El Gobierno israelí ordenó la destrucción de las casas de los dos palestinos que el martes mataron a cinco judíos en una sinagoga de Jerusalén, pese a que la Unión Europea y Estados Unidos le pidieron que no lo hiciera por entender que genera más resentimiento. El primer ministro israelí, Benajmin Netanyahu, dio también luz verde a que se derriben las viviendas familiares de otros dos palestinos.
Se trata del conductor kamikaze que hace dos semanas mató a dos israelíes en un intento de atropello masivo en una parada de tranvía y del presunto pistolero palestino que en octubre trató de asesinar a tiros al rabino ultranacionalista Yehuda Glick, que se recupera en el hospital.
Ayer, excavadoras israelíes acabaron con la residencia en el barrio de Silwan, en Jerusalén Este, de Abdel Rahman Shaludi, un joven palestino que mató a un bebé israelí y una ciudadana ecuatoriana en octubre, en otro intento de atropello masivo en una estación de tranvía en la antigua línea verde que divide la ciudad. La política de destrucción de casas fue habitual en tiempos de la segunda Intifada, pero se interrumpió hasta hace apenas un año debido a la polémica sobre su legalidad y las dudas de su eficiencia como arma disuasoria. Sin embargo, ha sido recuperada por la alianza de Gobierno de Netanyahu, con apoyo de la Fiscalía General del Estado.