Ante la acusación por negligencia profesional de 16 médicos de Jalisco hace ya casi 4 años se ha desatado todo un movimiento (#yosoy17) que también ha repercutido en nuestra región Lagunera.
Las marchas y manifestaciones en todo el país han cuestionado y denunciado muchas más cosas: El sistema de justicia, la calidad de los servicios médicos, la sobrecarga de trabajo en las instituciones públicas, la privatización de los servicios de salud pública, la falta de personal médico, la falta de medicamentos en las instituciones de salud pública, la saturación de los hospitales, la falta de presupuesto gubernamental, las deficientes condiciones de infraestructura, etc. Al grito de "somos médicos, no somos criminales", la profesión sanitaria de las instituciones de salud pública de todo el país está haciendo conciencia de esta problemática, pues la propaganda gubernamental quiere hacernos creer que cuentan con medicamentos y equipo cuando la situación es diferente.
En las pancartas llevadas en las marchas de este movimiento en todo el país, también se leyeron consignas de relación médico-paciente y de la responsabilidad del cuidado de la salud que todos debemos tener, haciendo ver en el fondo, que la relación egoísta, de lucha, de competencia que caracteriza la mentalidad capitalista, se ha ido introduciendo profundamente en todas las relaciones interpersonales, incluso en las más sagradas. El sobresalir, vencer, aplastar y competir, que a primera vista parece positiva, pero que destruye al hombre en su fundamento esencial, que es la interrelación, la interpersonalidad, la comunión y la comunicación, lo convierte en un "individuo" aislado y egoísta que sólo busca ganar y tener, sin importar usar o destruir; La relación con el otro sólo es para "utilizar", "usar", "hacer producir" "explotar" y cuando mucho a un "te doy y me das"; todo es comercio y búsqueda de ganancias. Ya no hay en estas relaciones el buscar el bien del otro, ya no hay amor desinteresado. Se han convertido las relaciones matrimoniales en un "contrato de conveniencia" que en cuanto deja de convenir se deja, la relación fraternal es una competencia encarnizada, el padre ya no ama, sino "invierte" en sus hijos; hasta las relaciones con la divinidad están cayendo en una relación comercial, más o menos evidente, según las diversas tendencias religiosas. La relación pueblo-gobierno ha caído en una lucha entre enemigos en vez de colaboración mutua y la política ha olvidado su vocación de servicio amoroso. No es, pues de extrañar que también la ideología capitalista y consumista haya permeado las relaciones en las práctica del profesional de la salud.
Ante las manifestaciones del espíritu de dominio y de violencia debemos sentir con fuerza la responsabilidad de estar de parte de la vida cuidando la nuestra y la de los demás. Los profesionales de la salud son colaboradores con nosotros en una "alianza" en la que ambas partes buscan proteger la vida. El diálogo y la comprensión mutua basada en un interés común por la salud superará las relaciones burocráticas y el modelo neoliberal de atención a la salud que convirtió al paciente, sujeto de la atención, en "cliente", sujeto de interés corporativo. Ante la ruptura de la alianza entre la profesión sanitaria y los pacientes (como ha sucedido en las demás áreas de relación interpersonal arriba mencionadas), se ha transformado en una mera relación comercial que busca la rentabilidad. Más que buscar culpables en una parte u otro de la relación, es necesario replantear toda una ideología y estructuras generales que cocifican; que considera más valioso el ser y el tener y que repercute en todas las relaciones interpersonales. La práctica del profesional de la salud contiene una característica que la hace estar sobre las otras profesiones y oficios. Es un quehacer intensamente moral, y por ello la atención a la salud es uno de los pilares de la sociedad y destruir su propósito fundamental no sólo daña a la profesión médica, sino a la sociedad misma. No se trata de regresar a la relación paternalista y autoritaria de los médicos de hace 50 años, sino de reestructurar la relación (alianza) y superar actitudes indignas de médicos, pacientes e instituciones, superando sistemas deshumanizantes. Considerarse no enemigos, sino aliados, confabulados para superar la enfermedad.
¿Está naciendo el nuevo Hipócrates en una relación que exige comprensión y participación responsable de ambas partes y una adecuación y perspectivas pertinentes a los cambios que suceden en el mundo actual, o se está extinguiendo devorado por la ideología neoliberal? ¿Será posible restablecer las relaciones que promueven el interés por el otro, por su vida, por su bien, en vez de destruir y asesinar al otro suicidándonos a nosotros mismos?
Dar nuestra contribución en la construcción de la nueva cultura de la vida es una fuerte responsabilidad de parte de todos. Pueden seguirse para ello tres caminos fundamentales.
Anunciar valientemente el valor del hombre, contra toda concepción individualista, cosificadora, del individuo o de las naciones, de las razas, para encender de nuevo en el interior de cada uno el sentido de la dignidad de toda existencia humana en la cual Dios ha puesto como sello su imagen, fundando al mismo tiempo la razón última de la fraternidad universal entre los hombres.
El segundo camino es superar la búsqueda de dominio y prepotencia en cualquier forma que se manifieste. Implica denuncia valiente de las motivaciones económicas, políticas y sociales que están a la raíz del espíritu de dominio que alimentan una cultura de muerte, que ha hecho de la opresión de los débiles y de los pobres una ley y un estilo de vida.
El tercer camino es el del testimonio activo del servicio a la vida: Nuestro mundo necesita más testigos que maestros - nos recordaba Pablo VI - y los maestros son escuchados en la medida en que dan testimonio. Hacer ver con las obras su pasión por la vida, fecundando el anuncio con la fuerza que arrastra, que es la coherencia hasta el fin. Hacer oír el sentido de la dignidad del hombre en cualquier circunstancia y condición.
Un mundo más vivible y justo es posible, un mundo en el que se establezca el primado del ser sobre el tener y de la persona sobre las cosas y en el cual el dominio, la indiferencia y el rechazo del otro se transformen en servicio, acogida, responsabilidad. La vida, toda vida, está en nuestras manos, confiada a nuestra responsabilidad, a nuestra sabiduría y a nuestro amor.
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