No perder la lengua materna y mantener un promedio de 8.5 son requisitos para permanecer en la Academia de Baloncesto Indígena de México. (Archivo)
Elia Sánchez tuvo la suerte de que sus padres no la vieran con signos de pesos. En la comunidad oaxaqueña donde se crió, ubicada a unas horas de la zona triqui, las niñas no son vendidas ni encadenadas a un futuro que no va más allá de los quehaceres domésticos.
“Mi papá deseaba que sus hijos fueran alguien en la vida”, recuerda Elia, quien estudió en un internado para ser maestra.
Madre de Dylan Hassan Ramírez, uno de los campeones con el equipo de basquetbol triqui, ahora es parte del grupo de pedagogas que ayuda a los pequeños a superarse mediante el estudio.
“Lo que el coach Sergio Zúñiga nos pide es apoyo académico, ayudarlos cuando salen de viaje en las materias que van mal”, comparte. “Ayudamos en los temas de expresión para que pierdan los nervios y sean más seguros. Reforzamos su lengua y se les da inglés”.
Y es que no perder la lengua materna y mantener un promedio de 8.5 son requisitos para permanecer en la Academia de Baloncesto Indígena de México, encabezada por el entrenador Zúñiga.
Las dinámicas en los campamentos celebrados tres veces al año durante las vacaciones incluyen la lectura de un libro y la entrega de un ensayo, lo cual les da derecho a entrenar. “Los libros dependen de la edad y son en español para que lo hablen fluido”.
Añade que “hay talleres de mímica, sesiones de risoterapia, obras de teatro y manualidades”. En los viajes “los niños visitan museos y luego comparten esa experiencia con los compañeros de clase”.
Para los chicos que no alcanzan el promedio de 8.5, los pedagogos como Elia les dan clases de regularización. “Se les enseña cómo deben comprender y seguir su camino en la escuela”, dice el coach Zúñiga. “Hay niños que no nacen para un deporte, por eso hacemos talleres de reporteros, torneos de ajedrez, revistas y otras estrategias para una educación integral”.
Dylan Hassan cuenta que “tener un buen promedio nos sacará adelante”. Entre sus libros favoritos, dice, es “La vida de Pi, una aventura extraordinaria”: “Me encantó la película y quise leer el libro, pues es interesante”.
Dylan, quien desea jugar en la NBA, sabe que sin esfuerzo no hay éxito. En un campamento “nos paramos a las cinco de la mañana, desayunamos, entrenamos dos horas en lo deportivo y la parte pedagógica. Hacemos el aseo, comemos, entrenamos y dormimos”.
Así, un balón es el motivo para estudiar y en esa labor es clave el aporte de maestros como Elia.