Los políticos, para ganar popularidad, prometen un futuro mejor y asignan cualidades milagrosas a sus políticas públicas. Al arrancar su mandato son como caballos andaluces, pero lo terminan como manchegos.
No presentan, además, una evaluación de su gestión porque, a pesar de incumplir la mayoría de sus promesas, a nadie le rinden cuentas. Un repaso de los últimos 40 años confirma esta aseveración.
Luis Echeverría (1970-1976) abandonó la disciplina del desarrollo estabilizador y ofreció un desarrollo compartido donde, en teoría, el crecimiento sería acelerado aunque con algo más de inflación.
El Producto Interno Bruto (PIB) real creció (6 por ciento anual) en su gestión menos que en la década anterior, pero los precios lo hicieron a un ritmo (12.6 por ciento promedio anual) muy superior.
Esto provocó que el 31 de agosto de 1976 se abandonara la paridad de 12.50 pesos por dólar, fija desde el 19 de abril de 1954, estableciéndose una flotación regulada alrededor de un nivel inicial de 20.50 pesos por dólar.
El gobierno de José López Portillo (1976 a 1982) mejoró inicialmente la situación económica, pero no por sus políticas públicas, sino por la ayuda providencial del alza en el precio internacional del petróleo.
Con mayores ingresos petroleros dijo que su gobierno iba a "administrar la abundancia" y publicó en 1979 el Plan Nacional de Desarrollo Industrial 1979-1982 (PNDI), con la meta de crecer al 10 por ciento anual en la década de 1980.
Ese sueño se convirtió muy pronto en pesadilla. La caída en el precio internacional del petróleo en 1981 y el endeudamiento externo desordenado detonaron una nueva crisis en 1982, cuando el PIB real cayó 0.6 por ciento y la inflación fue de 56.1 por ciento. El desorden más espectacular ocurrió en el mercado cambiario, que alimentó presiones inflacionarias persistentes.
La promesa del PNDI acabó en el basurero. El crecimiento del PIB real fue de solo 1.4 por ciento anual entre 1980 y 1989, mientras que la inflación tuvo el incremento estratosférico de casi 11,200 por ciento en todo ese lapso.
El gobierno de Miguel de la Madrid (1982 a 1988) no prometió cifras alegres, limitándose a enumerar objetivos generales (vencer la crisis; recuperar la capacidad de crecimiento; e iniciar los cambios cualitativos que requiere el país) para corregir las distorsiones enormes que heredó de la administración anterior.
Carlos Salinas de Gortari prometió en el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994 modernizar a México y "alcanzar de manera gradual, hacia finales de la vigencia de este Plan, un crecimiento sostenido de la actividad económica cercano al seis por ciento anual".
El crecimiento máximo en el PIB real fue de 4.5 por ciento en 1994 pero, lo que fue más grave, se aplicaron en ese año políticas macroeconómicas que sentaron las bases para que estallara una nueva crisis económica al comienzo de la siguiente administración.
Ernesto Zedillo planteó en su Plan Nacional de Desarrollo 1995-2000 que, una vez superada esa crisis "y habiendo consolidado la recuperación, se alcancen tasas sostenidas de crecimiento económica superiores al cinco por ciento anual".
Esta ha sido la promesa más cercana a la realidad. La economía creció 5.1 por ciento entre 1997 y 2000, pero no se pudo sostener ese ritmo más allá del final de su gestión.
El gobierno de Vicente Fox ofreció un crecimiento con calidad, sin especificar cifras en su Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006, pero el presidente prometió que al final de su sexenio nuestra economía crecería al 7 por ciento anual. La realidad es que el PIB real creció, en promedio, a casi la mitad de esa cifra (3.8 por ciento) en 2005 y 2006.
La administración de Felipe Calderón prometió en su Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012 que "Como resultado de los esfuerzos para fortalecer la economía del país esperamos lograr un crecimiento anual del PIB del 5 por ciento al final del sexenio". En realidad la economía la pasó muy mal en su gobierno, para apenas crecer cerca de 4 por ciento en 2012.
Llegamos así a la administración de Enrique Peña Nieto. Su Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 no ofrece metas cuantitativas para el crecimiento económico, pero promete, como todos sus antecesores, un México próspero.
Luego de crecer apenas 1.1 por ciento el año pasado, el documento de Criterios Generales de Política Económica para 2014 estima que por los efectos de los cambios estructurales aprobados en 2013, nuestra economía crecerá 4.9 por ciento en 2016, llegando hasta 5.4 por ciento en 2019.
El historial de cuatro décadas de promesas políticas incumplidas y sin rendición de cuentas, es un pésimo antecedente para estas previsiones, por lo que me temo que muy probablemente se sumarán a la larga cadena de promesas incumplidas.