ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER
(VIGÉSIMA NOVENA PARTE)
¿Y al hablar de valores, uno se preguntaría, cómo ha sido posible que los mexicanos hayamos podido sobrevivir en un país como el nuestro, sin que nuestro aprendizaje no ha incluido del todo a un valor tan esencial y a la vez tan desprestigiado y despreciado como es el del RESPETO, RESPETO con mayúsculas naturalmente? Me parece que desde la más tierna infancia, navegamos en toda clase de corrientes adversas y hasta opuestas la mayoría de las veces, en las que necesariamente se requiere de un reforzamiento mucho más firme, eficaz y dinámico del respeto tanto dentro del núcleo familiar, como dentro de las diferentes instituciones en las que nos movemos y desarrollamos, y en general y especialmente dentro del ambiente sociocultural en el que residimos y al cual pertenecemos. No me refiero a ese malentendido concepto de respeto, producto de un autoritarismo fascista en el que tradicionalmente ha estado basada nuestra educación por siglos, de "te callas porque yo digo y soy quien mando" (una frase todavía muy vigente) me refiero más bien al respeto que debemos tener hacia los demás como seres humanos al mismo nivel, como pueden ser los hijos como niños o adolescentes, a los padres como adultos, a los abuelos como adultos mayores, a los hermanos, a los vecinos, a los compañeros de las instituciones académicas, sean estudiantes, maestros, personal administrativo o de intendencia, sin importar las jerarquías o los niveles socioeconómicos; o sea que en realidad estamos hablando del respeto al prójimo, al otro, al ser humano con quien nos encontramos cotidianamente, sin importar su físico, su indumentaria, sus rasgos, su color de piel, su género, sus creencias o sus preferencias y todo aquello que lo caracteriza y lo convierte simple y sencillamente en otro ser humano. ¿Cuál sería la manera ideal para enseñarnos desde niños, el respeto a ese otro, pero también y sobre todo el respeto a su espacio, a sus posesiones, a sus ideas, a su forma particular de ser, a su nivel de desarrollo, a sus capacidades y limitaciones, especialmente cuando se trata de niños, adolescentes o individuos percibidos como menores o supuestamente más débiles, razón por la que tantos adultos empapados en esos grados de ignorancia, grandiosidad y soberbia tratan de invadir, de poseer, de dominar y de controlar por la fuerza, ante el hecho ridículo de sentirse superiores y más aptos? ¿De qué manera se nos podría inculcar ese mismo respeto entre adultos a la hora de conducir por nuestras de por sí confusas, mal planeadas y peor señalizadas vías de comunicación, aún sin requerir de la presencia de algún policía que nos espante con su mirada acusadora lista para la persecución y la multa; o en el momento de estacionarnos en los sitios en donde no deberíamos, o de caminar por los espacios limitados a peatones, ciclistas o motociclistas? ¿Cómo será posible aprender a lograr cierto orden y disciplina en nuestras vidas cotidianas, en momentos tan básicos como el de llevar a nuestros hijos a sus escuelas o recogerlos a la salida, o cuando tenemos que movernos en una sola fila para enfrentar uno de los tantos retenes a los que nos estamos acostumbrando; pero igualmente para formar filas en las tiendas, en los mercados, en los bancos, en los cines, en los estadios, etc., etc., en todas esas situaciones en las que pacientemente deberíamos practicar el respeto y nos es tan difícil hacerlo? ¿Qué métodos educativos nos hacen falta desde que nacemos para respetar las normas y las reglas dentro de la familia en el hogar, o en las instituciones escolares o en cualquiera de las otras instituciones socioculturales por las que nos regimos y a las que pertenecemos supuestamente? Y cómo estimular el respeto hacia la lozanía de los de por sí parcos jardines que tenemos en la región y mantener la limpieza de nuestras no siempre limpias avenidas, cuando las usamos como basurero para tirar cualquier tipo de desecho que traemos propio o extraño, simplemente porque nos nace ese impulso infantil todavía inmaduro y sin control? Parece que muchas personas son como una especie de amibas expansivas e impulsivas en todas direcciones, que nunca logran reconocer o acomodarse en su propio espacio y necesitan expandirse e invadir cualquier territorio existente a su alrededor sin conciencia alguna de lo que significa lo propio y lo ajeno, sin ese concepto de respeto que jamás llegaron a reconocer, aprender y a ejecutar desde que eran criaturas, tal vez porque tampoco lo conocían ni existía en sus respectivas familias? (Continuará).