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PIÉNSALE, PIÉNSALE

Un himno a la alegría del Papa

ARTURO MACÍAS PEDROZA

El Papa Francisco con "La alegría del Evangelio" (Evangelii gaudium), nos ofrece otra versión de "El himno a la alegría"; la grandiosa música del último movimiento de la 9ª sinfonía de Beethoven.

Con este documento programático que publicó el 24 de noviembre de 2013, el Obispo de Roma llama a desterrar las zonas grises de la tristeza para vivir en el gozo, un gozo destinado a habitar el corazón de cada uno de los miembros de nuestra "aldea planetaria".

El camino del padre Bergolio se parece al de Abraham, que partió de su tierra natal para ya no regresar. El que ama Buenos Aires se pone también en camino, hacia otro país totalmente desconocido todavía, que Dios le ha designado como el lugar de su misión. Y es en esta obediencia final que el Papa, con su edad avanzada, encuentra su alegría. Con "la alegría del Evangelio", privilegiando siete puntos fundamentales, busca dar a su texto "una significación programática" para la reforma de la Iglesia, la inserción social de los pobres y la búsqueda de la paz, "fruto del desarrollo integral de todos".

Para abrirse un camino en el mundo, la alegría encuentra numerosos obstáculos. "El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo -escribe desde las primeras páginas- es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada". La alegría no se encuentra en el repliegue de sí mismo y la superficialidad de comportamiento. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás… Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Cierto, la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida. Depende de las pruebas que se han pasado, pero queda siempre un rayo de luz que nace de la certeza de ser infinitamente amados, más allá de todo. Los pobres nos lo muestran en todas las latitudes. Se requiere por tanto permitir a la alegría que comience a despertar, como una conciencia secreta, pero firme, incluso en medio de las peores preocupaciones.

Si alguno logra liberarse de una conciencia aislada y demasiado centrada en sí misma, entonces podrá ir más allá de él mismo y llegar a su "ser más verdadero". Es ahí donde se encuentra la verdadera alegría y esta alegría no puede, sino ganar a otros, porque la verdadera alegría es comunicativa "¿si alguno ha aceptado ese amor que le hace encontrar el sentido de la vida como puede reprimir el deseo de comunicarlo a los demás?"

Con el Papa Francisco, un cristiano, aún muy sacrificado, reconoce que no puede convertirse en santo si le falta la alegría. "un santo triste es un triste santo".

El estilo de esta exhortación es directo. Las cuestiones son abordadas sin paráfrasis. Todos pueden comprender que el Papa está en la misma línea que sus predecesores, que él cita claramente. Pero quisiera que, para ser mejor lo que debe ser, y transmitir mejor su mensaje, la Iglesia se enriquezca y se dinamice, gracias a la savia de sus racimos plantados en toda la humanidad y en toda la Tierra, para compartir la alegría del Evangelio. Dos palabras parecen definir este Papa: Fidelidad, audacia. "Debemos decir no a una economía de exclusión y de injusticia social… No es posible que la muerte en la calle de una persona de edad, no sea una noticia, mientras que la baja de dos puntos de la Bolsa de Valores si lo sea… No se puede tolerar que el alimento sea tirado cuando las personas sufren de hambre… Hemos entrado en la cultura del desperdicio… ¡Una economía así mata!". Quien protesta así no es un peligroso extremista. No, el Papa Francisco hace aquí decididamente, aparecer el papado bajo una novedad.

Francisco no se queda ahí. El critica la relación que nuestras sociedades han establecido con el dinero, que nos han sumergido en "una crisis antropológica profunda". Emprende una crítica fundamental de nuestra sociedades de consumo: "La dictadura de la economía sin rostro, reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: El consumo… nosotros no podemos ya tener confianza en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado".

El Papa recurre a la ética que se basa en un Dios que espera una respuesta exigente, que se sitúa fuera de las categorías del mercado. Y Dios no es considerado como peligroso como lo es a los ojos de algunos, porque llama al ser humano a su plena realización y a independizarse de toda clase de esclavitudes.

El Papa Francisco hace un llamado a los expertos financieros, los gobiernos y a todos, a crear un equilibro y un orden social más humano. Tal es la revolución global que este Papa desea. La Iglesia no puede permanecer al margen. "Es necesario afirmar claramente que existe una relación inseparable entre nuestra fe y los pobres". "Cada cristiano, cada comunidad deben por tanto ser instrumentos de Dios para la liberación y la promoción de los pobres para que puedan integrarse plenamente en la sociedad"

Sin límites, sin miedos, el Papa aborda las deficiencias que el constata en la Iglesia. Denuncia el confortable criterio de "siempre lo hemos hecho así". Es necesario evitar que los cristianos se transformen poco a poco, por rutina "en momias de museo". Estima que el aporte de la Iglesia en el mundo actual es inmenso. Rinde homenaje a los fieles que sirven a la Iglesia y dan su vida por amor a los demás en múltiples actividades. Pero hay que ir más lejos y él mismo se pone en causa. "Yo debo también pensar en una conversión del papado" para ser aún más fieles a las necesidades actuales de evangelización.

Evocando el concilio Vaticano II, deplora una excesiva centralidad de funcionamiento de la Iglesia y desea que sea ampliado el poder de las conferencias episcopales (obispos de cada nación). Invita a cada uno a ser "audaces y creativos en este deber de repensar los objetivos, las estructuras, los estilos y los métodos evangelizadores... sin límites ni miedos… con un sabio discernimiento pastoral"

El estilo de una tal exhortación es, para una naciente Iglesia que está definiéndose y planificando, como es la diócesis de Gómez Palacio, todo un reto de renovación que sería de provecho para toda La Laguna. ¿Será posible este cambio? ¿Podrá tomar este reto con todo lo que implica? ¿Logrará influir en las cuestiones sociales y económicas de la región? ¿Logrará renovarse y atraer con esta novedad a los que se habían alejado, para unir fuerzas en esta ardua tarea de cambiar también las perspectivas económicas políticas y sociales? Las respuestas dependen de todos y cada uno de nosotros y el compromiso que se asuma por ese cambio. El mundo, México, La Laguna e incluso los que no profesan la fe del Papa Francisco, necesitan de una Iglesia transformada y transformadora que haga entonar a todos este nuevo "himno a la alegría".

Piensalepiensale@hotmail.com

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