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PIÉNSALE, PIÉNSALE

ARTURO MACÍAS PEDROZA

La esperanza es una prerrogativa típicamente humana. Vivir es esperar, pero en la época post-moderna el subjetivismo ha roto con una historia general haciendo que cada uno tenga su propia historia individual.

Cada individuo se mueve en un espacio sin horizonte. No hay futuro. Los acontecimientos se atropellan sin finalidad alguna y habiéndose vuelto tan compleja la existencia, ésta tiene que ser justificada por un relato propio, relatos pequeños y fragmentarios, por ello ha aparecido una postura que va ganando cada vez más terreno entre nosotros: El presentismo, que es un estilo de vida sostenido por la creencia de que únicamente existe el presente, mientras que futuro y pasado son irreales. Por lo mismo, no se tiene ninguna deuda con el pasado y ningún compromiso con el futuro. El hombre postmoderno está convencido de que no es posible cambiar o mejorar ni él como persona, ni la sociedad. El hombre presentista, no se abre a la esperanza. Por tanto, ha decidido disfrutar al menos del presente, y así el círculo vicioso se va haciendo cada vez más amplio.

La miseria, la injusticia, la corrupción, la impunidad, la violencia, aunadas a la poca participación social, están haciendo caer incluso a luchadores sociales y activistas en la desesperanza. Los cambios tan sonados no dan visos de mejoras efectivas, por más que el marketing, los informes y los datos se manipulen. Los poderosos "tienen la sartén por el mango" y se siguen sirviendo "con la cuchara grande" cínicamente. La promoción de la desesperanza para algunos es muy conveniente para seguir manteniendo el status quo, pues el hombre que piensa en el futuro como dimensión personal se preocupa de él, lo teme y, cuando el presente le resulta angustiante, lo espera. Indaga el futuro de su persona, quiere conocerlo, preverlo, garantizarlo; quiere programar el hombre futuro, la orientación de la historia y la evolución del mundo. La perspectiva del futuro exalta y asusta; es el reino de lo imprevisible, de lo incierto y, por tanto, de la espera, de la esperanza; es espacio de libertad, de visión de futuro, fuere de responsabilidad. El presente es el futuro realizado y el futuro es el presenta aún no cumplido. Aunque diezmada, no se puede quitar esta dimensión que explica en sí lo más fundamental de la vida humana. "El hombre es el ser de la esperanza por antonomasia; el ser del deseo. Un deseo que no se conforma con nada, que siempre aspira a más, y que es únicamente clarificado desde nuestra aspiración más humana: la felicidad" (Herrera Maldonado, J. O. "La esperanza en spe salvi" p. 27, FRUCTUS año 1 no. 2, 2014).

El problema del futuro abraza todas las dimensiones de la vida; implica la interpretación de las cosas y de la historia en su justa dimensión, la valoración de las instituciones, la comprensión de los dinamismos sociales, la toma de posturas respecto al desarrollo, supera la superficialidad y lo inmediato para ir a lo profundo y lo espiritual. Tomando conciencia de tender hacia el futuro, nos convertimos nosotros mismos en proyecto, como historia, como algo no acabado, pero también tomamos responsabilidades y compromisos no obstante la conciencia de la precariedad: La esperanza es todo esto que implica esta fundamental actitud humana que ayuda a superar el presentismo y fragmentarismo simplista y reductivo que falsean la realidad y que impiden vivirla en plenitud, dejando a otros el control de nuestras vidas.

La Iglesia diocesana de Gómez Palacio, se perfila como un signo de esperanza e instrumento de construcción de futuro, al tener en fase final el plan diocesano que puede aglutinar y reorientar los trabajos de reconstrucción del tejido social. El 31 de octubre y primero de noviembre está programada una asamblea con cerca de 400 representantes de la Laguna de Durango. En ella verán objetivos, darán propuestas, trazarán líneas de acción y determinarán agentes y destinatarios, para con ello promulgar el Plan Diocesano que ilumine los procesos de planeación y programación en todas las comunidades, estructuras y agentes de la diócesis.

El análisis de la realidad ha sido exhaustivo y participativo, es decir, no está hecho desde el escritorio; descubre las problemáticas fundamentales, muchas de ellas de carácter social que buscan ser transformadas (pobreza, corrupción, violencia, falta de participación ciudadana…). El método usado es la planeación prospectiva, como una herramienta probada por la sociología y el mercado, que consiste en situarse mentalmente en el futuro por medio de un acto de anticipación, pero no en cualquier futuro, sino ante un futuro deseable, para que desde esa ubicación, reflexionar sobre nuestro presente actuando sobre él, de tal modo que se pueda ordenar y acelerar el proceso de cambio y conducirlo hacia el futuro que deseamos.

El panorama se puede abrir nuevamente para todos: para los desilusionados de la acción de gobierno, para los agotados ante los pocos resultados de sus acciones en favor de la participación, para los que han quedado sin recursos y no vieron resultados, para los que descubren aterrados estructuras de corrupción finamente tejidas como trampas sin salida, para los que habían perdido toda esperanza e incluso estaban pensando en rendirse o cambiar de dirección o de ideales, para los que no han podido salir pero quisieran irse muy lejos, los que sin esperanza veían un callejón oscuro y sin salida, incluso para los que nunca han luchado y vivían una vida sin motivaciones ni ideales, o para los que continúan luchando con pocas esperanzas de éxito; para los derrotados y pequeños que no tenían a quien acudir. Ésta será la oportunidad de unir fuerzas en favor de ideales comunes y de acciones concretas y con programas realizables, partiendo desde las bases. A los ya comprometidos en acciones en este sentido les servirá como inspiración y motivación.

Es pues una esperanzadora llamada a participar basados en un fortalecimiento de la fe y en una concretización de ella en una misión alegre que restituye al hombre su identidad de ser-para-el-futuro y ser-para-los-otros, que se fundamenta en el presente y construye desde aquí los valores de un reino nuevo que es de vida que rechaza la muerte; de verdad en contra de la mentira; de perfección, plenitud y trascendencia humana en contra de la deshumanización del materialismo y del consumismo; que promueve la justicia y la equidad en contra de la impunidad, la falta de legalidad y la pobreza; que concretiza el amor y rechaza todo odio; que trabaja superando lo que no lleva a la paz.

Vivir en esperanza es penetrar el valor del ser en el tiempo; descubrir las dimensiones de la solidaridad con La Laguna; decidirse a colaborar en este plan que lleva gran fuerza sin ser excluyente de otras iniciativas. Vivir en la esperanza es vivir inmerso en una realidad en que el cumplimiento ya ha comenzado, pero todavía no se ha manifestado en su dimensión definitiva. Es vivir en el hoy de la historia humana que reasume el pasado y anticipa el futuro.

piensalepiensale@hotmail.com

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