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¿Quién ‘ingaos es Mary?

El Filósofo de Güémez

RAMÓN DURÓN RUIZ

Rabindranath Tagore con la sabiduría de un iluminado afirmó: "Dormía... dormía y soñaba que la vida no era más que alegría. Me desperté y vi que la vida no era más que servir... y el servir era alegría." Es verdad, servir causa una alegría inenarrable, no hay palabras para explicar la satisfacción que se siente servir desinteresadamente, ello lo sabe el prestigiado Dr. Ricardo Varela, quien es un experto en administración de personal, conferencista, maestro universitario en la UNAM, con dos doctorados y desde hace 50 años sirve como voluntario -operador de una ambulancia, los martes- en la Cruz Roja Mexicana en el D.F.

Desde muy tierna edad, Ricardo ha dedicado su vida a una institución a la que se siente orgulloso de pertenecer; nunca le han faltado fuerzas para luchar, ni voluntad para servir y ayudarla a crecer. Servir al prójimo, le viene de los valores infantiles que aprendió en el hogar; aquellos que provienen del corazón de la familia que es, en último término, el corazón de la humanidad.

Hace muchos ayeres inicio recolectando juguetes para los niños del ala de pediatría, inspirado por la señora Martha Moret dama voluntaria de la Cruz Roja, consiguió reunir una cantidad que le pareció respetable, mismos que fueron entregados con amor a los niños hospitalizados. Su corazón encontró en la Cruz Roja su sentido de pertenencia. Hay momentos en la vida de todo ser humano que marcan para siempre la existencia de un hombre; algunos los denominan catarsis; otros, punto de inflexión; los más espirituales, descubrimiento.

Esa tarde, en la sala 10 de Pediatría, Ricardo encontró su sitio. Entendió, en ese momento, como lo entiende hoy, -que es un conferencista internacional y autor de más de 25 libros- que existen razones para justificar la existencia de los hombres y que cuando la vida da mucho, es justo retribuirle un poco de lo que se tiene. En aquel entonces fueron juguetes; más tarde, horas de volante… ¡Siempre servir!

Me siento orgulloso del Dr. Ricardo, que los martes cambia la grandeza que ha construido como académico, para tomar el volante de una ambulancia de la Cruz Roja y salir a la calle a servir con amor incondicional, haciendo suyas las palabras de la madre Teresa de Calcuta: "Quien no vive para servir… no sirve para vivir".

El Dr. Ricardo me contó la siguiente anécdota que circula como parte de la cultura interna. "Por esos días era Jefe de Personal y fui testigo de lo que sucedió en el Hospital Central. Salió una ambulancia a un servicio para recoger a un atropellado al norte de la ciudad; al llegar los paramédicos se bajaron a ayudar y vieron que el paciente tenía heridas graves que ponían su vida en extremo peligro.

Sin perder tiempo lo inmovilizaron, le pusieron una solución para estabilizarlo y lo subieron a la ambulancia indicándole al operador que era un caso muy grave. En el camino, la víctima que era un hombre de unos setenta años, les pidió que le avisaran a su hija Angélica proporcionándoles sus datos: nombre completo, teléfono, domicilio y detalles de la familia.

Al llegar al hospital, bajaron al herido y de inmediato pidieron acceso al cubículo de Choque (lugar donde se atienden a los pacientes que llegan entre la vida y la muerte), los médicos y enfermeras esperaban con los equipos listos, como suele suceder en esos casos, pero al llegar, el jefe de los médicos les dijo:

- Este hombre tiene más de cuatro horas de muerto, ¿no saben que es un delito mover a un cadáver?

Era verdad, en ese momento fue visible que el cuerpo ya tenía varias horas de haber dejado de vivir, esto los asombró a todos, el Jefe de guardia dio aviso al Ministerio Público que está adscrito al nosocomio pues la falta era grave. La tripulación fue a declarar y yo fui para apoyarlos siendo testigo de que no era una broma, una equivocación de diagnóstico, sino una experiencia real vivida por unos paramédicos calificados.

El Ministerio Público les pidió que explicaran los motivos por lo que habían movido el cuerpo y ellos dijeron:

- ¡Estaba vivo!, respiraba y se quejaba, es más nos dio los datos de su hija que en este papel anotamos.

El Licenciado tomó el documento y sin pensar más tomó el teléfono y marcó; pidió hablar con la señora Angélica y en ese momento su cara se puso pálida... era la hija, el anciano no tenía ninguna identificación y el personal no tenía forma alguna de saber tanto sobre la vida del occiso.

El MP decidió no presentar ninguna querella y todos quedamos convencidos de que alguien Superior había permitido que el hombre no quedara en la calle tirado durante horas y su hija se enterara de su destino…"

Para concluir con humor, resulta que un pela'o sufre un accidente y llama del celular a su casa:

- ¡Vieja, me atropellaron!, Mary me trajo al hospital, me hicieron un TAC, el doctor pensaba que traía fractura en la cabeza, pero sólo fue una herida de 25 centímetros, tengo fractura expuesta en la pierna, se me rompieron: la rodilla, cuatro costillas y el brazo…

La señora intempestivamente lo interrumpe: - ¿Quién 'ingaos es Mary?, ¡'abrón!

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