Este es el título del mensaje de la Jornada Mundial de la Paz del Papa Francisco para el 1 de enero de este 2015 que estamos por estrenar; es una llamada a combatir las nuevas esclavitudes que manifiestan nuestro indigno comportamiento como humanidad. El año que estamos por recibir es un don de Dios a la humanidad y nos deseamos sinceramente la paz, sabiendo que es uno de los grandes anhelos del mundo, de México y de nuestra querida Región Lagunera. Pero para lograr la paz se requiere no sólo buenos deseos sino un arduo trabajo para restablecer las condiciones para la paz, con colaboración de todos: no sólo a nivel personal sino también de instituciones políticas, económicas, religiosas y sociales. "Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios" (Mt. 5,9).
Somos personas que nos definimos por la interrelación. No estamos aislados. Para poder desarrollarnos necesitamos a los demás como iguales, por ende las relaciones deben ser desde la justicia y la caridad, respetando unos y otros la dignidad, libertad y autonomía. En cambio la explotación del hombre por el hombre aniquila su libertad y dignidad.
Nosotros somos gente fraterna; nos llamamos "carnal", "hermano" o hasta "cuate" con la facilidad que da el saber esta realidad íntima, que se resiste al egoísmo desenfrenado que promueve el capitalismo: "todos contra todos". La fraternidad, por el contrario, funda la familia y la vida social. Todos somos "hijos de Eva", tenemos el mismo origen, naturaleza y dignidad. La multiplicidad y diferencias ayudan a construir la familia humana superando las deficiencias y enriqueciéndonos mutuamente.
Pero hay una realidad que no podemos negar y que degenera al hombre interrumpiendo su proceso de crecimiento y deformando su belleza y nobleza: el rechazo trágico de la vocación a ser hermanos manifiesta que no es fácil realizar la tarea de vivir unidos, preocupados unos por otros; viene la "desigualdad" el rechazo de la comunión se tradujo en la cultura de la esclavitud que aún se perpetúa pues se basa en el rechazo del otro, en el maltrato de las personas, en la violación de la dignidad y los derechos fundamentales, en la institucionalización de la desigualdad. Revertir esto requiere una opción de la libertad personal, una conversión de quienes se creen diversos, tanto los que se creen "superiores" como los que se creen "inferiores". A veces es más difícil hacerle ver su dignidad a quien ha sido siempre pisoteado, manipulado por toda una maquinaria cultural, que nos ha hecho creer que no valemos porque no estamos en un estatus social determinado, y que necesitamos entrar en esa lucha encarnizada de competencias en las que sólo unos cuantos están arriba; si luchamos, tal vez algún día estaremos "arriba" y tendremos que usar todos los medios posibles para mantenernos sobre los demás. Al no estar en ese nivel nosotros mismos nos creemos menos y dejamos a otros el manejo de nuestra vida, la libertad de elegir qué comer, qué ver, qué comprar, por quién votar, cuántos hijos tener, qué aprender… Los mismos "descartados" como los nombra el Papa Francisco, lamen sus cadenas y admiran la belleza de su prisión. Por eso la liberación no podrá venir de fuera solamente. La fraternidad no disminuye la dignidad de cada uno ni excluye a nadie; es el espacio de comunión vivida en el amor.
La redención de las relaciones entre nosotros necesita primero descubrir las esclavitudes antiguas y nuevas; desenmascarar las cadenas disfrazadas y adornadas que no percibimos ya, porque nos hemos acostumbrado a verlas en esta globalización de la indiferencia. La esclavitud está oficialmente abolida en el mundo, pero la esclavitud de millones de personas sigue existiendo en las condiciones opresoras de trabajo formal e informal en todos los sectores; en muchos emigrantes que se ven privados de la libertad, de sus bienes o de sus derechos laborales; en las esclavas sexuales; en las víctimas del tráfico de órganos; en el reclutamiento para actividades ilegales; en los secuestrados, torturados, mutilados, desaparecidos y asesinados; en las víctimas del paternalismo, encadenados a un "sector" "cuadro" o "ideología" por cadenas maquiavélicamente entretejidas.
La raíz de la esclavitud es tratar a la persona como un objeto; como un medio y no como un fin. No es considerado hermano, se le niega su libertad, se le mercantiliza, se reduce a propiedad de otro con la fuerza, el engaño o la coacción física o psicológica, Otras causas que se unen a esta causa fundamental de esclavitud son la pobreza, el subdesarrollo, la exclusión, la falta de acceso a la educación, falta de trabajo. De esta manera la gente es "usada" en campañas, protestas y manifestaciones, mítines, manteniendo toda una generación de zombis sin conciencia, a merced y a las órdenes de poderes políticos y económicos. El Papa cuenta entre las causas de la esclavitud "la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. En efecto, la esclavitud y la trata de personas humanas requieren una complicidad que con mucha frecuencia pasa a través de la corrupción de los intermediarios, de algunos miembros de las fuerzas del orden o de otros agentes estatales, o de diferentes instituciones, civiles y militares" (op. Cit.). Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero, el dios poder, y no el hombre, la persona humana.
La esclavitud sólo podrá ser derrotada con un compromiso común, dejar la indiferencia y romper las cadenas invisibles y sus sutiles mecanismos, chantaje, amenaza, confiscación de documentos de identidad, violencia física. Se requiere un esfuerzo conjunto y global por parte de los diferentes agentes de la sociedad: 1. El Estado. La legislación nacional sea centrada en la persona, con leyes justas que defiendan y restablezcan sus derechos fundamentales (migración, trabajo, comercialización, elecciones). "Así como mecanismos de seguridad eficaces para controlar la aplicación correcta de estas normas, que no dejen espacio a la corrupción y la impunidad" (op. cit.). 2. Organizaciones intergubernamentales que luchen contra las redes transnacionales y nacionales del crimen organizado, así como organizaciones de la sociedad civil y del mundo empresarial. 3. La empresa. Su responsabilidad social, aunada a la responsabilidad social del consumidor. Producir, vender y "comprar es siempre un acto moral" (Benedicto XVI Caritas y Veritate 66). 4. Las organizaciones civiles, cada una desde su tarea específica, tiene la tarea de sensibilizar y estimular las conciencias acerca de las medidas necesarias para combatir y erradicar la cultura de la esclavitud.
Globalizando la fraternidad en favor de quienes se encuentran en un estado de sometimiento, multiplicando acciones por parte de todos aquellos que se dedican a luchar contra esta vergüenza de la humanidad contemporánea, se puede dar esperanza, abrir caminos, cambiar la vida de una persona que vive en la invisibilidad, e incluso cambiar nuestras vidas en relación con las nuevas esclavitudes. No seamos cómplices de este mal, no nos desentendamos de estos nuevos esclavos. Tengamos el valor de acercarnos para liberarlos efectivamente.
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