También en el mundo de la política se aplica lo dicho por Isacc Newton de que todo lo que sube tiende a bajar por la ley de la gravedad.
Hace unos cuantos años -en 2009 para ser precisos- nadie imaginaría que el presidente Barack Obama, entonces en la cima de la popularidad, llegaría cinco años después a un escaso 41 por ciento de aprobación por parte del pueblo norteamericano.
La economía que no acaba de despegar, el desastroso arranque del plan de salud y el desgaste político luego de cinco años en el poder, han colocado al gobierno del señor Obama en un escenario muy incómodo.
De acuerdo a reciente encuesta de la cadena NBC y el periódico Wall Street Journal, el 54 por ciento de los ciudadanos desaprueba el trabajo del presidente Obama y el 49 por ciento opina que la ley de salud fue una mala idea contra apenas el 35 por ciento que la considera buena.
Todavía más: el 65 por ciento de los entrevistados dijo que el país va por un rumbo equivocado y de ellos el 44 por ciento expresó sentimientos negativos contra el primer mandatario contra el 41 por ciento que se manifestó de manera positiva.
Estas calificaciones son las más bajas obtenidas por Obama desde que asumió el poder a principios de 2009. En enero pasado el porcentaje de aprobación fue del 43 por ciento contra el 41 por ciento de esta última encuesta lo que indica que su popularidad sigue en declive.
Los resultados del sondeo no son los peores para un presidente con cinco años en el poder, George W. Bush tuvo una calificación peor en una etapa similar, sin embargo para Obama y los demócratas significan un grave riesgo político ante las elecciones legislativas que se llevarán a cabo el próximo mes de noviembre.
Si los republicanos afianzan su liderazgo en la Cámara de Representantes y consiguen la mayoría o cuando menos avanzar en su representación en el Senado, el gobierno demócrata vivirá una larga y amarga pesadilla durante los años finales de su mandato.
Los votantes del vecino país reconocen los esfuerzos del mandatario afroamericano en la recuperación económica tras el tronido mundial en 2008 y luego el programa Obamacare que le valió su reelección en noviembre de 2012.
Pero no son suficientes estos logros, los norteamericanos anhelan mayor bienestar y una ley de salud que opere con eficiencia. Quieren también que se cumplan otras promesas como la reforma en la ley de migración e incrementos en los salarios y prestaciones de los trabajadores.
Como estrategia electoral, la fracción demócrata lanzó la propuesta de elevar el salario mínimo a nivel federal a 10.10 dólares la hora contra el actual de 7.25 dólares, sin embargo no será fácil que la secunden los republicanos al menos antes de las elecciones de noviembre.
Para los mexicanos y para los inmigrantes que viven en territorio yanqui, el desplome en la popularidad de Obama es muy mala noticia y prácticamente una señal definitiva para olvidarnos de la aprobación de la tan manoseada reforma migratoria.
Si Obama no logró empujar los cambios en el sistema de inmigración cuando su nivel de aprobación andaba sobre las nubes y contaba con mayoría demócrata en el Senado, ¿qué podemos esperar de un mandatario y su partido en franco declive?
Peor todavía para México será en materia fronteriza y comercial donde difícilmente podremos esperar avances notables. Obama estará demasiado ocupado en recuperar su imagen política y no tendrá tiempo de voltear hacia el sur.
Por cierto, la semana entrante cien familias que fueron deportadas intentarán ingresar a Estados Unidos por Tijuana sin documentos en protesta por las leyes migratorias.
Será el cuarto cruce de esta naturaleza, los tres anteriores fueron encabezados por jóvenes de los llamados "dreamers" y se llevaron a cabo en Nuevo Laredo, Nogales y Tijuana.
APUNTES EN SERIE
¿Recuerda al Grupo Sinaloa conocido como el "Chilorio power" que tuvo su época de gloria en la política mexicana? Pues con la novedad que regresó con fuerza en este sexenio con personajes como David López en la dirección de Comunicación Social en Los Pinos; el diputado Heriberto Galindo al frente de la coordinación legislativa de su estado; Pascual Cervantes en la dirección de Comunicación de la secretaría de la Función Pública; además de Carlos Almada, subsecretario de Transporte y Héctor Lie, vocero en el Senado de la República.
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