ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA , A. C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER
¿De dónde nos llegará a los mexicanos esa gloriosa inspiración y ese impulso repentino de deshacernos de todo aquello que hemos desarrollado en nuestro pasado, de todo eso que súbitamente consideramos viejo, anticuado y en desuso, porque se ha quedado atrás y por lo tanto, tendemos a considerarlo inútil, inválido o sin sentido, sin razón de ser y por ende, algo que necesita ser modificado o renovado, o para decirlo con una expresión más artística, elegante y de moda, consideramos entonces que necesita ser reformado? Es así entonces, cuando cada mes de enero al rotar el calendario, intentamos enfrentar al siguiente año, y elaboramos listas interminables de nuevos planes y objetivos; y sin querer, o inconscientemente, en tantas ocasiones, desvalorizamos, desechamos o eliminamos aquellos logros y conquistas anteriores que hemos dejado de valorar, en esa nuestra persecución hacia el futuro de nuevos sueños e ilusiones, no siempre claras, lógicas, ni bien cimentadas, simplemente enfocadas hacia el porvenir. No siempre es fácil lograr un equilibrio entre aquello que hemos aprendido a través de los años con las buenas o las malas experiencias del pasado, y que precisamente nos ha barnizado de cierta madurez o inmadurez, con los ideales y sueños que se nos presentan hacia adelante, y que precisamente nos estimulan para seguir aprendiendo e intentar convertirnos en mejores, más completos y más saludables seres humanos. Según el Diccionario de la Lengua Española, (que aunque "viejito", mantiene todavía su vigor y vigencia) "reformar" cuenta con varios significados, que van desde: "volver a formar, rehacer, reparar, restablecer, restaurar, enmendar, poner en orden, reducir o restituir una orden religiosa u otro instituto a su primitiva observancia o disciplina, hasta lo que sería deshacer un establecimiento o un cuerpo, o privar del ejercicio de un empleo". Si lo tomamos a nivel personal, podríamos aceptar que cada uno de nosotros se encuentra en un constante estado de reforma, puesto que sufrimos cambios día con día a través de nuestra existencia: cambios biológicos y psicológicos que forman parte de nuestra evolución genética y ambiental, independientes inclusive de nuestro control y nuestra conciencia... Pero a la vez, también poseemos precisamente esa capacidad de reflexionar, planear, organizar y decidir aquellos cambios que deseamos llevar a cabo en nuestras vidas, sea a nivel personal e individual, en nuestra relaciones familiares o sociales, en nuestro trabajo y en nuestras actividades, e inclusive en nuestro ambiente en general, dependiendo del tipo de ubicación que mantengamos. Así pues, suele suceder que en tantas ocasiones, y sin siquiera tomar en cuenta el rotar de las hojas del calendario, cada individuo es capaz de manejar sus propias reformas de acuerdo a los estímulos que lo muevan, a sus deseos, a sus conveniencias y necesidades, lo que idealmente se llevará a cabo precisamente en ese momento de su vida que aparezca como el más adecuado, lo cual no necesariamente es siempre cierto.
Y sin embargo, también en México, estamos acostumbrados a que periódicamente y con ciertos ritmos repetitivos, legales o clandestinos, surja insistentemente en nuestro ambiente social y político la palabra "reforma" como una panacea, como el último grito de la moda; una especie de clarín que anuncia el entierro y el final de un año cualquiera tras el deceso de un período de gobierno municipal, estatal o federal, que aparentemente todos quisiéramos esconder y olvidar silenciosamente como en un funeral, para festejar en seguida la gloriosa llegada de otro nuevo período gubernamental, uno más de los tantísimos períodos a los que estamos expuestos y nos hemos acostumbrado. Y así surge entonces una vez más, el estandarte de una nueva reforma, como un nuevo plan recién maquinado, quizás improvisado y recién salido de nuestros hornos burocráticos y políticos, que seguramente llevará nuevas siglas rimbombantes que sustituirán a las anteriores, para decorar así su imagen y demostrar una vez más, el ingenio y el dominio de la tecnología y la mercadotecnia nacionales, aunque la mayoría de las veces ni siquiera tengamos la menor idea de su lógica, de sus orígenes, ni de los métodos o los criterios utilizados para desarrollarla. Con esa grandeza que caracteriza a los baluartes de nuestros sistemas, tendemos a escuchar este término como una especie de oráculo, una mezcla entre amenaza y anuncio premonitorio y mágico, de algo desconocido que se avecina y estimula en nosotros toda clase de conjeturas y predicciones sin que realmente sepamos que esperar, ya que lo mismo se puede tratar del retorno de Quetzalcóatl, que de la llegada de un nuevo virus mexicano de siglas maléficas cuyos efectos sobre nuestra salud mental desconocemos totalmente. Y así llegamos a febrero, y se pasó enero, el mes de las reformas contundentes (Continuará).