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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER

(VIGÉSIMA QUINTA PARTE)

Es innegable entonces, que conforme nuestras instituciones educativas básicas como son la familia y las escuelas en general, evolucionan, cambian, se estancan o intentan adaptarse a los nuevos retos críticos que enfrentan en el presente, ello trae como resultado una tendencia a la disminución o hasta la desaparición de sus funciones tradicionales respectivas, asociado a lo que aparecería consecuentemente como un enorme vacío educativo a su alrededor, que a su vez, viene a ser ocupado por la fuerza avasalladora de una nueva e importantísima institución educativa que es la de los medios de comunicación. Se podría concluir entonces, que esa vulnerabilidad y tendencia a la desintegración y desorganización que existe actualmente en los nuevos modelos de familia, así como en tantas de las instituciones escolares públicas o privadas, repercute en la cesión de sus espacios y de sus funciones ante esta nueva ola de tecnología que representa el poder arrasador de los medios de comunicación, los cuales al expandirse llenan naturalmente esos vacíos educativos como una discreta y silenciosa forjadora de modelos, conductas, prototipos y estereotipos humanos como parte de nuestro nuevo ambiente sociocultural. México aparece todavía como una nación en la que no se lee lo suficiente, por lo que aún maneja en su población un alto porcentaje de analfabetismo, puesto que la lectura desgraciadamente, no ocupa un lugar predominante en tantos de los hogares y aún en las mismas instituciones educativas, en las que inclusive a niveles universitarios y profesionales se llegan a encontrar serias deficiencias en las áreas de comprensión y expresión de la lectoescritura, lo cual limita naturalmente el desarrollo y funcionamiento académico adecuado de los estudiantes. En nuestros días por ejemplo, ya no se estimula o se utiliza lo suficiente la lectura, y en forma preocupante, tiende a ser suplantada por una programación televisiva nacional de baja calidad, terrible y sorprendentemente hueca, vana, carente de profundidad y de principios, que suele servir generalmente como un estilo superficial de entretenimiento, a la vez que llena una importante función como distractor fundamental de los verdaderos problemas y las carencias básicas que nos aquejan como nación. Parece ser que los preferimos evitar, negar y hasta desaparecer para darle preferencia a los colores vivos, a los guiones ramplones o amarillistas y a la frivolidad fantasiosa de una pantalla que tediosamente se repite una y otra vez sin objetivos nutritivos o educativos, o quizás mejor ducho, pobremente educativos. Es realmente increíble que en nuestros días, el presupuesto familiar permite que cada hogar posea al menos cuatro, cinco o más aparatos de televisión, distribuidos en lugares estratégicos, incluidos el baño y la cocina, para asegurarse así de que nadie carezca de esta relación electrónica entre amorosa y adictiva, que marca actualmente los ritmos vitales de nuestra existencia. Si salimos a cualquier carretera, aún en los poblados más pequeños y humildes, resalta siempre la presencia de las múltiples antenas televisivas hasta en las chozas más paupérrimas. Las bibliotecas y sus libros, que formaban parte de muchos de los hogares tradicionales, tienden a desaparecer en nuestros días como si se tratara de fantasmas familiares de los viejos tiempos, sustituidos en el presente por cuartos de tele o centros de computación, que al menos estas últimas representan un potencial educativo y explorador mucho más amplio y hasta profundo, dependiendo del uso que se les dé, ya que no sólo sirven ahora para involucrarnos en las reformas y pagar así nuestros impuestos. Y obviamente, al hablar entonces de este conflictivo complejo y fundamental proceso educativo, que actualmente está siendo invadido y absorbido por los medios de comunicación y especialmente por los grandes monopolios que lo controlan en este país, surge entonces la consabida pregunta sobre el tipo de relación que existe entre el uso y la inversión de nuestros impuestos, de frente a este moderno, gigantesco e involuntario monopolio educativo representado precisamente por los medios de comunicación (Continuará).

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