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Niños migrantes

ARTURO MACÍAS PEDROZA

De nuevo la cuerda se rompe por lo más delgado. Los niños es la parte de la sociedad que necesita protección por ser los más débiles y es signo de civilidad y desarrollo el proveer esta protección.

Pero el sistema liberal que impera actualmente proclama la ley del más fuerte, la ley de la selva, y con ello el desconocimiento progresivo de los logros que la humanidad había logrado a lo largo de la historia. Los desvalidos, los abandonados, los marginados, los descartados están siendo víctimas de esta forma de pensar y en esta lucha regida por la ley de la selva; se aprueban leyes en este sentido y con esta ideología. Los que no se pueden defender quedan en el olvido o se usan como carne de cañón o estorban. Aborto para los niños no nacidos que no pueden defenderse, eutanasia para los que no pueden trabajar… En esta lucha encarnizada algunos reaccionan con lo que tienen: Se organizan, hablan, reclaman, protestan; las discusiones en las cámaras son una lucha de poderes (de los que tienen poderes). Pocos hablan en defensa de los desvalidos. El País está repartiéndose entre los poderosos y la lucha contra la violencia parece ser sólo una concertación entre los implicados, ya que no se ven resultados; el hecho de que baje el número de muertos por número de habitantes no es terminar la violencia, pues sus causas siguen sin modificarse o incluso aumentan.

¿Y qué armas tienen los niños para defenderse de esta guerra? Siendo los "desarmados" por excelencia son, por lo mismo, los más vulnerables. En la "defensa de nuestro derechos" que se hace en las cámaras de representantes pocas veces enarbolan los derechos de los niños. En las discusiones de las que hemos sido testigos a propósito de la reforma educativa se reclaman muchas cosas, pero los niños y sus derechos no están en primer lugar. Ahora sale a la luz el fenómeno de los niños migrantes, que no es un tema extraño para nosotros en La Laguna, no sólo porque hay migrantes que pasan por nuestras tierras y que incluso dan a luz entre nosotros (como sucedió el 21 de abril en el hospital general de Torreón con Fared Maomi, una hija de padres hondureños), sino porque nosotros mismos somos un pueblo joven formado por gente que ha venido de otros lugares apenas hace 100 años, y seguimos siendo exportadores de migrantes (¿Cuántos no tienen en la familia este fenómeno de alguna manera?). El fenómeno de la migración ha tomado otro rumbo al afectar a 57 mil niños que han cruzado la frontera llegando hasta Estados Unidos, desde octubre del 2013, es decir, en menos de un año. Este fenómeno nos interpela. La globalización se manifiesta en la emigración a nivel planetario. Es un "signo" de nuestros días que pide saberlo interpretar.

El gran flujo de emigrantes que se da en todos los continentes y en casi todos los países, es un fenómeno de la globalización, pero aquí se está considerando como una "emergencia" en vez de tomarlo como uno de los hechos sociales que caracterizan nuestras sociedades y que nos desafían y nos ponen grandes retos. Muchas personas obligadas a emigrar, sufren y, a menudo, mueren trágicamente. Muchos de sus derechos son violados, se ven obligados a separarse de sus familias, y lamentablemente siguen siendo sometidos a manifestaciones de racismo y xenofobia. "Es necesario que todos cambiemos la perspectiva hacia los emigrantes y refugiados; que pasemos de una perspectiva defensiva y de miedo, de desinterés y de marginación - que en el fondo, se corresponden con la "cultura del descarte" - a una perspectiva basada en la "cultura del encuentro". Esta es la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor" (Mensaje del Papa para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2013).

En esta emergencia humanitaria que consiste en las decenas de miles de niños que emigran solos, sin acompañantes, para escapar de la pobreza y de la violencia desde Centroamérica y desde el mismo México, cruzando la frontera con los Estados Unidos en condiciones extremas y persiguiendo una esperanza que la mayor parte de las veces resulta vana, reclama, como primera medida de urgencia, proteger y acoger debidamente a estos menores (casas, refugios, asistencia, formación integral, etc.).

Sin embargo, estas medidas no serán suficientes si no van acompañadas de políticas informativas sobre los peligros del viaje y, sobre todo al desarrollo y promoción en sus países de origen. Que no digan los Estados Unidos que no es un problema suyo y que no son causantes del subdesarrollo y la violencia en los países que originan migrantes, porque sería fácil argumentar lo contrario (explotación, droga, trafico de armas… ). Políticas migratorias como las que actualmente se están ventilando en nuestro vecino país del norte, tendrán que tomar en cuenta su responsabilidad en este fenómeno, especialmente con su actual presidente Obama, cuyas promesas de campaña incluían este tema, siendo favorecido por ello con un número importante de votos de los latinos.

Finalmente es necesario reclamar la atención de toda la Comunidad Internacional ante este desafío, a fin de lograr nuevas formas de emigración legal y segura. Los Indios Kikapú, que son parte de los originarios pobladores de estas tierras, hablaban más que de poseer la tierra, de que somos nosotros los que pertenecemos a la tierra; ellos pasan regularmente la frontera a sus tierras sagradas en Coahuila, enseñándonos que es posible la convivencia entre los pueblos. ¿Los niños migrantes lograrán conmover nuestro corazón?

Es loable un coloquio de estudio y reflexión sobre el gran reto de la emigración organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores del Gobierno mexicano, que reunió a cónsules de México en Tucson, Arizona; Santa Ana, California; Raleigh, Carolina del Norte, y Embajadores de Guatemala, Honduras y El Salvador, la subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos de México, quienes agradecieron públicamente el papel de la Iglesia a favor de los migrantes en esos países. Estuvieron también en la reunión el representante del Papa Francisco con un mensaje(el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede), el Nuncio Christophe Pierre, y encargados eclesiales de esta problemática en el país, comprometiéndose a coordinar esfuerzos entre la Iglesia y con el gobierno, coordinándose a nivel estatal y municipal con el DIF y otras instituciones para recursos y apoyo para los centros que la Iglesia tiene para ayudar a migrantes y para la coordinación con las compañías de transporte y la Policía Federal, para repatriar a los que lo pueden hacerlo, pero además acoger a niños migrantes que quedan solos para atenderlos además en educación y formación integral e inserción social. Esto requiere una infraestructura que incluya un trabajo conjunto del gobierno, la Iglesia y la iniciativa privada para estructuras a largo plazo.

¿Será que los niños movieron los corazones de todos para cambiar nuestras actitudes? ¿Por qué no? Siempre lo han hecho. Un niño nos despierta de nuestro egoísmo y nos abre al amor desinteresado. ¿No lo podrán hacer tantos niños emigrantes? ¿Por fin podremos colaborar juntos en la construcción de un mundo que no es nuestro, sino de los futuros ciudadanos del mundo? ¿Seremos modelo de nuevo modo de vivir en comunión dentro del fenómeno de la globalización?

Piensalepiensale@hotmail.com

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