Y después de la captura del Chapo, ¿qué es lo que sigue?
La captura tan sonada de Joaquín Loera, líder del cártel del Golfo, ha hecho correr mucha tinta sobre el tema(mejor tinta que sangre) en los diversos medios de comunicación. Una pregunta a la cual se intenta responder es sobre lo que va suceder después de este acontecimiento. Algunos expresan el temor de que vuelva a escaparse; Otros pronostican el surgimiento de nuevas cabecillas y/o la proliferación nuevas bandas. Lo que sí es cierto es, que si no cambiamos la cultura de la muerte, seguiremos produciendo chapos, chapitos y chapitas.
La cultura es una fábrica de personas; es, sobre todo, un comportamiento cotidiano, que refleja la "forma de ser" de cada cual; el resultado de sus percepciones y reflexiones, la respuesta personal a las cuestiones esenciales. Existe una cultura de violencia cuando ésta se ha internalizado en las formas de percibir y conducirse ante el mundo y, por lo tanto, en las formas de responder ante las circunstancias que éste plantea; cuando las acciones violentas suelen ser el patrón legítimo de respuesta frente al conflicto.No basta atrapar a un producto de esta cultura de la muerte (Chapo), para que ya no haya habría que detener la fábrica que los produce.
Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. La consecuencia es la producción de grandes masas de excluidos y marginados: Sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Se promueve la cultura del "descarte" que, según el Papa Francisco no sólo se explota u oprime, sino que afecta la raíz misma de la pertenencia a la sociedad en la que se vive. Produce "sobrantes" (Cfr. EvangeliiGaudium 53).
Los mecanismos que usamos para resolver los conflictos perpetúan las inequidades y las exclusiones de todo tipo. Algunos factores culturales que aparentemente legitiman o inducen prácticas violentas son la crisis de valores éticos, el predominio del hedonismo, del individualismo y competencia, la pérdida de respeto de los símbolos de autoridad, la desvalorización de las instituciones educativas, religiosas, políticas, judiciales y policiales, actitudes discriminatorias y machistas. "La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado nos ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por la falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera" (n. 54).
Hemos aceptado el predominio del dinero sobre nosotros, negando la primacía del ser humano. Hemos encontrado en el fetichismo del dinero y de la dictadura de la economía un nuevo ídolo que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: El consumo. No somos muy diferentes al Chapo cuando somos reducidos a esclavos de esta tiranía invisible, cuyo afán de poder y de tener no conoces límites. Esta mentalidad rechaza toda ética, pues ésta relativiza el dinero y el poder y condena toda manipulación y degradación de la persona.
¿Qué sigue, después de la captura del Chapo Guzmán? Si queremos cortar la producción de egoístas y violentos es necesaria una reforma, una conversión, un cambio cultural que forme una humanidad nueva basada en el amor como fuerza impulsora del crecimiento pleno de cada persona y de toda la humanidad. La transformación interior es el punto de partida esencial de una renovación real. Se trata de formar mujeres y hombres nuevos. Hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad será imposible erradicar la violencia. Cuando la sociedad abandona una parte de sí misma en la periferia no bastarán programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan detener tantos nuevos "chapos" producidos por un sistema social y económico injusto en su raíz. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas.
Por tanto, la primera e inaplazable tarea es la formación integral de la persona uniendo todos los esfuerzos de las instituciones formativas (familia, escuela, Estado, Iglesia y medios de comunicación) en una sola propuesta orgánica, de conjunto. Educar en el amor para el amor; en la adquisición de valores religiosos y culturales que promuevan la propia identidad y el respeto de la dignidad de cada persona. La tarea es difícil, pues es toda una transformación de una cultura, pero dejarla como está, paliando sólo los efectos, es condenarnos a seguir con una producción de personas violentas en diversos grados y en diversos ámbitos.
Hoy es día del maratón que identifica y unifica a La Laguna. Salgamos a encontrarnos y a vivir esta fiesta de todos; a renovar la esperanza de una sociedad lagunera que tiene un espíritu y una fuerza capaz de vencer inercias destructivas; de recorrer con esfuerzo nuevos itinerarios formativos, aunque sean maratónicos; de construir una nueva cultura formadora de una nueva humanidad.
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