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NUESTRA SALUD MENTAL

Víctor Albores García

EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER

Es indudable que poseemos ese sentido del humor sumamente creativo e imaginativo, álgido, afilado e inclusive hiriente a través del cual canalizamos sentimientos tan intensos como nuestra frustración, incertidumbre, impotencia, decepción, descontento y rabia, que no sólo forma parte de nuestro rutinario y cotidiano sentido y estilo de vivir, sino que se llega a convertir naturalmente en un mecanismo crítico y de desahogo enfocado principalmente hacia los temas y las figuras políticas del momento presente. Desgraciadamente, se trata de sonrisas o carcajadas pasajeras, de momentos temporales que quizás parcialmente ayudan a llevar a cabo tal estilo de catarsis, pero que le hacen a uno preguntarse si ello es suficiente para drenar tal cúmulo de emociones controladas y reprimidas por tanto tiempo, e igualmente preguntarse qué será lo que sucederá posteriormente. Es interesante darse cuenta de la forma como en otros países se llega a utilizar la literatura o el cine para escudriñar y analizar con miradas más críticas lo que ha sucedido en el pasado reciente con figuras políticas tan importantes en países como Estados Unidos, como los presidentes Kennedy, Johnson, Nixon, Reagan, Clinton y el mismo Bush, o el actual Obama, algunos de los cuales han estado rodeados de experiencias y acontecimientos sumamente conflictivos, inciertos y dramáticos que inclusive llegaron a cambiar el ritmo y curso de la historia no sólo americana, sino también de todo el planeta. Y la pregunta anticipada para nosotros los mexicanos, radica en el hecho de la dificultad que existe todavía en nuestro país para analizar y cuestionar a los presidentes y a las principales figuras políticas que han desfilado en el poder en las últimas décadas, como Echevarría, López Portillo, De la Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo, Fox, Calderón y el actual Peña Nieto, así como los hechos históricos y los también dramáticos conflictos que han formado parte de sus gobiernos y de las crisis que ha sufrido el país asociados a ellos, crisis que se han venido arrastrado todavía hasta el presente. Parece ser que seguimos viviendo en un país de rasgos coloniales, típicamente centralista, en donde todo sigue girando alrededor de un enorme ombligo básico, paternalista en su fachada, pero discretamente maternal y matriarcal en su interior, desde donde irradian múltiples cordones hacia la periferia en tan variadas direcciones. Un ombligo central fundamental, mantenido y apoyado por todos los millones de mexicanos que constituimos esta sociedad, y que sin embargo, se presenta como un ombligo intocable, sumamente sensible, pero contradictoriamente, carente de perfiles humanos, que sigue funcionando bajo un sistema dominante y arcaico de presidencialismo y triunfalismo, que no se puede cuestionar, criticar o siquiera analizar públicamente. Un ombligo centralista, cuyo modelo nacional se repite una y otra vez, tantas veces como sea necesario a lo largo de cabeceras de estados y de municipios, en ombligos de rasgos culturales muy variados y quizás de menor importancia, pero no por ello menos centralistas en este nuestro supuestamente transparente y democrático sistema político mexicano en el que vivimos e intentamos desarrollarnos en pleno Siglo XXI.

No cabe la menor duda de que el sentido del humor es básico para la existencia humana y para el buen desarrollo de la salud mental, de que caricaturizar y reírnos de las figuras políticas, de los acontecimientos insípidos y ridículos que se dan en nuestro sistema, en nuestra vidas y aún en nosotros mismos, forma parte del repertorio saludable de las necesidades y de las reacciones humanas. Pero me parece que también es fundamental otra capacidad humana con la que contamos, y que tendemos a olvidar o a desperdiciar, que es nuestra curiosidad, nuestra capacidad de cuestionar, investigar y analizar lo que sucede a nuestro alrededor, en nuestro ambiente o dentro de nosotros mismos. El uso de ambas capacidades, el sentido del humor y la habilidad para investigar y analizar, nos impulsa a desarrollamos como seres humanos, como seres pensantes y críticos, capacidades necesarias para sobrevivir (Continuará).

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