"Obama solo", tituló ayer el periódico The Huffington Post a una foto de Barack Obama en el despacho oval de la Casa Blanca. Aparece sentado a media oficina, sin nadie que lo acompañe o escuche. Reflexivo, lejanos los sueños de gloria de hace seis años aquella noche en Chicago cuando triunfó, y de muchas formas también con él triunfamos nosotros. Se zanjaba y resarcía siquiera un poco, con siglos de injusticia y desigualdad.
Tiempo después, a la deriva, extraviado el horizonte y perdidas las razones; así lo leo e intuyo, eso nos dice la imagen, lacónica, que publicó el Post: "un Jimmy Carter cualquiera", dirían sus detractores, así de impopular e incomprendido.
¿Podrá Obama reinventarse y asegurar su legado como lo hiciera Carter en los años posteriores y convertirse en un gran ex presidente? Porque un hito en la historia ya es Barack Obama, pues representa el rompimiento de paradigmas y escenarios que hasta hace poco se antojaban impensables. El primer mandatario de color y quizá, por mucho tiempo, el último…
"Si los historiadores todavía se ocupan en escribir libros sobre George Washington, nuestro primer presidente, y en juzgarlo, yo francamente no me preocupo demasiado", dijo George Bush hijo aludiendo a sus críticos y a todos aquellos que siguen sin darle tregua. Sí, la historia se escribe a largo plazo y es muy pronto aún para evaluar el legado de Barack Obama, pero el revés que sufrió el Partido Demócrata en las urnas el martes, sin duda nos habla de un voto de castigo y desconfianza hacia el presidente y lo que representa su administración.
Lo cierto es que Barack Obama, el primer afroamericano en conquistar la presidencia de Estados Unidos y quien reivindicara la gesta por los derechos civiles de varias generaciones unidas en pro de la igualdad, lleva mucho tiempo así: solo.
A estas alturas de su administración, a mitad del segundo cuatrienio, menos del cuarenta por ciento del electorado aprueba la gestión de quien, tras generar expectativas equiparables a las de la "Era de Camelot", de John y Jackie Kennedy, o a los mejores tiempos de la dupla entre Bill y Hillary Clinton; actualmente es motivo de sátira y escarnio hasta en programas de televisión donde se burlan de su innegable capacidad retórica, de grandes promesas y discursos y escasos resultados.
Barack Obama heredó de George Bush, un panorama sumamente complicado en el que incluyo la peor crisis económica desde la debacle financiera de 1929; dos guerras que parecen no tener principio ni fin ni, pies ni cabeza; un sistema de salud a punto de la hecatombe y claro, el déficit que pasó de estar en ceros en tiempos de Bill Clinton, y hoy alcanza cifras alarmantes, no solo en Estados Unidos, sino para la economía mundial.
Muy cierto, aunado a los errores de juicio de Barack Obama que no han sido pocos, sumémosle las piedras que le ha puesto una oposición que lleva seis años sin darle tregua ni respiro y que ahora, haciéndose del control del Senado, tampoco le otorgará márgenes de maniobra.
Los últimos dos años de Barack Obama serán, como se afirma en el argot político norteamericano, un "Lame duck presidency", es decir, el período donde un presidente poco o nada puede hacer pues, su capital político y los votos con los que cuenta en ambas cámaras no le dan mayoría, y por ello se quedará esperando a medias, y llevado por la inercia, a que nada demasiado grave suceda para terminar su mandato constitucional con el mayor decoro posible y sin hacer grandes olas.
Sí, Barack Obama el de la foto, está solo y atado de manos. Ahora queda esperar que en el juicio de sus contemporáneos, quepa un poco de benevolencia y sensatez para que no se le compare con Jimmy Carter, George W Bush, u otros estrepitosos fracasos de nuestra historia contemporánea.
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