— Pablo Neruda
En todas las familias es la madre quien se encarga de atesorar todo lo que atestigua los eventos que van sucediendo a través de la vida familiar: la propia boda, nacimientos, bautizos (con sus consabidas estampitas), confirmaciones, bodas (con sus invitaciones), historia académica de todos y cada uno de los hijos (calificaciones, premios, trofeos deportivos, trabajos manuales, etc.); así como las fotografías de los hijos durante el transcurso de sus vidas, incluyendo de los nietos y bisnietos, si los hay.
Cuando los hijos se van casando abandonan la casa paterna, pero no se llevan sus archivos; ésos son el patrimonio de la madre, ella se queda con ellos para recordarlos, como si siguieran viviendo en el hogar. Por eso, al morir la madre surge un arduo trabajo para repartir todo lo material entre todos y, naturalmente, también se agregan las memorias atesoradas.
Se revisan clósets, cómodas, cajones, etc., y salen un montón de papeles y recuerdos entrañables: festivos y dolorosos. En uno de esos sucesos familiares, apareció un papel del tamaño de un cuarto de hoja, pero lleno de sabiduría, con consejos para uno de sus nietos, que cursaba entonces su adolescencia y empezaba a buscar un noviazgo serio, sobre el comportamiento que debería seguir; consejos que hablan por sí mismos y aquí transcribo:
"5 reglas para pretender a una muchacha en serio para que sea tu novia:
1. Por primera vez háblale tú; y no que ella te hable.
2. No permitir que ella te hable por teléfono, y menos de noche, y que no pase de un cuarto de hora.
3. Que tú digas dónde van a pasear y que siempre sea de día.
4. Que nunca permitir que ella pague la cuenta, aunque sea más solvente que tú.
5. Que ande siempre bien arreglada, decente en el vestir y anuente a tu modo de ser; que conozcas cómo es su familia, y en especial su madre."
Esos consejos se dieron en 1998. La abuelita, que había nacido en 1912, tenía 86 años, y su nieto alrededor de 20 años. Al enterarme de ese documento, recordé lo siguiente: "Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?, porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas". Prov. 31:10. (La Biblia).