Cuando miramos lo que pasó en 1994, hace ya 20 años, la memoria nos lleva a una etapa de mucha convulsión y de marcados contrastes. Se desmoronaba un tipo de régimen sin que llegara a plantearse una alternativa muy específica.
Muchas piezas formaban aquel rompecabezas: el TLC, el levantamiento zapatista, el asesinato de Colosio, la campaña por la presidencia de Cárdenas, Diego y Zedillo (el primer debate presidencial), la llegada de los consejeros ciudadanos al IFE, la fuga de capitales. Después de un resultado electoral con altísima participación, cercana al 80% (el voto del miedo), llegaron otros ajustes políticos, asesinatos y, para rematar, una crisis económica de inicio de sexenio. Como un hilo negro que juntaba muchas piezas, estaba el sexenio salinista que había cambiado el juego del poder y había generado un reparto distinto de la riqueza, como parte de las recetas de moda: un severo ajuste de privatización, desregulación y apertura comercial.
El presidencialismo que ejerció Salinas llegó al extremo del autoritarismo y el control, en un momento en donde el país reclamaba democracia. Hoy vuelve a los medios Salinas en entrevista a El Universal (10 y 11 de febrero de 2014), en donde de nuevo trata de legitimar su imagen para posicionarse públicamente con el regreso del PRI. Sin embargo, lo importante está en otra parte, no en los detalles y desencuentros de lo que sucedió, sino en las decisiones que marcaron al país y que hoy forman parte de una herencia y de un modelo de monopolios que es necesario modificar. Los dos sexenios panistas no movieron la herencia recibida y se dedicaron a la administración, el foxismo en armonía con los intereses dominantes (esa fue y es su ideología) y el calderonismo en una guerra contra el narco sin inteligencia ni estrategia, con los terribles resultados que ya conocemos y que le costaron la presidencia al PAN en 2012.
El actual gobierno que encabeza Peña Nieto ha sido visto como una suerte de neosalinismo. Salinas navegó desde su campaña con el discurso ideológico vacío, la modernización. Peña Nieto lo hace con el discurso del reformador, quiere "mover a México". Lo que hace el actual gobierno es otro cambio en el juego del poder y trata de modificar los referentes con los poderes fácticos. La reforma en telecomunicaciones, cuyas reglas secundarias no se conocen, sigue generando batallas entre los grandes intereses y las posibilidades de más competencia, pluralismo y regulación. Se cambió uno de los referentes más simbólicos y de mayor importancia pública, el régimen de los energéticos; todavía no se conocen de forma pública las reglas y ya se escucha el eco de los intereses que planean sus inversiones en petróleo, gas y electricidad. Se reacomodaron las relaciones con el magisterio y le llamaron Reforma Educativa, pero en realidad fue un cambio de mecanismos laborales con poco contenido educativo, sin dejar de lado "El Quinazo" a Elba Esther. El gobierno de Peña Nieto modificó también las reglas fiscales, político-electorales y de transparencia, pero los resultados están pendientes. Hoy no se saben con certeza adónde van a llegar las reformas.
Quizá la peor herencia del salinismo fue el cambio del perfil estatal, de propietario a capturado. Quedaron muchos pendientes, desde la base económica frágil que detonó una grave crisis, hasta los ajustes de cuentas en la clase política que quedaron en impunidad. Salinas terminó con la estrategia de control electoral-corporativo y pasó al control territorial. Hay herencias y diferencias entre el salinismo y el actual régimen. El momento actual es diferente, porque mientras Salinas ejerció el poder presidencial a plenitud, Peña está empeñado en una recomposición presidencial que fortalezca al Ejecutivo en un contexto de competencia electoral y alternancia. Hoy como hace 20 años hay una alianza PRI-PAN para hacer las reformas. En ambos gobiernos se promete un paraíso con ellas. Con el TLC Salinas ofrecía más empleos y mejor pagados y después de 20 años no han llegado. Con las reformas, Peña Nieto ofrece crecimiento, pero habrá que sentarse a esperar. Ahora Peña Nieto sale en la portada de Times como salvador de México.
Una diferencia entre 1994 y 2014 es que la paciencia y la credibilidad ciudadanas se han reducido. Las piezas que aún faltan en el rompecabezas (con el regreso del PRI y la presidencia de Peña Nieto), son las que México necesita: igualdad, estado de derecho, bienestar y seguridad, y no salvadores cada sexenio...
Investigador del CIESAS