El inicio del año y la proximidad del Día de Reyes me hicieron releer una de las obras de teatro más exitosas y mejor representadas en Europa y en nuestra América durante la década de los años 60 del siglo XX. Se trata de "Proceso a Jesús". Su autor, Diego Fabbri, es uno de los más importantes dramaturgos italianos contemporáneos.
Nacido católico y educado en el catolicismo durante su infancia y su adolescencia, muy pronto -sin dejar de creer en el dogma esencial-, Fabbri se sitúa, desde los 20 años de edad, y lo será el resto de su vida, como un agudo crítico de las verdades oficiales de la iglesia católica y de no pocas de sus rigideces doctrinarias e intolerancias hacia las otras religiones y hacia las transformaciones sociales aceleradas en el proceso de la secularización universal.
Muy pronto es perseguido y censurado por las hordas musolinianas. El autor del "Manifiesto por un Teatro para el Pueblo", católico progresista como era, no dudó, en su obra teatral, en sus ensayos y en sus artículos periodísticos, en desnudar la falsedad y el despiadado maniqueísmo con el que las altas curias burocráticas ven a los hombres, a las mujeres y al mundo.
Fundador en 1945 de la Unión Nacional de Autores Dramáticos, Fabbri se desempeñó también como guionista de importantes películas. Escribió más de 50 obras teatrales. Entre ellas destacan, con notorias influencias de Fiódor Dostoyesvki, Henryk Ibsen y de Pirandello, Inquisizione y Procceso a Gesù. Ésta última es su obra más famosa y representada en el mundo. Fernando Fernán Gómez la estrenó en España. En Argentina la obra es puesta en escena con frecuencia. En México ha sido representada con éxito y muy leída.
"Proceso a Jesús" es una pieza cuyo dramatismo existencial podría encontrar algunas de sus raíces en las propuestas filosóficas de Soren Kierkeggard y Martin Heidegger, Gabriel Marcel, Jean-Paul Sartre y hasta Albert Camus, si mucho me apuran. Ciertos críticos no han dudado en relacionar al teatro de Fabbri con la por algunos llamada filosofía ética de la responsabilidad individual.
Estrenada en Roma en 1945, "Proceso a Jesús aborda", con cruda y rigurosa meticulosidad, los problemas de la fe y los de la culpa, los de la traición y los del destino. Relata cómo un grupo de judíos de nuestro tiempo, presas de la duda atormentada, tratan de escenificar, como si integraran una compañía de actores trashumantes, el proceso judicial cuyos debates condujeron a la condena a muerte de Jesús de Nazareth. Angustiados, buscan argumentos de toda índole con el temeroso propósito de saber si aquella sentencia fue justa o, por el contrario, se trató de un trágico error cometido por los prebostes judíos y el Imperio Romano al condenar a un inocente. Al final, el veredicto lo declara "inocente y mártir y guía".
Considerada la obra como pieza central del llamado género del "teatro de las hipótesis", "Proceso a Jesús" incomoda a los ortodoxos e irrita a los tradicionalistas. En España fue prohibida su puesta en escena durante la dictadura franquista. Supongo que el arzobispo Bergoglio, tan proclive a mezclarse con la gente de la calle, pudo haber asistido a alguna de sus representaciones en Buenos Aires, en donde la obra tuvo gran éxito en la taquilla y en la crítica.
Fabbri se empeñó en demostrar el carácter cada día más aristocrático de la curia vaticana y examinó su crisis moral, sus hipocresías y su progresivo abandono de las líneas fundamentales del cristianismo de Cristo, el cristianismo original. El papa Francisco, quiero suponer, habrá leído al dramaturgo italiano alguna vez y, por qué no, pudo haber visto representada "Proceso a Jesús". Ojalá no me equivoque.
Consejero Político
Nacional del PRI