Mayor de Caballería Don Teodoro Montoya Marín, nuestro inolvidable Juglar Lagunero.
Siendo niño conocí a don Teodoro Montoya Marín. Era el abuelo de unos vecinos y amiguitos que vivían frente a nuestro hogar ubicado en calle Constitución número 310 oriente de la ciudad de Gómez Palacio. Don Teodoro a pesar de rebasar los 70 años de edad era un hombre fuerte, de aspecto campesino, amable, generoso, que trabajaba para el gobierno en labores de Inspección Fiscal que le permitían dedicarse a su vocación de hacer versos: era el juglar lagunero que componía, de un día para otro, el corrido sobre el acontecimiento actual y trascendente.
Nuestro juglar había nacido en Tejamen, actualmente perteneciente al municipio de Nuevo Ideal del estado de Durango en el año de 1888, fue hijo del señor Julián Montoya y la señora Praxedis Marín, y como muchos jóvenes de su época se alistó en las filas de la Revolución Mexicana. La Secretaría de la Defensa Nacional le reconoció en 1946 su grado de Mayor de Caballería y calidad de Veterano, concediéndole la condecoración al Merito Revolucionario, por su participación en los hechos de armas contra fuerzas huertistas en los estados de Durango, Coahuila y Zacatecas, durante el año de 1913 y primer semestre de 1914.
Don Teodoro debe haber sido un amante de la lectura, no obstante su escasa instrucción escolar y, por supuesto, se mantenía actualizado de los acontecimientos del día en la región, el país y el mundo. Cuanto suceso de importancia o espectacularidad se presentaba era materia para sus corridos, que impresos en una hojita de papel de china de colores, volaban por toda La Laguna, voceados por niños y adultos que los entregaban a cambio de una moneda de diez centavos.
Aquellas décadas de los cuarentas a los sesentas del siglo pasado, no tenían parentesco con las nuestras. La Laguna era una región entregada al trabajo, una tierra de oportunidades, donde los habitantes de las tres ciudades hermanas se conocían entre vecinos; que si bien, se daban los abusos de autoridades sobre la población desprotegida, las instituciones de gobierno eran una garantía para la tranquilidad y seguridad de la actividad productiva y del disfrute de las horas y los días de descanso. Por ello, era notorio cualquier hecho de sangre, robo, asalto o accidente. Muy de cuando en cuando se alteraba la vida de la comunidad.
Esas escasas alteraciones de la vida social de la región eran el alimento de la inspiración de don Teodoro, que de inmediato encerraba en cuartetas versificadas los detalles de: una tragedia social, el fallecimiento de un personaje importante, una efeméride de la historia nacional o simplemente un hecho de sangre o la captura de un famoso hampón.
En los años cuarentas le dedicó un corrido a Gómez Palacio, al que don Manuel Juárez Rodríguez, director fundador de la Banda de Música número 2 del Estado de Durango, le compuso música:
"Yo soy de Gómez Palacio / soy purito Lagunero, / la tierra del algodón / donde se gana dinero…Por eso yo me entretengo / cultivando mi parcela / y a nadie yo se la vendo, / sólo el fruto de la tierra…" ¡Si resucitara don Teodoro!
En 1953 fue asesinado cobardemente el gran líder campesino Alejandro J. Nápoles, a manos de un sicario pagado por un tal Guadalupe Saucedo, he aquí lo que expresó la voz popular en boca de nuestro trovador:
"…La gente corría azorada / a ver lo que sucedía / Alejandro se quejaba / pues ya estaba en agonía. / Este plan premeditado / que está fuera de las leyes / en Gómez lo ha consumado / el felón Benito Reyes. / Siendo el 26 de junio / cuando este caso pasó / aquel día del infortunio / cuando Nápoles murió. / Alejandro en su aventura / fue un líder muy afamado / esto no cabe ni duda / defendía al campesinado…"
Cinco días después de la tragedia que constituyó la Explosión de Guayuleras de fecha 23 de septiembre de 1955, don Teodoro sacó a la luz su corrido que refleja una completa impresión de tan infernal espectáculo, he aquí unos fragmentos:
"Caminaba el tren pollero / que de Chihuahua venía / al llegar a un crucero / fue una gran carnicería…De Gómez está cerquita / hay que decirlo en razón / dos trokas de dinamita / provocaron la explosión…Las gentes se atormentaban / de verlos hechos pedazos / donde quiera se encontraban / cabezas, piernas y brazos…Eran pasadas las 20 / cuando brillaba la luna / este espantoso accidente / no ha habido otro en la Laguna..."
Al acontecer en 1957, en Mérida, Yucatán el trágico accidente aéreo que causó la muerte del llorado cantante y actor mexicano Pedro Infante, el poeta del pueblo, le dedicó entre otros, estos versos:
"…El día 15 de abril / sucedió por consecuencia / que Infante bueno y viril /
Ahí perdió la existencia…Diremos que fue su raya / y no la pudo brincar / fue
El mejor de la pantalla / que ocupó el primer lugar…"
Con relación al desastroso temblor registrado en la ciudad de México el 28 de julio de 1957, la sensibilidad de nuestro versificador dio forma a un amplio corrido del que escogemos tres cuartetas:
"…Este sismo traicionero / como todos lo sabrán / cruzó el estado de Guerrero / y llegó hasta Michoacán. / Fue por cierto un día domingo / cuando sucedió este mal /también allá en Chilpancingo / se cuartió la Catedral. / Este fue un día tormentoso / antes de romper la diana / aclamaban angustiosos / a la Virgen Soberana…"
En ocasión del asesinato del Presidente John F. Kennedy, en la ciudad de Dallas, Texas, el día 22 de noviembre de 1963, don Teodoro vació todo su sentimiento en un extenso romance:
"Señores tengan presente / que los grandes enemigos / mataron al Presidente / de los Estados Unidos. / Kennedy fue hombre bueno / de muy alta trascendencia / con todo un honor sereno / asumió la Presidencia. / El enemigo enojado / no le tuvo compasión / le cazó como a un venado / esta fue una vil traición…"
La función del corrido en aquellos lejanos días era informar a la gente del pueblo de los acontecimientos sonados. A donde no llegaba el periódico o la radio, el pliego con el corrido impreso era el medio de información; hacía las veces de los periódicos de nota roja de la actualidad.
Nuestro insigne paisano por adopción, es probable haya descubierto sus aptitudes de trovador, compartiendo un trago de aguardiente con sus compañeros de la "bola", alrededor de una fogata, una noche en pleno monte, mientras amanecía para proseguir con su azarosa aventura.
Don Teodoro Montoya Marín y su señora esposa doña María de Jesús Adame Álvarez, constituyeron un sólido tronco familiar a través de sus siete hijos: Rosa, Ramón, Rosario, Consuelo, Nicolasa, Ofelia y Jesús, que formaron honorables y numerosas familias gomezpalatinas que ahora se encuentran diseminadas por todo el país y los Estados Unidos de Norteamérica. Don Teodoro, como fiel revolucionario, rindió cuentas al creador la víspera del 20 de noviembre de 1965.
Ese día 19 de noviembre al estarse celebrando en Gómez Palacio un Concurso Municipal de Oratoria con temas referidos a los personajes revolucionarios locales, el joven Ramón Salas Montoya, nieto de Don Teodoro, pidió se le autorizara abordar la tribuna y con intensa emoción comunicó a la concurrencia del deceso de su abuelo, que a mucha honra había sido protagonista de la Revolución.
Deseando estar a tono con nuestro ilustre vecino del Barrio de las Banquetas Altas, le brindo estos sencillos versos: Ya con esta me despido / otorgando Rosa de Oro / a los versos tan pulidos / del gran vate, Don Teodoro. Agur.
Por motivos de carácter personal vuelvo a diferir mis colaboraciones hasta el próximo domingo 9 de marzo, fecha en que espero, D. M., normalizar mis encuentros con ustedes damas y caballeros, mis queridos lectores.
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