En menos de lo pensado transcurrieron los primeros dos años del presidente Enrique Peña Nieto.
De hecho el segundo año lo completará el primero de diciembre pero como la ley y la tradición mandan, el primer mandatario envió su informe anual al Congreso de la Unión al tiempo que rindió un resumen ante su gabinete, funcionarios y líderes de todos los sectores del país.
A Peña Nieto se le reconoce su capacidad para promover la promulgación de once reformas legislativas en apenas 21 meses, algunas insólitas como la Reforma Energética y la de Telecomunicaciones que eran impensables hace pocos años.
Hasta quienes no votaron por él, que fueron la mayoría de los mexicanos que fueron a las urnas en 2012, le reconocen este logro basado en la creación del Pacto de México, en donde priistas, panistas y perredistas unieron fuerzas para promover las reformas estructurales.
Se reconoce también que el presidente Peña Nieto dista de aquel candidato copetón, olvidadizo y titubeante que cometió innumerables pifias y resbalones a lo largo de su campaña.
El inquilino de Los Pinos recuperó hasta cierto punto la imagen presidencial que en los últimos años se desgastó de manera desmedida, primero por la frivolidad de Vicente Fox y más tarde con la tozudez de Felipe Calderón.
Pero Peña Nieto corre el gran riesgo de repetir los errores de varios de sus antecesores, aquellos que creyeron que la presidencia era una posición omnipotente, infalible y vitalicia.
En este segundo informe surgieron evidencias de la presidencia imperial de Enrique Krauze como fueron los alardes de fastuosidad en Palacio Nacional, el estacionamiento improvisado en la plancha del Zócalo y el anuncio del majestuoso aeropuerto de la ciudad de México.
El Presidente tiene todo el derecho a informar y en su caso a presumir de los avances y frutos de su gobierno, pero lo que no se vale es caer en el triunfalismo y en los derroches del pasado.
La combinación de una oratoria acendrada tipo Luis Echeverría con una audacia idealista al estilo Carlos Salinas, puede resultar una combinación fatal y explosiva al final del sexenio.
Ya los vivimos en 1976, más tarde en 1982 y años después en 1994 cuando el país quedó hecho trizas luego de regímenes que quisieron transformar de tajo a México, como si en seis años fuera posible construir un nuevo país.
Peña Nieto habló de inversiones cuantiosas y proyectos espectaculares, la mayoría de ellos para ser construidos en el centro del país, es decir en el Distrito Federal y en el estado de México, en donde el primer mandatario ha vivido toda su vida.
Los 160 mil millones de pesos que se invertirán para un megaaeropuerto de seis pistas y quien sabe cuántas terminales, es una burla para los miles y miles de mexicanos que sufren hambre, que no tienen empleo y que cada año emigran a Estados Unidos ante la falta de oportunidades.
¿Por qué mejor construir o ampliar otros aeropuertos para modernizar al resto del país y no centralizar las grandes obras en el Valle de México como ha sido la tradición priista?
Luego vienen cuatro nuevas líneas del Metro, otra bofetada para los habitantes de ciudades como Tijuana, Torreón, Culiacán, Mérida, Hermosillo y Puebla, cuyos sistemas de transporte están para llorar.
Peña Nieto fue elegido para gobernar para todos los mexicanos y no sólo para los que viven a su alrededor. Su informe demostró falta de sensibilidad y tacto para el resto de la República Mexicana que espera con ansiedad que se cumplan las promesas de seguridad, empleo y mejoras en la calidad educativa.
Menos de dos años muestran avances, pero también signos negativos que habrán de corregirse como la Reforma Hacendaria, cuyos efectos fueron desastrosos para la economía de buena parte del país.
APUNTE FINAL
Norman Foster y Fernando Romero, este último yerno de Carlos Slim, fueron los ganadores del proyecto arquitectónico para el nuevo aeropuerto capitalino… El inglés Foster es toda una eminencia en su profesión y cuenta con una intachable trayectoria, pero ¿no se pudo encontrar a un mexicano erudito como Pedro Ramírez Vázquez, quien diseñara el Palacio de los Deportes, el Museo de Antropología y la Basílica de Guadalupe, entre otras obras magistrales?
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