Tenemos una democracia frágil, con un sistema de gobierno que intuyo que no está aún preparado para que dicha democracia cobije una pluralidad de opciones y que a través de un sistema de votación transparente se pueda arribar a los cargos de gobierno.
Al margen de los temas económicos que en mis últimos artículos he tocado, en esta ocasión me refiero a las condiciones políticas que prevalecen en nuestro país en estos meses y que como es obvio también repercuten en lo social y en lo económico de nuestra sociedad; cuando hablamos de la democracia en México regularmente lo asociamos como una consecuencia natural del devenir de nuestra historia pero que en la realidad aun en la época revolucionaria y posteriormente a ella se intentó de llevar a cabo una democracia que en realidad fue fallida, ya que venía como producto de una dictadura encubierta.
El movimiento del 68 marcó un cambio profundo en la relación del gobierno y la población civil ya que lo que fue un movimiento estudiantil permeó a todas las clases sociales y representó un cambio en nuestra historia reciente, a partir de ese momento la oligarquía en el poder supo que su ciclo estaba por terminar y que se iniciaba una tremenda crisis de legitimidad y que la transición hacia una verdadera democracia estaba en marcha y no cabía la posibilidad de continuar gobernando en las mismas condiciones.
Son varias las épocas que propiciaron los cambios de la democracia pero la etapa definitiva para cambiar la transición considero que fue durante los años de 1988 a 1996 e incluso en 1997 ya que surgieron los pactos que modularon los tiempos y las formas. Cuando López Portillo es elegido por el PRI a la Presidencia de la República ocurre la ironía de ser el único contendiente al no presentarse otro candidato de oposición, entonces ¿cómo poder justificar interna y externamente que nuestro país tenía un sistema democrático? Fue cuando Jesús Reyes Heroles, entonces secretario de Gobernación, como brillante político, intelectual e inteligente ideó la Reforma Política que permitió la apertura hacia la participación más abierta y decidida de los partidos políticos y que pienso que fue una construcción con todos sus defectos pero se pudiera aspirar a una verdadera democracia que no estuviera en las manos de unos cuantos y que también dependería de la participación ciudadana.
Ahora bien, actualmente estamos en un accidentado proceso en el cual los políticos, politólogos y una gran mayoría de los medios de comunicación la llaman como una transición política, moderna y sobre todo democrática. El primer paso que dio el gobierno de Peña Nieto en este sentido y que además me pareció muy acertado, fue convocar a los partidos políticos a una concertación para buscar acuerdos entre las diversas fuerzas y tendencias políticas y así surgió el Pacto por México, que en sus inicios fructificó y delineó formas de entendimiento para un mejor manejo de los proyectos en el Congreso que lamentablemente se ha venido deteriorando primero por la reticencia del PRD a las reformas Energética y de Comunicación y por el otro lado las posiciones encontradas dentro del PAN por la rivalidad entre Cordero y Madero, quienes al contender por la presidencia de su partido están propiciando confusión y oposición a los principales asuntos legislativos que en este momento se están llevando a cabo.
Es obvio que el gobierno apostó a que bajo el marco del Pacto por México se lograrían sacar adelante las diversas reformas que propiciarían el desarrollo y crecimiento económico que nuestro país está requiriendo urgentemente, sin embargo al llegar a lo relevante que son las leyes secundarias para que cristalicen dichas reformas nos estamos encontrando nuevamente que se repite la vieja historia en nuestro país, ya que las rivalidades o intereses políticos, que como antes expliqué, a grandes rasgos están impidiendo que se concreten los acuerdos correspondientes cuyo retraso pueden tener lamentables consecuencias en la marcha de nuestro país.
Esperemos que se puedan superar estas diferencias en beneficio de la sociedad y que con un verdadero espíritu del interés nacional se puedan zanjar diferencias para concretar y aprobar dichas leyes secundarias y con ello iniciar un proceso que aún es largo en su instrumentación y nos pone en desventaja en el concierto mundial y adicionalmente continuar el largo camino hacia nuestra verdadera democracia… no a la inmovilidad política de los responsables de la conducción del Estado de Derecho.