La llamada crisis humanitaria ante la llegada de miles de niños centroamericanos a la frontera norteamericana, ha exacerbado una vez más los sentimientos racistas de grupos conservadores de Estados Unidos.
El traslado de 136 niños y mujeres inmigrantes a un centro de detención de la Patrulla Fronteriza en el poblado de Murrieta, cerca de Los Ángeles, California, levantó como en los viejos tiempos una agresiva protesta de habitantes anglosajones.
Lograron impedir que los menores fueran alojados en las instalaciones federales para ser regresados a la ciudad de San Diego a donde horas antes habían arribado procedentes de Texas.
Pero no es la primera reacción xenofóbica en contra de estos niños que masivamente han llegado a suelo norteamericano desde Guatemala, El Salvador y Honduras, en busca de un mejor horizonte de vida.
La semana pasada en Escondido, California, el Comité de Planeación negó autorización para que el gobierno federal construyera un albergue temporal con capacidad para 96 migrantes menores de edad quienes ahí serían atendidos en tanto se define su estatus legal.
Ante la presión de cientos de residentes de Escondido, los miembros del Comité de Planeación de la ciudad dijeron no al albergue con argumentos poco convincentes que alegaban más ruido y tráfico para esta conservadora población de unos 150 mil habitantes.
Una organización local que defiende los derechos civiles en Norteamérica inició una investigación para saber si existieron otros sentimientos al negar el albergue que daría trabajo a enfermeras, psicólogos y guardias, además de una derrama económica importante para la región.
Pero si en Escondido se guardaron hasta cierto punto las formas, los ciudadanos en Murrieta se quitaron la careta y abiertamente se opusieron a la llegada de los menores a través de pancartas con groseras consignas de "Alto a la inmigración ilegal" y "Fuera ilegales", entre otras.
Lo peor del caso fue que los agentes de la Patrulla Fronteriza hicieron caso a los manifestantes y ni tardos ni perezosos regresaron a los pequeños centroamericanos a refugios en San Diego.
La crisis humanitaria se desató semanas atrás cuando el vicepresidente Joe Biden alertó a los gobiernos de Centroamérica y México sobre este intenso flujo de niños y familiares a territorio norteamericano.
No obstante las corrientes migratorias de América Latina han incluido a menores desde siempre, sin embargo en los últimos meses se detectó la nueva modalidad de grupos de niños que cruzan solos desde Centroamérica al estado de Texas, desafiando toda clase de peligros.
En los últimos meses fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza alrededor de 52 mil pequeños, algunos solos y otros acompañados de adultos. Pero es fácil imaginar que otros 10 mil o más niños podrían haber llegado a sus destinos.
El presidente Obama lanzó un urgente llamado a los republicanos para que de una vez por todas aprueben la Reforma Migratoria al tiempo de anticipar la tomará de una serie de acciones ejecutivas para atender esta crisis humanitaria.
Hay temores, sin embargo, de que el gobierno de Barack Obama -como ha sido su tendencia-acelere el proceso para deportar a los niños en lugar de ensanchar las leyes actuales que permiten a los chicos ser acogidos por familiares en tanto se resuelve su juicio migratorio.
En suma, el odio racial reaparece en el vecino país mientras el presidente en funciones y sus congresistas no logran ponerse de acuerdo en este delicado asunto humanitario que amerita acciones generosas y no de índole policiaco.
Por cierto, ¿cuántos anglosajones vivirían hoy en día en América si por razones racistas se hubiera deportado a sus antepasados al viejo continente?
APUNTE FINAL
Podría ser el epílogo de la trayectoria pública del doctor José Manuel Mireles o quizá su detención podría convertirse en el inicio de una carrera política… A toro pasado preguntamos: ¿Por qué al subcomandante Marcos se le concedieron tantas dádivas y no ha ocurrido lo mismo con los líderes de los grupos de autodefensas en Michoacán?
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