Somos para la perfección en el amor
"Nosotros nos amábamos fuertemente. Ella no representaba para mí una manera de pensar, sino una manera de ser, un modo de vivir, un modo de darse en una forma humana y pura. No sabría concebir mi vida sin aquella mujer, porque era verdaderamente más que una mujer, era una flama y una luz, era para mí la prueba más concreta de vivir sobre esta tierra honestamente, limpiamente, desinteresadamente...
...buscando con toda el alma la armonía con los propios semejantes. Me parecía haber comenzado a vivir espiritualmente sólo desde el momento que la conocí". Así describía Luigi Murica su matrimonio con Annina, ambos personajes de la novela Vino y pan de Ignacio Silone (Mondadori, 1955). Las cualidades descritas de este amor, podrían creerse fruto sólo del género novelesco, o incluso de ficción; una desiderátum utópico. Pero no es así. Aún si no es muy común, el hombre sólo puede vivir plenamente su existencia en la realización de este amor auténtico. ¿Qué son pocos los que consiguen este grado de amor y por tanto este grado de humanización? Pues no deberían ser excepción, ya que cada ser humano, por el simple hecho de serlo, debe tender a su perfección, a su desarrollo, a su autoconstrucción. El problema es que muchos han renunciado a este proyecto de sí mismos, y actuando contra su misma naturaleza, dejando de crecer individualmente y deteniendo también el desarrollo de la humanidad.
El verdadero amor, es al mismo tiempo una exigencia y una opción para todos: Exigencia porque sólo así se realiza la persona en interpersonalidad, y opción porque, al ser fruto de una libre voluntad, corre el riesgo de rechazar y frustrar el proyecto de sí mismo. El hecho que pocos encaminen su vida hacia esa plenitud en el amor, y que más bien la mayoría se desvíe hacia otros proyectos deshumanizantes, está llevando a la humanidad a una regresión en su desarrollo. El problema es antropológico: Individualismo, consumismo, liberalismo, hedonismo, etc., traen implícitas erróneas o parciales concepciones de lo que significa ser persona. Para descubrir esos errores hay que remontarse al proyecto original del ser humano para conocerse y realizarse según la verdad interior no sólo de su ser, sino también de su actuación histórica.
Le preguntaban a la Madre Teresa de Calcuta en una entrevista televisiva sobre su opinión respecto a que algunos la consideraban una santa; ella en vez de rechazar humildemente la afirmación contestó: "¿Y que tiene eso de raro? Esa es mi obligación y la de usted; la de todos los que me están viendo. Todos debemos ser santos". Es en la libre entrega de uno al otro, el amor al otro como a uno mismo, el respeto, el cariño. Es el supremo valor. Cuando se renuncia a él está renunciándose a lo único por lo que vale la pena vivir humanamente. Es fallarnos a nosotros mismos, más que a Dios, a su Patria o a sus progenitores.
Descubrir cada quien su camino de realización y decidirse a construirse, es la primera tarea de quien quiere ser persona; ayudar a otros a encontrar y seguir esa opción, es lo mejor que podemos hacer por alguien; desenmascarar falsos proyectos de hombre, es hoy más necesario que nunca, pues son muchos los que engañan u ofrecen falsas propuestas nacidas de la ignorancia, el egoísmo, la explotación o la manipulación; liberar a otros de estas esclavitudes es de las mejores contribuciones que se pueden hacer a la humanidad, pues está desatando las cadenas que le impiden crecer o incluso que lo pueden destruir. Cada persona tiene una profunda dignidad y su corporeidad y sexualidad no son algo accidental, sino el camino para la realización profunda de la persona.
¿En un mundo en donde no se ama de verdad, donde impera la violencia, el egoísmo, el interés personal, la búsqueda del tener sobre el ser, queda alguna esperanza para la humanidad? Para realizarnos y ser felices, los seres humanos necesitamos tener relaciones personales gratificantes y relaciones sociales que nos garanticen satisfacer nuestras necesidades básicas. Hay un espacio donde estas relaciones formadoras de personas se dan en forma natural: La familia. En ella encontramos la relación conyugal que despierta el amor desinteresado que busca el bien del otro saliendo del egoísmo; la relación de paternidad. ¿No celebrábamos apenas hace unos días el amor puro que se encuentra en una madre?; la relación entre hermanos enseña respeto, protección, cuidado del más débil; el amor de los hijos enseña la gratitud, el afecto, la obediencia, la confianza. Mediante estas relaciones, la personas adquieren la capacidad de entrar en comunión de forma sana. Para poder vivir plenamente, todo ser humano necesita las relaciones consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Del desarrollo armónico e integral de estas dimensiones de nuestra existencia depende en gran manera nuestra felicidad. De ahí que la familia sea la cuna y la escuela donde se forja la estructura relacional de cada persona. Cuidando y protegiendo la institución familiar el mundo puede tener una respuesta a sus expectativas de humanización. Aun con los defectos e influencias negativas que han entrado a dañar esta institución básica de la sociedad, no se ha inventado aún nada mejor para formar personas. El amor conyugal y familiar también revela claramente la vocación de la persona de amar de forma única y para siempre y de que las pruebas, los sacrificios y las crisis de la pareja, como de la misma familia, representan oportunidades para crecer en el bien, en la verdad y la belleza. Hay aún muchos esposos que, sin ser ingenuos, pues conocen los problemas y peligros de la vida, sin embargo, no tienen miedo de asumir su responsabilidad. Sin escaparse, sin aislarse, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo a los hijos para hacerlos hombres en plenitud. Dice el Papa Francisco que "la verdadera alegría que se disfruta en familia no es algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias favorables… la verdadera alegría viene de las armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente en el camino de la vida". ¡Viva la familia!