Algunos jefes trabajan incansablemente; se mantienen ocupados todo el tiempo con horarios esclavizantes, aun los fines de semana. Y no obstante que es de admirarse su dedicación, a veces pierden el sentido de perspectiva. Por otra parte, quizá su trabajo sea su línea de vida y les proporcione el estímulo necesario que los mantiene activos y útiles.
¿Cómo puede una asistente seguirle el paso a uno de estos dínamos humanos? ¿Cuál sería tu actuación si te vieras en este caso?
Como asistente ejecutiva altamente calificada, tu deber es aligerarle la carga de trabajo a tu jefe, especialmente cuando se trata de los detalles, y organizarle su tiempo para que trabaje con eficiencia. La mejor solución en estos casos, no está en el hablar, sino en el actuar.
Todos los días prográmale la primera hora de la mañana para que él revise su agenda y se prepare para las exigencias del día. Trata de acomodar los asuntos difíciles en las horas que esté menos presionado y, siempre que sea posible, déjale ratos libres en su horario para un respiro.
Otra opción es que le comentes, con mucho tacto, la necesidad de que contrate un asistente que se haga cargo de algunas de sus obligaciones. Si acepta tu sugerencia, encárgate de orientar con tus conocimientos del negocio, al nuevo miembro del personal. Al hacerlo vas a ampliar tu área de competencia, y al mismo tiempo contribuirás a reducir la presión de tu jefe. Recuerda que es tu deber ayudarlo a conducir sus negocios con éxito.
En el supuesto caso que tu jefe rechace tus ideas, olvídate de tus sugerencias y reflexiona que el quejarte únicamente aumentará la carga de tu jefe y disminuirá tu valor como su asistente.
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