La capacidad de pensar es una de las características que nos definen como seres humanos. Si dijéramos que el hombre es un bípedo sin alas, aunque sea cierto, no puede ser una descripción adecuada de quiénes somos.
En cambio la capacidad de pensar, de razonar y de hacer juicios de valor, es esencial para poner en acto la otra cualidad propia que nos hace personas: La libertad. Lo que, por nuestra inteligencia, consideramos como deseable para alcanzar nuestra felicidad, motiva a la voluntad para que optemos usando nuestra libertad.
La libertad no es pues una acción caprichosa, sino la resultante de la acción conjunta de la inteligencia y la voluntad. Cuando esta inteligencia no se usa o se usa mal, estamos dejando de ejercer nuestra capacidad de ser humanos. Es cierto que somos diferentes a los animales, pero si lo que nos distingue de ellos está sin actuarse, la consecuencia es la despersonalización, la deshumanización. Sólo las "cosas" ya están fatalmente determinadas, en cambio nosotros somos los únicos seres de la creación que, para lograr nuestro fin, usamos nuestra libertad. En la medida en que esta libertad sea bien utilizada, y que el proceso de poner en acción nuestras cualidades propiamente humanas sea eficiente, entonces podremos ser hombres y mujeres en plenitud de humanidad.
Las deficiencias en este proceso pueden ser muchas, tanto en el aspecto de la inteligencia, como en el de la voluntad y libertad. Veamos hoy sólo algunas que nos están afectando en la actualidad en cuanto al recto funcionamiento de la capacidad de razonar: Decía Juan Pablo II a los jóvenes: "¡Aprended a reflexionar más y más!¡Aprended a pensar! Los estudios que hacéis deben ser un momento privilegiado de aprendizaje para la vida del espíritu ¡Desenmascarad los slogans, los falsos valores, los espejismos, los caminos sin salida!" Razonar es un aprendizaje; La familia, la escuela, el ambiente, los medios, la cultura en general, son los encargados de transmitir a las nuevas generaciones esa capacidad. Cuando se renuncia a esta tarea, cuando en vez de educar al discernimiento se impide que se desarrolle o incluso se manipula la verdad y se promueve la ignorancia, entonces se está renunciando a la humanización.
Algunos renuncian voluntariamente a esta responsabilidad de autoconstruirse. Dejan a otros sus opciones, creen que otros les harán el trabajo de elegir por ellos lo que más les conviene, cuando en la realidad se buscan otros intereses más bien dañinos para el que deja de pensar: "Deja a mí; yo sé lo que te conviene, no pienses, no cuestiones…" Es necesario también dejar la educación que sólo promueve la pasividad, la memorización castigando a los "inquietos"; Una educación así no forma en la capacidad de discernir.
Los medios de comunicación sacan provecho de la ignorancia y hasta la promueven utilizando programas televisivos enajenantes, con la clara intención de mantener al pueblo idiotizado, ignorante y por tanto manipulable; no sólo no cumplen su papel de enseñar; se aprovechan de la ignorancia y la promueven; "deseducan" con engaños, errores y mentiras que, repetidas muchas veces se convierten en "verdades" para quien no sabe pensar. El problema empeora, pues no sólo no educan, sino que "deseducan" enseñando errores que luego es muy difícil quitar. No es un secreto que sirven a intereses particulares o de grupo y no al bien de la comunidad.
Aunado a ello en política encontramos considerables proporciones de glorificación o justificación de egoísmo individual o de grupo. Los emperadores antiguos a pesar de todas sus fechorías, se hicieron semejantes a dios y grandes benefactores, pero en la sociedad actual la política es demagógica. Con frecuencia, utilizan principios morales espléndidamente parafraseados como retórica vacía. La utilización cínica de información manipulada quiere hacernos creer, a fuerza de marketing, lo increíble y prometen lo que siempre se ha prometido y nunca han cumplido.
El ser humano es buscador de la verdad; su ser intelectual está dirigido a ello para poder descubrir sus opciones más adecuadas y optar libremente por ellas. La información errónea, manipulada, falsa, o con medias verdades (que al final de cuentas son completas mentiras), provocan irremediablemente el error en su función intelectual y por tanto en optar por lo que más le conviene para crecer en humanidad. Pero su misma tendencia a la verdad y el uso adecuado de su intelecto, lo ha de llevar a desenmascarar los slogans, los falsos valores, los espejismos, los caminos sin salida. La verdad brilla por sí misma: "No somos tontos", dijo una señora de setenta años cuando le intentaban dar a conocer engaños que ella ya había percibido. "Es lo mismo, pero de diferentes fotos" exclamó un niño de 10 años al ver los desplegados en las calles, con motivo de los recientes informes municipales de Gómez y Lerdo.
La sabiduría se inicia en la contemplación del mundo, pero su verdadero significado y la comprensión de su verdadera dimensión, requiere la reflexión para no perderse en verdades aparentes, motivada por el deseo de conocer la verdad para decidir sobre cuestiones fundamentales de la existencia. Desgraciadamente son muchos los que suelen decidir mediante razones poco sabias, impuestas o manipuladas, que llevan a fines que no son los más adecuados para nosotros. Rehuir la responsabilidad de razonar y discernir lo que se vive o se propone, puede acarrear graves consecuencias (dependencia de otros, o actuación por impulsos ciegos). El razonamiento tiene sus reglas y principios para que sea válido. Requiere información confiable y precisa, ver las fuentes de información: ¿Quién lo dijo? ¿Por qué lo dijo? ¿Es honesto? ¿Es fuente confiable? ¿Tendrá otros intereses? Pensar, reflexionar, informarse, quitar prejuicios, opiniones infundadas, la moda, presiones exteriores… Piénsale.
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