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PIÉNSALE, PIÉNSALE

Hagamos patria

ARTURO MACÍAS PEDROZA

La Patria es opuesta al declamador y al demagogo, al "patriotero" que grita "viva México" un día y trata de destruir cotidianamente su grandeza desde la pasividad, la corrupción, el egoísmo, la superficialidad, la violencia.

Tal vez algunos gritos estentóreos buscan acallar la conciencia ante la culpa por no amarla. ¿O acaso - que bello sería - es grito de la gestación de un amante de la patria?

Pero la patria es indestructible, nívea, ígnea, fina y fuerte, reflejada en la "galana pólvora de los fuegos de artificio" (López Velarde en su "Suave Patria"), en el brillo de unos ojos infantiles que resplandecen amorosos por todo lo que la Patria es, en el orbe de las pequeñas cosas, de los pequeños hechos, de los personajes que en su sencillez y simpleza son veta pródiga, hecha de las materias del cuerpo y de la tierra, más vívido que la misma realidad. Ese mundo de las muchachas de provincia que van a misa, de la orquesta dominical en el kiosco de la plaza tocando valses criollos, es la majestuosidad de lo mínimo.

Las fiestas de la Independencia nos dan la ocasión de volver la mirada a los acontecimientos sobre los que se funda nuestro país para comprender nuestra identidad, asumir objetivamente nuestro pasado y proyectar hacia nuevos rumbos nuestro porvenir. Las celebraciones ayudan a entender la gestación y el crecimiento de nuestra nación como un proceso siempre prolongado y nunca totalmente acabado, con luces y sombras que hay que ver con espíritu generoso y agradecido hacia quienes contribuyeron a su realización. Se trata de una perspectiva histórica amplia: La conmemoración de la Independencia no puede agotarse en un mero recuerdo de ciertos hechos que han marcado nuestro pasado y que han preparado lo que actualmente somos. Nuestra historia es algo más que el sucederse de guerras y revoluciones. Las treguas de la violencia, los momentos de paz, han sido en realidad los que han permitido realizar obras culturales duraderas. Especialmente debemos valorar la búsqueda de la libertad y la identidad en la Independencia; la justicia y la democracia en la Revolución Mexicana. Reconociéndolos los incorporamos a otros valores, que nos permitan responder a las nuevas exigencias de esta realidad histórica que vive nuestro País dentro de un contexto global. Un pueblo logra su auténtico desarrollo cuando actúa en fidelidad a los aspectos esenciales de su identidad cultural, que están en consonancia con los principios constitutivos de la persona y su dignidad. Justamente en este camino de desarrollo, cada uno de nosotros tenemos un aporte original que debemos ofrecer a nuestra Nación.

Una clave de interpretación de nuestra historia es la optimista que se basa en la confianza de que ésta, aunque depende mucho del recto uso de nuestra libertad, es llevada bajo el dominio de un poder que interviene en ella. No es un sosegado y apacible estar en la indiferencia, sino una exigencia de cada uno de nosotros de optar por la participación en esta dinámica y entrar con esta actitud a hacer Patria.

Es necesario pensar cuál es el proyecto nuevo que nos pide nuestra Nación. Un proyecto que antes de reflejarse en la vida social exige pasar por el ámbito de la conciencia personal, de las convicciones, de los estilos de vida que lleven a una transformación personal profunda de actitudes, a un cambio de mentalidad que transforme e impacte la propia vida y el entorno social. Este cambio renueva el modo como vivimos y como nos responsabilizamos de la realidad que nos toca afrontar.

La Patria íntima, leve, cuya unidad "castellana y morisca, rayada de azteca" con voz femenina de nacionalidad, no proclama la violencia, sino que la desafía con el arma poderosa de la no violencia al salir a celebrarse como Patria, al vaciarse en las calles con la alegría de quien se sabe libre y reclama su libertad. Esta Patria nace contra la lucha fratricida, contra la corrupción que descompone, contra la injusticia que enfrenta, contra el dominio homicida de Caín, y esa Patria es leve, subjetiva, colorida, folclórica. Hay en esta Patria la "épica sordina" que complementa el "bélico acento" del potosino Francisco González Bocanegra en nuestro Himno. Es la Patria de mirada mestiza que une la provincia y la Capital, el establo y el petróleo, el México antiguo y el México moderno, lo católico y lo pagano… Una Patria que pone la inmensidad en los corazones, de ferias y festividades de pequeños pueblos con su cohetería destellante. La Patria sigue ahí "impecable y diamantina", "alacena y pajarera" ("La Suave Patria" de López Velarde) es una patria fiel a su espejo diario, pero alejada de la violencia de las horas. Frente a la pobreza y la miseria, frente a la turbulencia armada, esta patria reclama nuevos hijos para mitigar el hambre y alentar la paz.

Ante la supremacía de la barbarie, que pulveriza o enloda todo, nos invita a pensar en lo profundo y descubrir nuestra suave Patria. Ante la miseria que desplaza la pobreza, las caravanas del hambre que han levantado sus casas en las ciudad perdida que ha ido ciñendo -estrangulando- a nuestro Gómez y Lerdo hasta volverse el principal paisaje. La delincuencia que se ha vuelto penosamente cotidiana con crímenes de todo tipo, crecimiento a niveles insoportables de la deuda y desempleo… no podemos dejar de pensar en la ardiente actualidad de la llamada a volver a esa Patria leve, modesta, la de los pequeños hechos y las cosas sencillas, la de la vida diaria sencilla en sus costumbres, que nos está llamando a una nacionalidad que desde hace mucho no escuchamos; esa Patria, en fin, como el íntimo y mejor refugio ante tanto terror y desamparo. No ya la Patria del oropel, no ya la Patria de lo irracional y tonto: No ya la corrupta ni la inicua, sino la trásfuga de lo trivial, de lo obvio, la gran Patria engalanada en septiembre nos atrae a su intimidad, a regresar al trabajo, al fervor, al hervor de sus riquezas espirituales y materiales, a la virtud, a lo no mítico, a lo innominable, a lo irreductible, a lo que no pueden manchar los que intentan destruirla porque es etérea, es íntima, ingrávida, insustancial disociada de lo álgido, de lo "no Patria". Afirma, a cambio, la humildad de las personas, de lo arcano y de las cosas.

Renuente a prácticas deshumanizantes, destructoras del país, La suave Patria perdura, opuesta a quien quiera exfoliar a México y llama a la conversión desde dentro a cada uno de sus hijos a sentirse parte de ella, estar a la altura de esa Patria fina, fuerte, fiel, nívea, ígnea, eclíptica, virtuosa.

Piensalepiensale@hotmail.com

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