Débil. Los problemas y la desaprobación de su pueblo se le juntan al presidente, visiblemente mermado físicamente.
Los disturbios en Missouri han vuelto a obligar al primer presidente afroamericano de Estados Unidos, Barack Obama, a hilar fino en sus declaraciones sobre un incidente racial para no aumentar la polarización en el país, en un nuevo ejemplo de su compleja relación con los asuntos de raza.
Presionado durante días para hablar públicamente sobre el asesinato del joven negro Michael Brown por los disparos de un policía en Ferguson (Missouri), Obama ofreció el jueves un discurso particularmente cauto, que llamaba a la calma en las calles y obviaba toda referencia al contexto racial del incidente.
Esa tibieza contrasta con la pasión con la que declaró, hace apenas un año, que otro joven afroamericano asesinado en Florida, Trayvon Martin, podría haber sido él mismo hace 35 años, lo que ha revivido las críticas de algunos activistas negros que ven en Obama a un presidente distanciado de la lucha por la igualdad racial.
Anoche volvieron los disturbios a Ferguson después de la tregua que se vivió el jueves, gracias a una estrategia policial más conciliadora.
"El presidente Obama ha tenido la oportunidad, muchas veces, de usar su posición de poder para impulsar una conversación productiva sobre la raza; y ha elegido no hacerlo", dijo a Efe un profesor de estudios afroamericanos en la Universidad Duke, Mark Anthony Neal.
Para Andra Gillespie, experta en la relación entre raza y política, el asunto es más complejo, porque la "posición única" de Obama como presidente negro genera una "expectativa tácita de que se pronunciará sobre cualquier chispazo racial" en el país, con el riesgo de polarizar más a la población en momentos de tensión.
"Los comentarios de Obama sobre las protestas en Ferguson reflejaron esa presión de decir algo sobre un asunto racial, pero también tenía que pronunciarse en contra de la agitación civil", señaló a Efe la experta de la Universidad de Emory (Georgia).
En el caso de Trayvon Martin, Obama ofreció su vehemente discurso después de un largo juicio que concluyó con la absolución del presunto agresor, George Zimmerman, mientras que en este caso ha debido pronunciarse cuando los hechos que rodean el asesinato de Brown todavía no están claros y el Gobierno sigue investigándolos.
"Creo que esa ambigüedad, unida al hecho de que ningún presidente puede dar su visto bueno a protestas violentas, provocaron los comentarios aparentemente tibios de Obama", opinó Gillespie.
La relación de Obama con las tensiones raciales ha sido delicada desde el inicio de su presidencia, cuando un incidente le demostró que su condición sin precedentes de mandatario afroamericano le exponía particularmente a ser acusado de provocación racial.
En 2009, Obama dijo que la policía de Cambridge "estúpidamente" cuando arrestó a un profesor negro, una declaración por la que debió pedir disculpas al surgir más detalles sobre el caso.