ENTRADA.- Estoy cierto que el tema que hoy trataremos no será del agrado de muchos de nuestros lectores y lectoras, muy especialmente cuando hablaremos de la traída y llevada "equidad de género" con relación al desarrollo de la vida política en nuestro país.
De principio el concepto de "igualdad de género" nos parece de inicio discriminatorio por una parte, e injusto por la otra. La búsqueda de equidad de género arranca en nuestro país como una lucha de las mujeres que reclamaban una mayor participación en la vida política de México. Ahora bien, sin pretender hacer aquí una historia del desarrollo de la lucha femenil, en mi opinión sí estimo necesario hacer algunas reflexiones, sobre esto, en razón de que el concepto ha sido llevado hasta el despropósito en aras de una lucha de los sexos para lograr su consolidación institucional.
SOPA.- Nuestras leyes electorales establecen, (desconozco si en otras naciones existen normas similares) que de manera obligatoria los partidos políticos en la postulación de sus candidatos a cargos de elección popular deberá respetarse la "equidad de género", o lo que es lo mismo: se deberá postular el mismo número de mujeres y el mismo número de hombres a los cargos para diputados locales y federales.
Desde este punto de vista parecería que es el sexo y únicamente el sexo, es lo que se deberán tomar en cuenta por los partidos, para la selección de sus candidatos.
Un ilógico criterio nos lleva a desechar, de principio, cualquier otro tipo de consideración o valoración sobre la personalidad, cualidades intelectuales o académicas del candidato o candidata a postular.
Actualmente la ley exige se postulen de manera equitativa mediante el único y exclusivo criterio del sexo. De esta manera queda fuera de contexto cualquier valoración sobre la experiencia, estudios, reconocimientos académicos, el arraigo que se tenga en la comunidad en donde se ha desarrollado, el valor de su currículo personal, sus conocimientos etcéera. Lo único que se necesita en principio para una postulación es el tipo de sexo, todo lo demás tal como cualidades personales o calidad de estudios no se deberá tomar en cuenta o consideración, ya que de no establecerse la equidad de género a rajatabla se estaría violando la ley electoral.
Si reconocemos que en todo cargo (muy especialmente en los públicos) deberían ser ocupados por los más capaces, los más preparados y los más honestos, la lógica y el sentido común nos dice que deberían ser postulados los que reúnan esos mencionados atributos al margen de que fuesen hombre o mujeres, esto es, los que sean mejores sin distinción de sexo.
PLATO FUERTE.- Una igualdad de género que no aspire a considera las cualidades especiales o distintivas de los candidatos sino que únicamente atedie a su sexo, sería igual a que a los administradores de una planta nuclear generadora de energía atómica se le impusiera la obligación, por ley, de contratar a sus ingenieros nucleares atendiendo única y exclusivamente a su sexo y no a sus conocimientos y capacidad en la materia.
Este ejemplo se puede traspolar a cualquier otra actividad humana o empresa económica. Mismo caso sería en la integración de un poder judicial en donde un mayor conocimiento del derecho y calificada honestidad del aspirante(a) no sería tomada en cuenta para su selección. La mitad de jueces hombres y la otra mitad de jueces mujeres y ya.
POSTRE.- Si para integrar un ente político, crear una empresa o fundar un instituto de investigación el sentido común nos dice que deberían ser sus integrantes los mejores, con mayor razón en el caso de postulación a cargos de elección popular y la integración de uno de los tres poderes constitucionales en el país o los legislativos de los estados. Es de sentido común que estos poderes deben ser integrados con los mejores mexicanos al margen del sexo de cada uno de ellos. Si las mejores son mujeres que sean las más, si los hombres son los mejores que sean ellos los más.
Así de fácil.
