'Los tiempos están cambiando'
En esta semana cundió en los medios de comunicación la noticia de la comparación entre el Papa emérito Benedicto XVI y el papa actual Francisco hecho por la revista "Rolling Stone", además del inmediato reclamo por la descripción negativa hecha a la actuación del pontificado anterior parte de Federico Lombardi, director de la oficina de prensa del Vaticano.
"Los tiempos están cambiando", según la clásica canción de Dylan, y el título de la portada de la versión americana de la citada revista, manifestando ante todo la atención que genera en los ambientes más diversos la novedad del Papa Francisco. Estos ambientes, sin embargo, quieren medir con sus criterios la actuación de ambos papas. El sistema competitivo no puede entrar en los criterios de estos hombres, por más que sea el imperativo de un mundo capitalista que precisamente ambos papas han criticado como destructivo del hombre. Querer enfrentarlos es no entender en profundidad la manera en que la fe ha forjado a ambos personajes en forma distinta, precisamente porque la experiencia de la revelación divina es algo más que la asunción de ideas o conocimientos; es la manera en que cada uno se relaciona de persona a persona con el Misterio Divino, que interpela siempre a la persona viva a la que alcanza. Esto no es pues objeto de comparación. No se trata de evaluar funcionarios políticos (ésos si deben evaluarse), o de buscar competencia para ser el "number one" americano, pasando sobre otros y luchando siempre para mantenerse.
Toda experiencia religiosa a fin de cuentas, toca el misterio de la espiritualidad asumida personalmente, y cada uno da su fruto de devoción conforme a su calidad, estado y vocación, ejercitándose por tanto de diversa manera respondiendo en el espacio-tiempo de cada uno. El mismo Joseph Ratzinger en "Mi vida. Recuerdos" (Aus mainem Leben Erinnerungen 1927-1977, Ed. San Paolo 1997. P. 107) hablando de la calidad humana de sus padres y de otras muchas personas que había conocido escribía que "No sabría señalar una prueba de la verdad de la fe más convincente que la sincera y franca humanidad que ésta hizo madurar en ellos". Creo que ahora podemos decir lo mismo de los papas Benedicto XVI y Francisco, y debería poder decirse lo mismo de cada uno de nosotros como consecuencia de haber percibido la revelación y haber entrado en su posesión. De este núcleo de personas está compuesta la Iglesia entendida como organismo vivo que obra en la historia de los hombres y de los pueblos en una conexión intrínseca de Dios con la historia, experimentada y luego hecha camino, método, proyecto y categoría interpretativa del vivir.
Por eso la novedad de la época lanza a una nueva cristiandad, a una nueva respuesta encarnada en la historia. La Diócesis de Gómez Palacio cumple 5 años de vida y su proyecto en este desierto-Laguna deberá contar con los nuevos "Franciscos" y "Benedictos" que asumiendo su experiencia propia con el "Misterio", respondan a la coyuntura actual, analizada y asumida (encarnada) para salvarla de la violencia, la corrupción, el individualismo, la desesperanza y de la misma muerte. El hambre, el desempleo, los impuestos y en general el dolor y el sufrimiento de todo tipo, deben ser objeto de la sensibilidad sin falsos espiritualismos. "¿Puede haber algo más trágico, algo que contradiga más la fe en un Dios bueno y la fe en un redentor de los hombres que el hambre de la humanidad?" (Cf. J. Ratzinger, "Guardare Cristo", en L'osservatore Romano, 7 de marzo de 1997).
De esta forma la personalidad de ambos papas y de cada uno de nosotros, se proyectará a la colaboración original y fiel al mismo tiempo, en la tarea de hacer una nueva Laguna en un nuevo México y en un nuevo mundo, desde la espiritualidad asumida y diferenciada, en la asunción de las tareas, profesiones y papeles que nos corresponden y que se hacen proyecto, vocación y misión. Así pues, el ser hijo o hija, padre o madre, obrero o patrón, político o simple ciudadano, maestro o alumno, diputado o elector, doctor o paciente, comerciante o cliente, etc., se ha de practicar en un modo diverso, pero siempre como respuesta a este don-misterio asumido en la fe y acomodado a las fuerzas, negocios y ocupaciones particulares de cada uno. ¿Sería lógico que con historia y la fe de que formó a Benedicto como el teólogo alemán, respondiera igual que Francisco que tiene otra historia y vive otra historia? Ni peor ni mejor. No es competencia, sino colaboración. Tal vez los que más se rieron del artículo que los contraponía fueron ellos mismos, que juntos han dado respuesta a una voluntad mayor sin buscar ninguno el poder o la superioridad.
Pero ahora toca a cada uno dar respuesta personal y comprometida sin equivocaciones absurdas ni espiritualismos desencarnados. La búsqueda de sentido personal será resuelta en la auténtica y sincera respuesta a la voluntad de Dios para cada uno, que no lo destruye, sino que lo perfecciona y completa. Si creemos que dar esta respuesta es autodestructiva y contraria a la situación concreta de alguien, entonces es una falsa devoción, pues la verdadera respuesta a Dios no destruye ninguna clase de profesión o estado de una persona, sino que las perfecciona y embellece volviéndolas más agradables y perfectas. Hace más apacible, por ejemplo, para un papá, el cuidado de la familia, para un funcionario, el servicio que presta sea más sincero, y que todas las ocupaciones, de cualquier clase sean, resulten más llevaderas y hechas con más perfección.
No cometamos el error, la herejía, de excluir nuestra experiencia de fe de los cuarteles, antros, aulas, talleres y hogares. En cualquier situación debemos y podemos pues aspirar a la vida de perfección.
piensalepiensale@hotmail.com