ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER
(TRIGÉSIMA SÉPTIMA PARTE)
Y así pues, aceleradamente y a grandes zancadas vamos cerrando un año más: finalmente se termina este 2014, un año extraño y abrumador, pleno de todo tipo de sorpresas y presagios muy intensos y significativos nada fáciles de descifrar, ni del todo comprensibles o agradables, que reflejan precisamente las pérfidas artes de magia y prestidigitación de nuestros nahuales. Así es entonces como hemos visto aparecer millonarias cuentas bancarias en bancos extranjeros, curiosamente detectadas no por nosotros sino por nuestros vecinos del Norte, bonos y aguinaldos extraordinarios y magnánimos para recompensar el vacío y la pasividad, viajes oropelescos e incongruentes, mansiones telenoveleras deslumbrantes y toda clase de incongruentes derroches estratosféricos, ajenos naturalmente a esa casta de ciudadanos cautivos no privilegiados, pagadores de impuestos que formamos una parte importante de la mayoría de mexicanos, pero que tampoco pertenecen al resto de la otra inmensa mayoría, aquellos que viven en condiciones miserables, sin salarios o bajo salarios más que mínimos o con ingresos limitados para sobrevivir, producto de una economía subterránea, en la que difícilmente se llegan a pagar impuestos. Paralelamente, junto a esos actos exóticos de prestidigitación y magia de nuestros nahuales, en que al igual que la lámpara de Aladino, pueden aparecer maravillas con sólo frotarla, también se presentan actos de desaparición y ocultamiento como sucede con una nueva y aparentemente discreta devaluación del peso, o como el extraño e incomprensible caso de la desaparición de estudiantes inconformes, de manifestantes perturbadores, de candidatos incómodos, de autodefensas irritantes, de movimientos públicos embarazosos y de cualquiera de esas señales que delatan la efervescencia e inquietudes nacionales que parecen estarse cocinando a fuego lento y parsimonioso, mientras paulatinamente con esa paciencia que caracteriza al mexicano, se busca arribar al punto exacto de cocción, quizás no tan lejano.
Y mientras tanto, podemos disfrutar los diversos estilos de inversión de nuestros impuestos, que por un lado brillan y se incendian majestuosamente en vistosos fuegos artificiales que parecieran calentar e iluminar la frialdad de nuestras heladas noches del desierto; aunque también interesante es como nuestros impuestos se han llegado a convertir en baladas y gorjeos de las voces de la Trevi o de Alejandra Guzmán, y de tantos otros populares trovadores de nuestros días que igualmente vienen a calentar y animar la frialdad, el hambre y el vacío de tantos hogares de nuestra comunidad y del país entero, siguiendo ese extraordinario modelo psicológico y de mercadotecnia que tan exitosamente usaron los romanos hace solamente un poco más de dos mil años. Esos son apenas algunos ejemplos de cómo la magia y la prestidigitación pueden facilitar las reformas nacionales con la consecuente aparición y desaparición de nuestros impuestos ahí mismo, ante nuestros ojos azorados. Pero aún hay más actos de prestidigitación de una rapidez increíble y extraordinaria que sólo nos permiten sospechar bajo la manga de quienes o en los bolsillos de cuales se esfuman las otras partidas, aquellas que ya dejaron de ser visibles o transparentes, y que simplemente se esfumaron en la nada sin dejar huella, desaparecidos aún para los más diestros o aguzados detectives mexicanos, que requerirían de cruzar la frontera para poder detectarlos. Y es así como nacen las leyendas urbanas, los misterios mexicanos que permanecen sin resolver, invisibles, convertidos en simples sospechas, o espejismos, de los cuales solo emana una especie de aroma pestilente que llega desde el fondo, tras bambalinas, que huele a corrupción, y también a gato escondido, o mejor dicho a rata escondía, ese ratón que todos conocemos por sus fechorías, tan desgraciadamente famoso, que no es por cierto Miguelito, el de Disneylandia, sino más bien un roedor autóctono, insaciable y voraz que ha regresado y que sigue merodeando nuestros escenarios tras bambalinas; el auténtico modelo nacional del nahual, con esa inigualable habilidad de aparecer y desaparecer que tanto ha fastidiado al país. Y que una vez más y desde hace rato, se encuentra entre nosotros como un oscuro presagio para el 2015 (Continuará).