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EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

¿Qué porcentaje de nuestros impuestos se destinan precisamente a la educación académica en México, a los programas que se reforman constantemente desde las oficinas burocráticas en donde se moldean teóricamente, copiados o imitados de programas extranjeros, a pesar de que no siempre están muy conectados con la realidad nacional de nuestras instituciones, de las aulas, de los maestros que los pondrán en acción y de los estudiantes a quienes supuestamente van dirigidos? ¿Qué porcentaje de ese dinero irá a parar a la rehabilitación o al mantenimiento mismo de los edificios, de las instalaciones en general, del mobiliario y de los instrumentos de trabajo académico en las instituciones públicas, especialmente cuando tantas de ellas que se localizan en lugares apartados requieren de mayor atención y cuidados al encontrarse semiabandonadas? ¿Cómo se toman las decisiones para repartir tales cantidades en lo respectivo a sueldos que debieran ser mucho más equitativos y apropiados para los maestros de todos los niveles, así como para el personal adjunto, no sólo para remunerar su trabajo cotidiano, pero para mantener y estimular su constante capacitación y premiar igualmente sus esfuerzos, sin que tengan que abandonar o descuidar sus cátedras al abarcar paralelamente varios puestos de tiempo completo a la vez en diferentes instituciones en su lucha por la supervivencia, y naturalmente sin tener que convertirse en "aviadores" y llenar nuestras interminables nóminas nacionales? ¿Pero además, tendríamos que cuestionar sobre cuál podrá ser ese porcentaje de los impuestos, que abierta o silenciosamente se desliza como un hábito natural en los bolsillos y las cuentas bancarias de tantos directivos y líderes o lideresas que han sabido aprovechar la oportunidad para escalar los peldaños y utilizar su posición de una manera no necesariamente pedagógica, aunque desgraciadamente, si se ha llegado a convertir en "una experiencia educativa", ya que gracias a la publicidad que reciben, sirve como una especie de modelo o de estilo nacional, que tantos otros individuos admiran y buscarán imitar a todos los niveles, como parte de esa nuestra realidad mexicana que vivimos, que solapamos y a la que por ende nos hemos acostumbrado? ¿Cómo entonces, podríamos calcular esa tal vez irregular, caótica y no muy lógica distribución de nuestros impuestos en el área educativa?

Sin embargo, al hablar de educación, sabemos que nos estamos refiriendo a una enorme área de nuestras vidas, en la que aunque la educación académica es definitivamente de vital importancia, tenemos que considerar a la vez la presencia de otra serie de instituciones no menos importantes e igualmente básicas que nos brindan educación desde el momento en que nacemos y nos siguen acompañando a lo largo de nuestro desarrollo. Obviamente, la familia es la primera de tales instituciones, con los padres, los hermanos, los abuelos, los tíos, primos y demás parentela que forma parte de ese conglomerado que tan tempranamente determina aspectos primarios de nuestra educación. El ambiente social y cultural de cada barrio, colonia, ciudad y región en los que nos desenvolvemos, a través de los grupos de amigos y las consecuentes interacciones sociales a diferentes niveles, se convierte a su vez para bien o para mal, en una constante, fundamental y profunda experiencia educativa; una especie de bombardeo cultural, por medio del cual se renuevan los estilos, las costumbres, el lenguaje, los estereotipos y todo aquello que viene a representar nuestras raíces y tradiciones en esa etapa de la vida en que existe mayor fertilidad y permeabilidad para internalizarlo todo. Paralelamente, aún a pesar de todos los avances de la tecnología actual, las instituciones religiosas sin importar la corriente o la ideología que ofrezcan, se mantienen asimismo como otra vital fuente educativa en lo referente a la fe, la religiosidad, los valores morales y la espiritualidad como una experiencia más en este proceso del aprendizaje y de la educación global y complementaria para cada individuo. Y al reflexionar sobre esta cadena de instituciones tan variadas que forman parte de ese proceso educativo en nuestras vidas, uno se podría preguntar entonces: ¿Y ahí, dentro de estas experiencias tan amplias, tan variadas y tan igualmente importantes en nuestra educación mexicana, cómo entonces, se pueden conectar éstas con el destino de nuestros impuestos?

(Continuará).

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