La costumbre de hacer propósitos a la llegada de un año nuevo, radica en el deseo de aprovechar el cierre de un ciclo para renovar la voluntad de ser mejores, lo que es una aspiración natural del ser humano.
La actitud positiva que lo anterior implica es indispensable en las actuales circunstancias de nuestro país, que enfrenta problemas ancestrales cuya persistencia nos lleva al lugar común según el cual "los mexicanos no tenemos remedio...".
Es falso que nuestros problemas no tengan solución. Nada es más equivocado que los estereotipos que se postulan con pretensiones irremediables, por lo que es el momento de hacer nuestros propósitos de año nuevo o mejor aún nuestros compromisos, porque el propósito implica la sola planeación y en cambio el compromiso supone además de la determinación de la meta, el acopio de los medios y la fuerza de voluntad que genera la acción para acometer el propósito.
El diagnóstico de la realidad nacional, indica que la fuente de nuestra problemática reside en la debilidad institucional, que a su vez tiene su origen en la falta de participación ciudadana. Como consecuencia de lo anterior, el compromiso con nuestra comunidad nos impulsa a una mayor participación cívica y política, que se traduzca en una exigencia constante a la autoridad, en el sentido de que se conduzca con transparencia, rinda cuentas, respete los derechos fundamentales de los ciudadanos y sea garante de la seguridad y la justicia.
La participación ciudadana debe implicar una reactivación de los organismos intermedios de la sociedad civil, y la generación de organismos no gubernamentales que desde la perspectiva del observatorio ciudadano, sean capaces de analizar y medir los resultados de la gestión de gobierno en sus tres niveles.
En el plano político, el escenario electoral que viviremos el año entrante en que será renovada la Cámara de Diputados al Congreso de la Unión y al menos cinco gubernaturas en igual número de estados de la República, pondrá a prueba al Instituto Nacional Electoral, versión del IFE que pretende fortalecer la autonomía de los órganos electorales a nivel estatal, para arrebatar a los gobernadores el control de las votaciones.
Lo anterior nos impele además de ejercer el derecho de voto, a contribuir en forma activa en la integración de los órganos electorales, vigilando desde adentro del proceso electoral, la limpieza de las elecciones y el desempeño de gobierno y partidos en los comicios.
Otra faceta de nuestro compromiso consiste en exigir el espacio que al interior de los partidos pertenece a los ciudadanos, para hacer del sistema una herramienta de cambio político y social acorde al sentido previsto sobre el tema, en la Constitución de la República.
Después de la pausa navideña seguirán presentes nuestras realidades a saber: El deterioro de nuestra ciudad, la megadeuda de Coahuila y en el plano federal, los escándalos de corrupción al más alto nivel y los amargos frutos del fracaso de la política de seguridad, significados en las tragedias de Atlatlaya y Ayotzinapan.
Ahí permanecen las protestas desesperanzadas que interpelan violentamente, renovando la tentación extrema de tomar las calles y hasta emprender el camino irracional de la lucha armada.
Ante semejantes desafíos, el año que comienza nos ofrece la oportunidad de refrendar la vocación democrática de nuestro país, rechazando la alternativa extremista que sugiere como únicas opciones la inmovilidad o el cambio subversivo.
El camino de la democracia en el corto plazo y por consiguiente nuestro compromiso cívico para el año entrante, es claro y está a nuestro alcance. La elección de una Cámara de Diputados que implique un equilibrio al Poder Ejecutivo, hoy desbordado por el regreso del PRI al Gobierno Federal.