Nuevos Caminos
En lo que se refiere a terapias alternativas estamos rodeados de una oferta impresionante. Hay de todo y para cada gusto o necesidad. Algunas retoman los ritos ancestrales o el conocimiento transgeneracional de antiguas culturas; otras implican una iniciación y hay que cultivarlas para ir en ascenso. Conozco algunas que trabajan con la energía de la Madre Tierra o del universo. Las hay también que emplean los recursos de la naturaleza para provocar cambios importantes en la conciencia.
Terapias holísticas, de sanación, de nivelación, de armonización, de equilibrio, energéticas,
Algunas requieren sólo de las manos, la respiración y la intención. Otras demandan más elementos: cuarzos, balines, imanes, varas, aceites, brebajes, música, sonidos, aromas. La mayoría tienen en común la inversión económica que hay que efectuar para acceder a ellas.
Los sanadores abundan. Por sanadores entendemos a la persona, hombre o mujer que es capaz de ayudar a otros a recuperar su salud en el plano físico, emocional y, en ciertos casos, hasta espiritual. La capacidad de sanar la heredan, les es dada desde el nacimiento o la adquieren a partir de ciertos estudios.
El mercado internacional de las terapias alternativas mueve 60 mil millones de dólares en el mundo y existen más de cien propuestas de distinta índole.
Estoy muy lejos de atreverme a cuestionar la eficacia de estos métodos terapéuticos, pero la cantidad de personas que acude a ellos nos obliga a tratar de comprender de dónde parte esta necesidad de respuestas que, evidentemente, no están surgiendo de los ámbitos convencionales.
Hay cierto dolor metido en la existencia, el sinsentido y la ansiedad ganan terreno, vivimos en medio de la incredulidad, de la desconfianza, hay un dejo de regresión al pensamiento mágico. Pareciera una paradoja; hoy que el conocimiento se hace viejo en un instante, que la tecnología rebasa nuestra capacidad de respuesta, hay quienes apuestan por lo que no tiene explicación científica o difícilmente pudiera pasar el escrutinio de los académicos apegados a los rigurosos métodos de comprobación.
Me temo que vivimos una crisis de descrédito generalizada hacia todo y hemos descubierto "nuevos caminos".
El mercantilismo de la práctica médica (con sus honrosas excepciones), las complicaciones de la atención por parte de las instituciones de salud pública, el temor a los efectos secundarios de los medicamentos y el convencimiento de que somos más que un cuerpo físico, pudieran ser parte de la explicación para entender el boom de las terapias alternativas.
Sabemos el poder de la mente, los experimentos con placebos demuestran que la mejoría hacia un padecimiento parte de nuestros pensamientos y creencias; esto funciona también en sentido inverso, podemos enfermar o agravar un padecimiento si no paramos la rueda de los pensamientos.
El verdadero problema radica en que no hemos sido cuidadosos en nuestras elecciones. La ley del menor esfuerzo nos lleva a creer en soluciones milagrosas e instantáneas, la influencia que ejercen los demás nos empuja a experimentar, no estamos dispuestos a leer, a investigar un poco más, no somos capaces de cuidarnos con amor, preferimos resolver lo inmediato y dejamos de lado la prevención.
Yo no he tenido necesidad de tomar medicamentos, confío en la sabiduría que el cuerpo tiene para reconstituirse, creo en el poder de los pensamientos, entiendo que la elección de un estilo de vida saludable ayuda a mi ser físico, emocional y espiritual. Puedo ver que en la selección de lo que como está todo lo que necesito. Procuro el descanso para luego poder poner atención en lo importante. No me preocupo por lo que no ha pasado. La respiración, la meditación y la práctica de yoga son mis mejores medicinas. Tengo claro que el día que lo necesite deberé alternar los tratamientos, deberé confiar en la medicina alópata.
Cada quien tiene su librito, porque así debe ser, somos seres únicos e irrepetible lo que a mí me funciona seguramente a otros no y así está bien. Hay que aprender a observarnos, identificar las dolencias y relacionarlas con las vivencias emocionales, ponernos en contacto con nuestros miedos, ellos son las semillas de muchos de nuestros males. Atender las señales, no caer en la procastrinación es indispensable.
No trates de convencer a nadie de lo buena que es la terapia que sigues, sé tú mismo testimonio viviente de que así es y eso será suficiente. Cada quien elige dónde y qué busca pero bien nos haría confiar en nuestras capacidades intuitivas y autosanadoras.