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Petróleo y crecimiento

ROGELIO RAMÍREZ DE LA O

En general se estima que el crecimiento potencial del Producto Interno Bruto (PIB) de México es hoy alrededor de 3%. Pero, en la realidad, el crecimiento sólo ha sido 2.5% en los últimos quince años (1988-2013). Esto, a pesar de muchas reformas, privatizaciones y tratados de libre comercio.

Hay entonces buenas razones para que en un entorno global más complicado que en décadas pasadas el crecimiento sea menor. Así, durante los dos sexenios panistas y 2013, sólo crecimos 2% anualmente.

Las complicaciones globales van desde periodos de austeridad prolongados en Europa que acabarán con gran parte de su clase media, hasta dificultades en Estados Unidos para reducir su alta deuda pública y dudas y reversas a la globalización.

La complicación interna es la insuficiente inversión y un mercado interno raquítico, ambos alimentándose mutuamente. La estrategia oficial para escapar de esta trayectoria es profundizar los cambios hechos en los 1990s, principalmente facilitando la inversión privada en energía.

Se estima que dicha reforma podría aumentar el PIB entre 0.2% y 0.5% en 3 años y que en el largo plazo su impacto acumule hasta 1 punto porcentual más. Si el potencial es de 2.5%, agregarle entre 0.2% y 0.5% en tres años no hará mucha diferencia para los niveles de bienestar que andan por los suelos. Tampoco para las expectativas por el potencial de esa reforma.

En cuanto al impacto mayor, por ser de largo plazo, queda en un nivel relativamente vago. Basta recordar estimaciones similares cuando se hicieron las privatizaciones de los noventa, en acero, fertilizantes, telecomunicaciones, ferrocarriles, banca y otras más. Al extranjerizarse la banca, se esperaba que por la vía de la competencia y la mayor tecnología el crédito aumentara y con ello el crecimiento.

Desde luego habrá algunas inversiones privadas inmediatas dictadas, sobre todo, por la oportunidad de ocupar nichos que ya no estarán restringidos y especialmente donde Pemex no ha invertido suficiente. Por ejemplo, construcción de ductos, transporte, petroquímica y, quizá, refinación.

El impacto de la inversión privada en exploración y producción, área del mayor interés, es más complicado de prever. Si los campos que hoy atiende Pemex son cedidos a entes privados, la inversión privada sólo sustituirá a la que hoy hace Pemex. Muchas de estas inversiones, incluyendo las de Pemex, ya no contribuyen mucho al PIB, pues consisten en compras en el extranjero o de plano trasplantes de equipos extranjeros, sin mayor valor agregado nacional.

En otro plano, si Pemex es desplazado de campos que hoy explota, la contribución al fisco disminuirá, pues el mismo producto se repartirá entre el fisco y un participante privado que no tendrá la misma carga fiscal que hoy tiene Pemex. La única forma en que aumentaría la recaudación, sería con gran aumento de la producción en campos nuevos. Eso tomaría años, pero tampoco aumentaría mucho el PIB.

La experiencia lo demuestra y profundizar en esto es materia de otro artículo. En el período 1996-2000, el PIB creció 5.1% anualmente, cuando la renta petrolera pagada por Pemex fue 2.6% del PIB en promedio.

En el período 2001-13, la renta petrolera aumentó a 4.7% del PIB, pero el crecimiento bajó a 2.0% anual. Esto parece irónico, pero no lo es. Es un mal conocido de países en desarrollo exportadores de productos primarios, que si sus economías no hacen una absorción eficiente del ingreso, su crecimiento es bajo.

El problema del bajo crecimiento lo más probable es que persista después de la Reforma Energética.

(Analista económico)

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