PIÉNSALE, PIÉNSALE
Comienza el nuevo curso escolar. Miles de niños, adolescentes y jóvenes continúan su educación formal, aunque la emergencia educativa que estamos viviendo, aún no ha sido resuelta satisfactoriamente.
Aún no somos capaces de ofrecer a las nuevas generaciones, lo que es nuestro deber transmitirles. Estamos en deuda en lo que respecta a aquellos verdaderos valores que dan fundamento a la vida. El sistema capitalista ha fracasado en dar satisfacción a las mayorías y, no obstante, sigue aferrado sin permitir hacer los cambios necesarios para enfrentar la nueva época. Así termina descuidado y olvidado el objetivo esencial de la educación, que es la formación de la persona, para hacerla capaz de vivir en plenitud y de dar su contribución al bien de la comunidad. La demanda de una educación auténtica y de verdaderos educadores crece cada día y en estos días aumenta la angustia de los padres de familia preocupados, y con frecuencia angustiados por el futuro de los propios hijos. A ellos se unen también una gran cantidad de docentes que viven la triste experiencia de la decadencia de la escuela y la sociedad toda que ve amenazadas las bases de la convivencia humana.
Pero ante esta emergencia educativa y la necesidad de no permanecer indiferentes, corremos el riesgo de seguirle el juego al sistema neo-liberal que pide competencia, lucha, estar arriba, aunque sea pisando a otros, consumir, tener antes que ser. Desarrollamos una serie de expectativas sociales sobre los individuos, intentando capacitarlos para luchar en esta jungla despiadada que, contrariamente a lo que pregona, pone infinidad de trabas y deja en desventaja a muchos que no pueden competir con los privilegiados de este sistema. ¿Qué resulta de esto? Que se educa en desventaja para un sistema injusto que no promueve a la persona y que no les transmitimos lo mejor de nuestra cultura. Las fuertes expectativas familiares y sociales influyen en la persona, desde su infancia. La familia considera como objetivo prioritario alcanzar buenos resultados escolares y títulos de estudio, a los que se atribuye un valor excesivo. Hay un impacto negativo sobre la familia cuando se frecuentan cursos para obtener metas formativas particulares, después de los horarios escolares, hasta la noche, con el fin de obtener mejores resultados. Se resiente la vida familiar y falta el tiempo libre para dedicar al juego, al descanso y al sueño. La presión a veces es tan fuerte, que conlleva procesos de exclusión social, que incluso acaban en suicidio. Esto es un problema que requiere también ser afrontado.
Es cierto que educar es una tarea ardua y delicada, pero es necesario ver en cada niño, adolescente o joven, un sujeto capaz de desarrollarse, de afrontar los retos presentes y llegar a ser un buen ciudadano y un mejor hombre, y no sólo un títere sujeto a los caprichos de los poderes políticos, de los monopolios económicos nacionales e internacionales y de los medios de comunicación. ¿Cómo oponerse a todo un sistema? No es una lucha de poderes; el mismo fracaso del sistema y el cambio de época, exige un nuevo proyecto educativo que descubra la esencia de la persona humana haciendo ver las desventajas de antiguos paradigmas, incluso para los que creían y/o se beneficiaban de ellos. Esta actitud positiva surge de una evidencia antropológica: En todo ser humano existe una bondad que busca florecer y desarrollarse siempre. Nadie está fatalmente condenado a vivir en el mal. Todo ser humano sin excepción anhela encontrar el camino para llegar a su plenitud humana y trascendente siguiendo la verdad, el bien y la justicia.
La esencia de la educación es comunicar una experiencia previa para construir una humanidad nueva, recorrer el camino de la propia realización y formar e impulsar a una persona para que logre el desarrollo de su conciencia y alcance la madurez de su ser; es desarrollar integral y armónicamente las capacidades de cada ser humano; es vivir para realizarnos y perfeccionarnos como seres humanos a través del desarrollo de virtudes que a la propia persona, al mundo y a los demás. Es por tanto contradictorio con un liberalismo individualista que limita a la persona a unos cuantos factores y la encierra en sí misma impidiéndole lo esencial de su crecimiento que es la interpersonalidad.
Es preciso un camino educativo continuo para la formación de un ser humano auténtico, libre de toda esclavitud, en constante purificación y realización personal lo cual no se logrará con la angustiosa presión para adquirir habilidades y competencias para ser feroces luchadores en un mundo violento. El amor es la principal fuerza impulsora del crecimiento pleno de cada persona y de toda la humanidad. La primera e inaplazable tarea es la formación integral de la persona que requiere una renovación de relaciones. Hoy como nunca es una exigencia invertir todos los recursos a nuestro alcance en la formación de las personas. La educación escolar, por la que formamos a las futuras generaciones es una expresión de nuestro amor por nuestros hijos. Este amor nos pide buscar para ellos el mayor bien, y este tiene que ver con la capacidad de orientarse en la vida y de discernir el bien del mal, el cuidado de su salud física y moral, no obstante, el ambiente deshumanizante. Educar es dar algo de sí mismo y ayudar a otros a superar los egoísmos.
¡Feliz regreso a clases!
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