Mediáticamente el Gobierno promueve la reforma energética porque se traducirá en un ahorro para las familias mexicanas, ya que los precios de los energéticos disminuirán una vez que se abra el sector al capital privado (mexicano y extranjero) sin embargo, la ciudadanía no se lo cree y los mismos funcionarios públicos se han visto obligados a reconocer que no habrá dichas disminuciones.
Ayer sábado se concretó el octavo "gasolinazo" del año y el precio de la gasolina Magna (la equivalente a la llamada regular en Estados Unidos) ya está 11% más cara que en el vecino país del Norte. A pesar de ello el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, indicó que todavía faltan 16 "gasolinazos" más, pues hasta diciembre de 2015 continuarán los aumentos mensuales de las gasolinas; justificó dichos aumentos por el "estratosférico" subsidio al precio de las mismas, que en el 2012 fue de 214 mil millones de pesos.
Sin embargo, la explicación carece de toda lógica, ya que del otro lado del Río Bravo las gasolineras seguramente obtienen muy buenas utilidades por ello, pues de otra manera ya habrían cerrado sus negocios. Así únicamente puede haber dos explicaciones: una, en México, Pemex es muy ineficiente para producir, muy torpe para negociar la compra de gasolinas o una combinación de ambas; dos, los impuestos son tan altos que reducen el precio real de la gasolina a un mínimo tal que requiere de un subsidio muy alto, sin embargo, eso sería una aberración pues sería sacar el dinero de una bolsa para meterlo a la otra y más valdría reducir los impuestos especiales y dejar de subsidiar la venta de gasolinas.
Sin embargo, a pesar de la propaganda gubernamental, los funcionarios públicos vinculados directamente con el sector y diversos analistas se han encargado de desmentirla y dejar en claro que no habrá reducción en los precios. En el mejor de los casos, en algunos años -unos señalan el 2018 y otros todavía más allá- podrán disminuir los precios de la electricidad, cuando se permita la comercialización directa de la misma al último consumidor, sin embargo, hasta hoy (en otro lugar que no sea la publicidad oficial) nadie se atreve a afirmarlo con plena certeza.
Pero lo más paradójico del caso es que a pesar de los miles de millones de pesos que han gastado, el gobierno federal y el Congreso de la Unión, en la publicidad oficial tratando de difundir las bondades de la reforma, la mayoría de la población no les cree. El periódico capitalino Reforma difundió, el pasado viernes primero de agosto, los resultados de una encuesta que indican el 61% de la población piensa que los precios de la luz y los combustibles aumentarán con la reforma energética, es decir, prácticamente dos terceras partes de los entrevistados. Y, en consecuencia, el 45% califica la reforma como mala y muy mala, mientras únicamente el 34% la considera buena o muy buena; además el 66% de los encuestados están a favor de que se realice una consulta popular sobre la reforma energética.
El grado de desconfianza de los mexicanos en sus políticos y gobernantes es tal, que ya no importan los miles de millones de pesos que se inviertan en mercadotecnia política, pues los resultados serán nulos. Pareciera que en México ya no funciona el famoso apotegma de Joseph Goebbels: una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Aquí han sido tantas las mentiras repetidas más de mil veces, que la ciudadanía ya aprendió a nunca aceptarlas como verdad.
A pesar de ello los gobiernos y los actores políticos cada día invierten más dinero en la mercadotecnia política. Los medios de comunicación, particularmente los electrónicos -hoy ya incluyendo al Internet y sus redes sociales- están saturados de publicidad pagada con fondos públicos, aunque en muchas de las ocasiones viola, franca y abiertamente, el artículo 134 constitucional y realmente se convierte en promoción personal de los gobernantes. Y lo mismo sucede en los espectaculares y cuanto espacio encuentran para difundir su imagen.
Después del resultado electoral del 2012, todos piensan que, sin importar las cualidades personales ni la actuación pública previa de los personajes políticos, las candidaturas se pueden construir a partir de su presencia en los medios masivos de comunicación. Hay que aceptar que hay varios ejemplos de campañas ganadoras construidas totalmente a partir de la mercadotecnia política y su aparición en las pantallas televisivas, sin embargo, a juzgar por los resultados de todas (al menos casi todas) las encuestas de opinión pública muestran que les permitieron ganar las elecciones, pero no la confianza ciudadana ni el respaldo a su gestión.
El nivel de aprobación de la gestión del presidente Enrique Peña Nieto es el más bajo para un presidente mexicano, desde Ernesto Zedillo después del "error de diciembre" de 1994, cuando la devaluación del peso mexicano hundió al país en la peor crisis económica de los últimos tiempos. La mitad de la población desaprueba su gestión (Reforma: 50% aprueba su gestión y el 46 desaprueba; Consulta Mitofsky: 49 aprueba y 50 desaprueba) y, salvo en los rubros de salud y educación, en todos los rubros su gobierno sale mal evaluado.
Si los gobernantes entendieran que lo que los posiciona para seguir escalando puestos en la vida pública lo que requieren es congruencia entre sus dichos y sus hechos y un buen ejercicio de la función pública, los miles de millones de pesos que gastan en propaganda gubernamental los hubieran destinado a mejorar la calidad de vida de los mexicanos.