No nos ha hecho justicia la Revolución
Conmemorando el lunes pasado los 100 años de la histórica Batalla del Cerro de la Pila, los tres poderes del Estado y otras autoridades de la región, se reunieron a las faldas de dicho cerro en Gómez Palacio para realizar una solemne ceremonia. Resaltando la importancia de este acontecimiento dentro de la gesta revolucionaria por ser esta región, paso obligado de comunicación y poseedora de una naciente industria susceptible de codicia. Se hacía mención no sólo de personajes importantes como Francisco Villa, sino también de los seis mil héroes anónimos caídos que luchaban para construir un México más justo. El gobernador del Estado de Durango Jorge Herrera reconocía la deuda de justicia social que aún se tiene con la nación y que desde entonces había sido uno de los grandes motivos de la Revolución. Existen aún muchos rezagos en el país y en particular en nuestra región en materia de desigualdad económica y de participación democrática. En el centenario de estos acontecimientos es necesario revalorar el pasado y sabernos continuadores de una historia que continuamos reescribiendo. La fuerza de la gente de La Laguna debe seguir manifestándose para exigir que ya le haga justicia la Revolución.
Los grandes rezagos en la distribución de la riqueza, en vez de subsanarse se siguen ampliando, incluso con nuevas formas de explotación y esclavitud, que cada vez agrandan más el abismo entre ricos y pobres. La justicia exige respetar la personalidad de hombre y facilitarle cuanto se le debe como individuo responsable de su propio destino. Las instancias comunitarias y la primacía del bien común sobre intereses particulares no han prevalecido a causa del afirmarse del capitalismo como sistema imperante en las relaciones económico-sociales. Una nueva revolución es necesaria, para que modifique una mentalidad que privilegia el tener sobre el ser y el individualismo egoísta sobre lo comunitario. La conciencia contemporánea y el nuevo clima cultural obligan a prestar más atención al tejido de injusticias y a la pluralidad de formas en que se viola la justicia a todos los niveles y en particular en las estructuras caducas que se resisten a modificarse y que son base de esas injusticias. Es por eso que la justicia no consiste sólo en tratar de reducir los excesos escandalosos de este sistema, como la pobreza extrema o la delincuencia, sino en cambiar el sistema que produce estos excesos. De nuevo se impone una verdadera revolución que transforme un orden sustancialmente injusto. Denunciar la inhumana lógica de un sistema capitalista y neoliberal fundado en la primacía del tener sobre el ser, del lucro sobre cualquier otra consideración humana y social, del rendimiento productivo y del consumismo.
Hoy la exigencia de promoción permanentemente de justicia, postula no sólo descubrir las injusticias que propiciaron la Revolución de 1910 y de las cuales aún queda mucho por superar, sino también es necesaria una esmerada búsqueda de las injusticias a nivel de política que abarca desde la violación de los derechos políticos a los económicos-sociales. Algunos requieren incluso ser reconocidos jurídicamente. En el tema de la justicia entran también la manipulación política o de los medios, la discriminación por diversas (hombres, extranjeros, mujeres…), e incluso la dirección capitalista de los intercambios internacionales y en general cualquier violación a los derechos sustanciales de la persona a la igualdad y a la participación, y a la distribución injusta de los bienes. La justicia es una acción y lucha que cada uno de los individuos y las comunidades, abiertas a la programación y a la participación democrática, emprenden para eliminar antiguos y nuevos desequilibrios, a fin de crear los espacios indispensables a la persona y a los grupos para poder ser ellos mismos y realizar sus propios fines con libre dignidad. Son objetivos jamás plenamente alcanzables, abiertos a la exploración e imaginación creativa.
La justicia coincide con los esfuerzos individuales y colectivos que tienden a realizar el desarrollo y la liberación de todo hombre de las variadas formas de opresión y alienación que sin cesar se engendran en los contextos sociales, pero asociada la justicia a la idea de orden y de paz, que son impensables sin ella. El insostenible sistema económico-político requiere algo más que reformas superficiales. La justicia reducida a beneficencia es una burla. La revolución debe promover modelos culturales más avanzados que superen el mero control de personas marginadas de lo fundamental. La dimensión pública de la justicia, su dinamicidad y progresividad hace que no se limite a un código de imperativos de justicia social porque las relaciones sociales en la historia han desarrollado en 100 años nuevas formas de relaciones sociales y con ello nuevas formas de alienación y nuevas formas de exigencias de justicia, que reclaman capacidad de percepción y de disponibilidad para acogerlas.
Justicia social, es pues, el camino que realiza la vocación original de la persona humana y no sólo bienes exteriores. Se trata de llegar a ser totalmente uno mismo. Autorrealizarse del todo libre y responsablemente realizando un orden social pacífico. El que tiene sed de justicia tiende incesantemente a su realización ayudando a la liberación auténtica e integral de todo hombre y rompiendo con toda decadencia y retraso de progreso. La primavera del mundo que asoma en estos días motive al amor nuevo que nos haga entrar en sintonía con las exigencias de los otros buscando el orden de la paz y la fraternidad. La opción por la promoción de los más vulnerables requiere una opción "revolucionaria" contra estructuras sociales opresivas del hombre, que, sin embargo, busca la paz como impronta de la justicia y hace posible la progresiva realización de un orden auténticamente pacífico. El que es justo no puede proponerse como meta el derrumbamiento y la destrucción; no puede odiar a las personas, sino incesantemente tiende, hasta donde sea posible con medios no violentos, a la liberación del opresor de su injusticia y del oprimido de su esclavitud.
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