EL INDISCRETO ARTE DE REFORMAR Y ENLOQUECER
Estamos apenas terminando ese generalmente fatídico primer trimestre de cada año, que no necesariamente tiene que ver con las locuras de un clima incoherente que cada año se vuelve más irregular e incongruente en esta región, (si es que pudiéramos hablar de la congruencia del clima) que nos hace probar todos los diferentes elementos de lo que de seguro tendremos que afrontar durante el resto del año, algo así como ondas de frío y heladas intempestivas, combinadas con inclementes temperaturas de calor, con los usuales y cada vez peores vientos huracanados de la comarca, nuestras siempre presentes tolvaneras o terregales y que son los encargados de ayudarnos a digerir cotidianamente toneladas de muestras específicas de toda clase de contaminantes con los que ya de por sí luchan nuestras defensas, nuestro sistema respiratorio y nuestro organismo en general para adaptarse, especialmente cuando no sólo se trata de la profusa contaminación industrial y vehicular, sino que además se adereza con todo tipo de basura y fecalismo rampantes. Sin embargo, a pesar de que estos irreverentes cambios de clima afectan terriblemente nuestra salud física y aunque no se crea, también nuestra salud mental, no necesariamente quisiera levantar un reporte climatológico. Más bien me gustaría compararlo a un proceso semejante que se está dando en este primer trimestre, con ese vendaval de paquetes de reformas lanzados desde todos los rincones, que nos traen de cabeza a los mexicanos, ya que al igual que nuestro clima, no sólo en La Laguna, sino en el país entero, tienen características muy semejantes en cuanto a la incoherencia, la incongruencia, lo ilógico, lo intempestivo y lo cambiante de las exigencias que se dan en todas las áreas. Definitivamente, lejos de facilitar dicho proceso reformador como lo suelen pregonar, las exigencias se han tornado cada vez más rígidas, absorbentes y difíciles de satisfacer en una población que todavía se caracteriza por un alto índice de analfabetismo e ignorancia, que aún no alcanza esa modernidad de la era de digitalización o computarización en cuanto a su educación pública, y que de la noche a la mañana se intenta transformar forzada y ridículamente en la población de un país del primer mundo, en una realidad y un escenario completamente diferentes a los nuestros y a un nivel que todavía estamos muy lejos de alcanzar.
Aunque se comprende el objetivo de lograr mayores ingresos a las arcas públicas para evitar las fugas económicas en cuanto a los causantes morosos, subterráneos o invisibles, parece que tales disposiciones han sido hasta cierto punto apresuradas e improvisadas, con un alto grado de indiferencia y una gran carencia de empatía, de respeto, de conocimiento y de comprensión sobre lo que está sucediendo actualmente en nuestro país, desde la perspectiva de la salud mental, un área sumamente descuidada y pisoteada todavía a pesar de los usuales slogans políticos. Quizás sin planearlo o en forma indiferente, no se ha tomado en cuenta que desde el inicio del año, estas nuevas disposiciones están provocando en toda la población niveles máximos de ansiedad y desasosiego al percibirse como persecutorias y amenazantes en alto grado, lo que naturalmente ha incrementado a su vez la sensación de vulnerabilidad, desprotección, inseguridad y desconfianza generalizados, con ideas paranoides y sentimientos importantes de disgusto, frustración e impotencia ante disposiciones que se perciben como ilógicas, confusas, injustas e incongruentes. Me parece interesante que consciente o inconscientemente se tienda a estimular tales sentimientos en nuestra población, cuando todavía ni siquiera nos hemos podido recuperar de esa enorme ola de inseguridad y desconfianza que nos ha inundado en los últimos años, en relación a los atracos, secuestros, robos, desfalcos, crímenes y violencia en general en todo el país, que desgraciadamente aún no se termina, puesto que todavía experimentamos las secuelas de algo que no hemos superado del todo. Seguimos recelosos de salir de nuestros hogares, especialmente después de ciertas horas y a ciertos lugares, o de conducir por las noches y peor aún en lo referente a viajar por las carreteras del país, que todavía visualizamos como una aventura arriesgada y peligrosa (Continuará).