Parte de la “guerra sucia”
De pie, en lo más alto de la loma conocida como “De la Calabaza”, sobresalía la escuálida figura de Gaspar Peña Rubalcaba. A esas horas de la mañana su sombra se alargaba en toda la planicie del desierto de Ocampo, Coahuila. Gaspar oteaba el horizonte: “Vamos, Ramiro, tenemos que seguir y debemos aprovechar la mañana”. El hombre al que se dirigía permanecía hecho un ovillo en la sombra de esa peña. “Tenemos que caminar más al norte hasta llegar al río y pues a ver cómo pasamos pa´l otro lado y recomponer la lucha, a ver qué nos falló y regresar”.
“Espérate, espérate, depués de esta chinga, ¿todavía piensas en volver? ¿Qué tienes en la cabeza? Esto se acabó, inclusive no sabemos qué pasó con los otros”, le espetó Ramiro, levantándose del duro suelo donde pasó parte de la noche.
El 3 de julio de 1972, a las 7:30 de la tarde, el ocaso estaba a la vista en los cerros que circundan Gómez Palacio, Durango. A la entrada de la ciudad lagunera fue abandonado el coche Super Bee en que viajaban tres hombres y dos mujeres. Desde Chihuahua, el grupo era perseguido por la policía federal y las guardias de Seguridad Nacional, en Delicias dejaron la camioneta Dodge y tomaron el auto que también abandonaron. Apresurados cruzaron varias calles de Gómez.
La policía les pisaba los talones, antes de entrar al vado seco del Nazas cruzaron disparos con sus perseguidores. Sin dejar de disparar, los cinco jóvenes brincaron la barda de “la zona roja” de Torreón. Sólo cuatro alcanzaron a salir por la caseta rumbo a la colonia Maclovio Herrera. Hortencia Sifuentes, fue la primera que cayó muerta. Leonardo Calleja quedó herido fuera ya de la zona, al igual que Angélica Pasos, quien fue abatida por la espalda en su huida. Ramiro y Gaspar siguieron disparando, más por protección que para hacer daño.
La carretera a San Pedro de las colonias fue su salvación, y una vieja camioneta robada en una vulcanizadora a esas horas de la noche para tomar camino rumbo a Cuatrociénegas. La gasolina o el motor fue quien detuvo la marcha en la brecha al ejido Nuevo Delicias.
Sin aliento, ni palabras, ni quejas, los dos guerrilleros urbanos pertenecientes a una célula de la Liga Comunista 23 de Septiembre, tomaron camino hacia el norte, primero siguiendo la brecha y después cortando monte para descansar por fin en la loma de la que ahora ya tomaban camino de tránsito por el desierto de Coahuila.
Ningún medio de circulación local o nacional dieron noticias un día después de los hechos en Gómez y Torreón, sólo El Norte de Monterrey dio una muy escueta nota.
A casi cuarenta años de estos sucesos (2009) saludé a Ramiro Cueto Samaniego, residente en un pueblo de Carolina del Norte, Estados Unidos, quien me narró esta historia.
“Gaspar tenia su dogma”, me contó, “era aferrado a esas ideas, quería componer el país al que no se cansaba de repetir que amaba, él regreso a México como lo prometió, fue como en 1973 o 74, por ahí, formó un buen grupo urbano, dio algunos golpes a la burguesía, creo. Según supe, Gaspar y su grupo fueron traicionados y él abatido en Tampico, Tamaulipas”. Los ojos de Ramiro se rasaron y le dio un gran sorbo al café. “Yo me plante aquí y desde entonces no piso mi país, que dicen en la televisión y los periódicos que está peor que en esos tiempos, ahora se pelean por droga y poder, y de esa 'guerra sucia' ni quién se acuerde”.
Hortencia, Angélica y Leonardo, fueron sepultados en fosas comunes en un panteón de Saltillo. En 1988, los restos de Hortencia y Leonardo fueron exhumados por sus familiares. Se dice que en los archivos de la Dirección de Seguridad Nacional, el retrato de Gaspar Peña Rubalcaba permaneció como desconocido. Los archivos de esa “guerra sucia”, al igual que los de Tlatelolco (1968 ) y Jueves de Corpus (1971) son aún secretos.
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