En "El patrón", divertidísima novela del italiano Goffredo Parise, llevada al español por el traductor de Juan Ramón Azaola, el joven narrador llega a una gran ciudad para trabajar en una peculiar compañía situada en un palacio de cristal con un techo puntiagudo. El director es el "doctor Max", un excéntrico personaje melancólico.
"Max" también es neurótico e iracundo, por lo que rige su empresa mediante complejos mecanismos psicológicos basados en una premisa: Todos los empleados son objetos de su propiedad, cuestión que el protagonista comprende desde el comienzo: "Mi felicidad, que antes me parecía precaria, ahora, poco a poco, se va consolidando", piensa.
Y a ese pensamiento añade que "lo que me hace más feliz, por encima de todas las cosas, es haberme convertido en propiedad del doctor Max". Lo cierto es que en torno a él aparecen personajes que parecen extraídos de una fábula clásica, como su padre, "Saturno", a quien busca reemplazar como jefe de esa tan peculiar y rara empresa.
Aparece también su madre, "Uraza", y su prometida, "Minnie", quien se expresa con sonidos onomatopéyicos. Asimismo, el "doctor Max" cuenta con la ayuda del cancerbero "Lotar", quien administra al joven empleado unas dolorosas inyecciones cuyo fin ignora, y de otros empleados igual de fieles, como el "doctor Bómbolo", "Pluto" y "Pippo".
"El patrón" recibió, merecidamente, el Premio Viareggio en el año 1965, un clásico de siempre.