de años, como un círculo vicioso en el que todos nos hemos engranado y giramos cotidianamente. Desgraciadamente, aunque gracias a esos chistes y caricaturas tenemos la capacidad de reírnos y divertirnos por un rato en compañía de los familiares o de los amigos, los colegas o en cualquiera de esos círculos en donde podemos festejarlo, la realidad aunque sana y necesaria como es la risa, no servirá desgraciadamente para tapar los tremendos baches y agujeros de nuestras calles destartaladas, ni tampoco tendrá el valor suficiente para reponer materiales, instrumental, medicamentos y todos los demás insumos que se requieren en las instituciones médicas, ni para cubrir nuevas plazas de personal médico, de enfermería o de otros profesionales que son imperiosos para atender la cada vez más extensa, abigarrada y necesitada multitud de pacientes que invaden tales instituciones con o sin seguro popular. Los chistes por muy ingeniosos que sean, tampoco ayudarán a cubrir las carencias físicas y de materiales indispensables en las escuelas públicas de cualquiera de los niveles educativos incluyendo los superiores, ni para mejorar la capacitación de maestros y personal académico, o para la elaboración de programas académicos más adecuados y sofisticados, que contengan cada vez menos huecos, menos días festivos, y menos justificaciones para cerrar las instituciones y dejar de trabajar. No cabe duda que es necesario reírnos, y la ironía, el sarcasmo y el sentido del humor en general nos vivifica y estimula, pero mientras reímos y lo festejamos, también podríamos dedicarnos a pensar y cuestionarnos sobre el estado de nuestras comunidades, y de nuestro país en general, para entonces preguntarnos sobre el paradero de nuestros recursos públicos, la forma en qué se invierten, hacia dónde se dirigen, cuáles son las obras que se han convertido en las primeras necesidades comunitarias, estatales o nacionales y sí realmente están siendo atendidas, si se reparten equitativamente y en qué porcentajes para cada una de tales necesidades, o sí simplemente se derrochan y se malgastan arbitrariamente o con objetivos poco realistas e inclusive fuera de toda dimensión justa, en un país en donde definitivamente no somos muy organizados ni disciplinados en la administración de nuestros recursos (continuará).

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