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Ríos y ciudades

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En algunas partes del planeta, muchas por cierto, los asentamientos humanos surgieron donde fluían ríos o arroyos. La disponibilidad de agua facilitaba la sedentarización de núcleos poblacionales porque posibilitaba la siembra de cultivos que les proveyeran alimentos y el abasto doméstico, y bajo ese cobijo se construían identidades, valores culturales locales que les destacaban con respecto a otros.

En algunos sitios los ríos desempeñaron un papel clave desde los orígenes de la civilización, como sucedió con el Tigris y Éufrates en la Mesopotamia de oriente medio, papel similar lo tuvo el Nilo en Egipto, el Ganges en la India y el Indo en este país y Pakistán, o fueron un factor clave en el crecimiento económico moderno como sucede en la parte europea irrigada por el Rin, Rhin para los franceses o Rhein para los alemanes, flujo superficial que atraviesa varios países e históricamente ha marcado la frontera entre estos dos pueblos, y desempeñado un papel económico importante porque es la arteria fluvial más importante del mundo por la densidad de su tráfico de navegación, posibilitó, la creación de importantes ciudades. Similar importancia ha tenido para los franceses el Río Sena, que atraviesa París.

Sin ir tan lejos, en el norte de México la relevancia del Río Conchos o el Río Nazas han sido determinantes para el poblamiento y el surgimiento de los valles irrigados más importantes dentro del Desierto Chihuahuense mexicano, entre los siglos XIX y XX, o los ríos menores y no menos destacados como el Topo Chico y Santa Catarina que proveyeron agua a uno de los principales centros industriales del país.

Sin embargo, el crecimiento geométrico de la población ha creado una mayor demanda de agua y, no fueron pocas las ocasiones, en que ante las dificultades de satisfacerla se generó una presión sobre el recurso que abatió los cuerpos de agua dulce que le aseguraban vida y desarrollo, en otros, se contaminó debido a un inadecuado manejo de las aguas residuales que se descargaban sobre los ríos o se les represaron y/o canalizaron para manejarlos conforme a las necesidades humanas, interrumpiendo o modificando los flujos naturales.

En el caso de los ríos europeos como los aquí mencionados, fueron significativos los esfuerzos por continuamente limpiarlos de las descargas urbanas, en tanto que son flujos permanentes por el origen de su formación sujeto a condiciones geográficas y climáticas, no sólo proveyeron agua para la población, agricultura e industria, sino también para la navegación comercial; las densidades poblacionales ejercieron presión y dificultaron mantener una calidad de agua.

Nuestros ríos norteños, que también por las propias condiciones geográficas y climáticas que les determinan al formarse en las elevaciones de la Sierra Madre Occidental, sólo fluyen de manera intermitente y con caudales que arrastran, por la pendiente que tienen y su origen torrencial, que al desembocar en sus deltas formados por grandes planicies arrasaban lo que se atraviesa en su curso y sangrías, razón por la cual fueron represados y con ello poder utilizar el agua de manera controlada para irrigar cultivos.

Esta visión sobre los ríos del desierto, apoyándose en la tecnología hidráulica, condujo a realizar una gestión de ellos que terminó sujetando sus flujos a los ciclos agrícolas de los Distritos de Riego de Delicias y la Comarca Lagunera, donde su represamiento y canalización modificó el movimiento del agua superficial, disminuyó la recarga de los acuíferos, alteró los ecosistemas riparios que se creaban por donde pasaba su caudal y alejó éste de las poblaciones que se habían creado a su lado, transformando los cauces vivos en inertes ríos secos.

Hoy en día este paisaje desolador, donde las generaciones recientes sólo observan en nuestros ríos tiraderos de basura, descargas de aguas residuales o cauces adaptados ante posibles avenidas extraordinarias, quizá se pregunten por qué le llaman río a un cauce en el que sólo fluye agua cuando llueve poco más de los que cada año en promedio se precipita, limitándose a ver imágenes o escuchar relatos de cuando el río estaba vivo, con paisajes más verdes y microclimas que, en definitiva, favorecían el esparcimiento y otras actividades humanas creativas.

Habrá que preguntarse si lo que tenemos enfrente es lo que deseamos, si quienes decidieron estas modificaciones lo hicieron pensando en el futuro, en las siguientes generaciones, si fuese posible manejar el agua de otras maneras que no implicara crear estos escenarios desoladores, si hubiera sido posible practicar una agricultura de riego que también contribuyera en la prosperidad económica que generó en la época del oro blanco, quizá debamos hacer esa reflexión y pensar en remodificar lo modificado, invertir recursos públicos y privados con una visión diferente con la misma determinación que se gasta en construir puentes, algunos de los cuales podría prescindirse o sustituirse por vialidades inteligentes.

Si bien los hubieras son parte del pasado, también es factible cambiar, y para los laguneros que residimos en las ciudades de la llamada zona metropolitana, llena de asfalto y escasa vegetación, sin los suficientes espacios verdes para la recreación humana, con un amenazante cambio climático que nos anticipa altas temperaturas con mayor frecuencia y en contraparte menos disponibilidad de agua, porque al llover menos se reducirán los almacenamientos en las presas y la del subsuelo es extraída irracionalmente en aras de un crecimiento económico que al parecer incrementa las fortunas de unos pocos y mantiene la ocupación de subsistencia en otros muchos.

También podríamos cambiar por la convicción de que es posible hacerlo, aunque para ello tengamos que convencer a nuestros gobernantes de que lo hagan usando los recursos públicos mejor direccionados, o si es que no lo hacen, negarles el acceso a los cargos públicos hasta que cambien su visión de la región que queremos, de las ciudades que deseamos, las cuales, por naturaleza e historia, están asociadas nuestros ríos y, por ello, debemos pensar en recuperarlos para recuperar la identidad que nos dieron.

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