Dicen por ahí, que "a quien Dios no le dio hijos, el diablo le dio sobrinos".
A mí el Señor me dio muchos y maravillosos sobrinos. Por eso me alegré tanto cuando llegó Brenda María, que es casi como mi hija, y sabiendo que está esperando, me dijo: "Es un niño, tío".
"Es un duende"; diría mi amigo Mario. Un duende más que aunado a Santiago, vienen a ser las dos expectativas de vida más pequeñas de mi familia.
Santiago y el que viene en camino habrán de ser amigos, como lo son Bárbara y Sofía, mis adoradas princesas, que se quieren y tratan como primas.
Esta alegre noticia me puso a pensar en qué les vamos a heredar a estos niños.
Tal vez no contemos con el tiempo suficiente como para influir en su educación de manera directa. Tocará a sus padres el enseñarles valores y ética, para que sean personas de bien.
No creo en las herencias materiales, de hecho uno no recibió nada, sólo la educación. Lo poco que tenemos es el resultado de años de esfuerzo y perseverancia.
Pero, entonces, ¿qué les puede dejar uno? Creo que sólo buenos recuerdos. Que recuerden el tiempo que vivimos juntos como un tiempo precioso, divertido, alegre y formativo.
Dios me dio el privilegio de llevar a mis princesas a Disney y lo disfruté mucho. Yo quisiera una oportunidad igual para llevarlos a ellos.
Pero también quisiera llevar a mis princesas, a buena edad, a París. Mostrarles la, para mí, ciudad más bella del mundo. Llevarlas a un tablado en Madrid o al ballet en Leningrado, o al circo ruso de Moscú.
Pasearme con ellas por el mundo, e ir poniendo en su memoria polvo de ilusión, con miles de gratos recuerdos. Que cuando se acuerden de uno, puedan decir: "Era un tipo divertido".
Pero la vida se escapa como arena entre los dedos y lo único cierto es que ya "vamos por la escalera de bajada".
Con el mismo entusiasmo que esperé a Santiago, espero ahora a este nuevo duende que pronto llegará a mi vida.
Qué alegría produce la llegada de una nueva vida. Y qué duro es pensar que la vida se nos va momento a momento.
Por eso hay que vivirla día a día. Por eso me da mucho gusto cuando me habla por teléfono mi amigo Jesús y cuando le pregunto ¿dónde andas?, siempre me da una respuesta diferente: En Madrid, en San Francisco, en Houston, en Los Cabos, en cualquier parte del mundo, disfrutando sin prisas, pero sin pausas.
Así es como se debe vivir la vida, pero sólo unos cuantos privilegiados pueden hacerlo.
Bien por ellos. Y nosotros a seguir remando.
Por lo demás, "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano":