Salario mínimo o la nostalgia del placer honesto
El debate iniciado por el jefe de gobierno del Distrito Federal, Alejandro Mancera, dirigido a incrementar el salario mínimo es como una alarma silenciosa opacada por otras sirenas más urgentes. Así es México, un país donde la confusión entre lo necesario y política deriva en invaluables vaciladas.
“Ha llegado el momento de entender que hay límites a la esquizofrenia con la que un país puede operar”, la frase del periodista y escritor mexicano Jorge Zepeda Patterson, ganador del Premio Planeta 2014, resulta muy afortunada, aplica para casi cualquier aspecto de la vida en México: su política, a la que es más sencillo y socrático describir por lo que no es, su pobreza sarracena a prueba de cruzadas, su justicia ciega, sorda, muda, de espada chata y balanza mal calibrada, sus personajes de pública santidad y licenciosa vida privada, sus leyes locales respetuosas del individuo aunque con tendencia a criminalizar a los grupos, su salario mínimo.
Un chiste bastante difundido convierte a México en el país de las oportunidades, un lugar donde todo es posible, salvo que el cliente no tenga el suficiente dinero para costear el servicio, el bien o el proyecto de impacto ambiental solicitado, un destino utópico, pero en sentido limitado, subterráneo, negativo, dirigido hacia el menos, hacia la resta o el retroceso; un país que apunta hacia el más sólo cuando se trata de acumular impunidad, descrédito, indignación, paranoia, injusticia, corrupción…
En septiembre pasado, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinoza, entregó al Congreso de la Unión una propuesta denominada: Política de Recuperación del Salario Mínimo, luego hizo lo mismo ante la Conferencia Nacional de Gobernadores. Antes de avanzar en esa dirección, sin embargo, hay que viajar en el sentido mexicano de las oportunidades, es decir, hacia atrás.
El salario mínimo nació con la Constitución Mexicana, el 5 de febrero de 1917. En el artículo 123, fracción VI, se le dotó de una característica de fácil comprensión: deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de la vida del obrero, su educación y sus placeres honestos. El paso del tiempo, sin embargo, deterioró la calidad del enunciado, tanto como la del minisalario, y ahora dicho artículo dice que deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia.
La cuota base pues, tiene su historia, una casi centenaria para quienes gustan de echar las campanas al vuelo por ese tipo de aniversarios. En diciembre de 2016, sin embargo, habrá otro festejo imposible de ignorar tratándose de remuneraciones, la Comisión Nacional de Salarios Mínimos cumplirá treinta años de vida. La buena noticia es que, de seguir las cosas en su sitio, la llamada Conasami, instancia responsable de fijar el minisalario, llegará a la interesante edad con buena salud presupuestal y una vigorosa, envidiable, cartera de prestaciones.
Había una vez
Érase un día de enero de un año complicado y poco apto para los sentimentales, en una sala convenientemente refrigerada los personajes parecían trabajar, discutir, hacer su chamba. Luego, se hizo el anuncio, los consejeros representantes de la Conasami acordaron otorgar un aumento general a los salarios mínimos del 3.9 por ciento. Así la cuota diaria para el área geográfica 'A' quedó en 67.29 pesos diarios, mientras que en el área geográfica 'B' fue fijada en 63.77 pesos diarios (el primer anexo explica la peculiar división existente en el país).
Además, los consejeros actualizaron la Lista de Profesiones, Oficios y Trabajos Especiales con un salario mínimo profesional: en ella aparecieron 59 ocupaciones, se habían eliminado nueve y se había incorporado una en comparación con 2013. Los operadores de bulldozer y traxcavo, los operadores de draga, los choferes de carga en general, los mecánicos en reparación de automóviles y camiones, los técnicos en trabajo social y los secretarios auxiliares podían estar contentos, su remuneración básica diaria se situó por encima de los cien pesos diarios, pero, nada más en el área geográfica 'A'. En la zona 'B' solamente los técnicos en trabajo social pudieron compartir tamaña dicha.
Sobre todos ellos se alzaron, inefables y etéreos, los reporteros y reporteros gráficos (como se ha dado en llamar a los fotógrafos) en prensa diaria impresa, con un salario base al día de 201.58 pesos en la zona 'A' y de 190.77 pesos en la zona 'B'.
Lo que los consejeros no informaron, y nunca hicieron, y no se supo hasta que uno de estos profesionales inefables hurgó en el analítico de plazas y remuneraciones del Presupuesto de Egresos de la Federación 2014, es el abismo existente entre el salario mínimo vigente en México y el sueldo del presidente de la comisión encargada de garantizar que el minisalario cumpla su parte dentro del pacto social.
Basilio y la vacilada
En abril de este año, La Jornada (nota de Patricia Muñoz Ríos) dio a conocer que la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) destina más de 28 millones de pesos de su presupuesto federal anual a pagar la “elaboración de estudios económicos para determinar el incremento en el salario mínimo”.
Nada más para dar un poco de color al texto, en esos 28 millones caben 416 mil 109 cuotas de la remuneración básica, o el equivalente a cubrir la paga mínima de una persona por mil 140 años.
La comisión tiene un presupuesto anual superior a los 41 millones de pesos y once de esos millones se destinan a servicios de apoyo administrativo.
A Basilio González, el presidente de la Conasami, se le autorizó un sueldo anual de dos millones 81 mil 600 pesos, más 39 mil 600 pesos de un bono de protección al salario, 75 mil 800 pesos de pago de seguros, 275 mil 211 pesos por concepto de fondos y seguros de ahorro para el retiro y 270 mil pesos por condiciones de trabajo, contratos colectivos y otras remuneraciones.
Con esas prestaciones el total anual asciende a dos millones 798 mil 600 pesos. La división de su sueldo en cuotas de trabajador con ingreso base arroja que anualmente percibe 30 mil 929 minisalarios, 85.9 raciones de la paga mínima al día. Si incluimos las percepciones ordinarias brutas, su total equivale al pago de 115.5 trabajadores con la remuneración básica autorizada.
Transparencia ahonda la brecha
En el portal de transparencia del gobierno federal vienen otros detalles que dan lustre a la posición de Basilio González, tan alejada de los reflectores, da nota en enero y poco más, que hasta parece humilde. Un sueldo base/salario ordinario de 17 mil 409 pesos y una compensación garantizada de 156 mil 027 pesos al mes. El monto total de percepciones brutas mensuales es de 173 mil 436 pesos, y el neto es de 119 mil 579.53 pesos.
Además, tiene tantos seguros como reyes hay en una baraja: el seguro institucional le otorga 40 meses de percepciones ordinarias, otro beneficio es un colectivo de retiro en el rango de los 12 mil y hasta los 25 mil pesos; también recibe un seguro de gastos médicos por 259 salarios mínimos generales mensuales vigentes en el Distrito Federal y un seguro de separación individualizado que puede ir del dos y hasta el diez por ciento de la percepción ordinaria.
En las prestaciones se incluyen 50 por ciento de diez días de sueldo base por dos periodos vacacionales, una gratificación de fin de año equivalente a 40 días de sueldo base, pagas de defunción de hasta cuatro meses de la percepción ordinaria mensual, ayuda para despensa de 365 mil pesos mensuales, un bono de quinquenio que va desde cien hasta 225 pesos mensuales, en prestaciones inherentes al puesto aparece con hasta mil 385 pesos mensuales.
A simple vista, parece que un sueldo y prestaciones así, alcanzan para satisfacer las necesidades normales de la vida de un funcionario y sus placeres honestos.
La PRSM
Los argumentos de la propuesta de Mancera incluyen que, de 1987 a 2014, el precio de la canasta básica registró incrementos que en el acumulado representan una distancia del cuatro mil 773 por ciento entre el punto de partida y el de llegada. Varios diputados, prestos a la declaración políticamente correcta, interpretan este dato como una evidencia inapelable de que el salario mínimo se ha quedado muy rezagado. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) dice esto 'mismito' aunque con más y mejores palabras, sobre ello iremos más adelante.
El plan del jefe defeño plantea fijar el monto de la remuneración base en 82 pesos con 86 centavos diarios, un aumento de 15 pesos con 57 centavos, efectivo a partir de 2015. El objetivo final sería llegar a los 171 pesos al final del sexenio de Enrique Peña Nieto.
Los 15 pesos con 57 centavos representan, en estos tiempos, la posibilidad de adquirir un litro de leche de una marca lagunera por excelencia cogido de los estantes de una cadena comercial representativa de la comarca y todavía nos quedan 77 centavos para invertir en algún otro producto normal para la vida de un consumidor.
El sentido social de la PRSM es bastante simple: con el salario base un trabajador no puede comprar ni la canasta básica de calorías que requiere para sobrevivir y eso está mal porque los ingresos mínimos de un asalariado deben ser suficientes para que él y una familia tengan acceso a los alimentos incluidos en la dieta elemental del mexicano.
Según las cuentas del jefe de Gobierno del DF, siete millones de personas en México reciben el salario mínimo como pago por su trabajo. Su calculo es que desde 1976, la remuneración base ha perdido más del 75 por ciento de su poder adquisitivo.
Incrementar los montos salariales de forma moderada, prudente y siempre con el ojo puesto en las variables de la economía del país -para no provocar inflación o desempleo, ni convertir a la remuneración elemental de los empleados en un factor de baja producción-, es el objetivo de la cruzada emprendida por Mancera.
Una postura curiosa
La iniciativa del perredista se sostiene sobre pilares de cifras, conceptos y críticas, como que el salario mínimo mexicano es comparable al de países como Bolivia, Nicaragua o Haití.
Una cosa curiosa es la postura del Partido Acción Nacional. En este instituto político impulsan una consulta popular sobre el minisalario. En el blanquiazul, que gobernó de 2000 a 2012 el timón de la nación, aún no tienen claro qué tan arriba del salario base está la línea de bienestar, especialmente si se consideran otros elementos de la vida cotidiana como el vestido, el calzado, la educación y el transporte.
Muy curioso porque en febrero de 2011 el entonces secretario de Hacienda, Ernesto Cordero Arroyo (hoy senador de Acción Nacional) declaró que, con seis mil pesos y algunos esfuerzos, las familias mexicanas pueden pagar casa, auto y escuelas particulares para sus hijos.
Esa línea de bienestar fijada por el político panista, representa casi el triple del ingreso mensual mínimo de un trabajador si nos ponemos a multiplicar el actual salario base de la zona A por 30 días (dos mil 018 pesos).
No está de más recordar que la declaración del excoordinador de los senadores blanquiazules regaló titulares como “Seis mil pesotes que alcanzan para todo”, o “Ecuación de Cordero no cuadra”.
La Cepal y la grosera realidad
La realidad del salario mínimo en México que percibe la Cepal es grosera por descortés y gruesa. En un informe de la comisión internacional (Metodología para la construcción de la canasta alimentaria desde la perspectiva del derecho humano a la alimentación: Los casos de México y El Salvador, publicado en febrero de este año) se destaca que, en octubre de 2011, se adicionó a la Constitución Mexicana, en el artículo 4, el derecho humano a la alimentación.
La reforma establece que toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad y que el Estado será garante de la buena nutrición del pueblo.
El concepto de sana alimentación presentado por la Cepal incluye panes y cereales, verduras y frutas, así como productos de origen animal además de leguminosas, todo en equilibrio para no producir desnutrición, malnutrición u obesidad, entre otros resultados no deseables.
En el plano de lo ideal, la canasta urbana diseñada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) mexicano, más conocido por sus evaluaciones bianuales sobre la pobreza en el país, integra 35 alimentos: maíz (tortilla), trigo (pasta para sopa, pan), arroz, cereales, carne de res y ternera, carne de cerdo y carnes procesadas, carne de pollo, pescado, leche, queso, otros derivados de la leche, huevo, aceite, tubérculos crudos o frescos, verduras y legumbres, leguminosas, fruta, azúcar y mieles, alimentos preparados para consumir en casa (pollo rostizado), bebidas no alcohólicas.
Si existe una canasta urbana es porque también hay una rural, en esta última en lugar de 35 alimentos aparecen 31, se eliminó el pan de caja, el cereal, la costilla y la chuleta de cerdo, el chorizo y la longaniza, el jamón, la pierna, el muslo y la pechuga sin hueso, los jugos y néctares envasados. Se agregaron, a cambio, las galletas dulces, el cocido o retazo con hueso de res y la leche bronca.
Para determinar el costo de los alimentos de la canasta, la Cepal recomienda recopilar los precios de presentaciones que efectivamente consume la población y no tomar en cuenta los precios de la tonelada de frijol o de los centros de distribución al mayoreo.
Además, y con total falta de cortesía hacia las autoridades mexicanas, dice que deben integrarse otros costos que acompañan a la sana alimentación, como los condimentos, el agua, el costo alimentario del embarazo, el costo de preparación, consumo y conservación de los manjares y el costo de comer fuera del hogar.
Sería harto largo hacer el desglose de lo que una familia promedio gasta en una tarde de mercado y de lo que paga de forma mensual por servicios como agua potable, gas, electricidad, o de los precios contenidos en el menú de los restaurantes o fonditas, o de los gastos que implica, en términos de alimentación exclusivamente, un embarazo. Cualquier jefe o jefa de familia trabajador reducido al mero papel de intermediario entre su dinero y las cuentas por pagar y los gastos por hacer debe tener una opinión válida al respecto, aunque es probable que su opinión esté salpicada de comprensibles, en tanto que compartidos, improperios.
La mejor defensa
Se trata de un debate político, jurídico y social, pero también de un debate ético, dicen los promotores de aumentar la remuneración básica. Sin embargo, la mejor defensa de la necesidad de mejorar el ingreso mínimo de los trabajadores mexicanos, como suele suceder, no es la que hacen las huestes de Mancera, la opinión de la ya mencionada Comisión Económica para América Latina y del Caribe es un buen ejemplo.
En su documento Reforma laboral, desarrollo incluyente e igualdad en México, presentado en abril de 2013, la Cepal afirma que, en México, la voz de los trabajadores tiene escasas oportunidades e instrumentos para expresarse a la hora de seleccionar las mejores opciones para acceder al bienestar, una muestra de esta voz perdida en el desierto es que los asalariados no participan en el proceso de fijar las remuneraciones básicas.
Dos de las grandes fallas del sistema laboral mexicano, según la comisión, son la falta de una justicia laboral independiente, además de oportuna, y la posibilidad de percibir un salario digno de apellidarse suficiente, como lo exige el artículo 123 constitucional.
Ser un trabajador en México es formar parte de la masa laboral en uno de los países medidos por la Cepal con jornadas más largas para el asalariado (48 horas semanales). Datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo reflejan que cerca del 50 por ciento de los empleados en territorio nacional han mantenido, en los últimos siete años, una jornada laboral de entre 35 y 48 horas a la semana. Cerca de uno de cada cuatro excede la jornada de 48 horas. Los bajos salarios son la causa de esta forzada adicción al puesto de trabajo.
Remuneración fantasma
Diversos estudiosos, nacionales y extranjeros, coinciden con la Cepal en que el tema de las remuneraciones fue uno de los aspectos más descuidados dentro de la reforma laboral promovida por el presidente de la república, Enrique Peña Nieto.
Los puntos en común incluyen la crítica a la Conasami, una instancia que, con sus procedimientos actuales, cierra la puerta a la opción de recuperar el papel de los salarios mínimos como instrumento de batalla en el combate a la pobreza y la desigualdad. La reforma respetó las reglas que favorecen mantener a raya los salarios dentro de una estrategia exportadora basada en mano de obra barata y valor agregado.
Un estudio de José Gabriel Palma, doctor en Economía de la Universidad de Oxford, publicado en 2011, dice que la integración de México en la economía mundial llevó a un incremento de la desigualdad sin que el incremento de las exportaciones tuviera un efecto importante en el crecimiento ni en la mejora del nivel de vida en el país. Indica, además, que a partir de los años ochenta los salarios se desvincularon de la productividad.
Graciela Bensusán, doctora en Ciencia Política de la UNAM y colaboradora de la Cepal, hace varias aportaciones sensibles al debate. Afirma que “lo que ha ocurrido con la fijación de los salarios mínimos en México y su efecto sobre la pobreza sería imposible de lograr si los sindicatos no hubieran dejado de representar a los sectores de bajos salarios”. Esto, explicado de forma sucinta, significa que los sindicatos dejaron a su suerte a la inmensa masa de asalariados y se concentraron en conservar los privilegios de sus agremiados.
El cáncer también progresa
El vocablo “progreso” tiene una connotación positiva que lo convierte en uno de los favoritos de la clase política. Progreso por aquí, progreso por allá, en educación, en salud, en combate a la inseguridad. Sin embargo, como señala Álex Grijelmo, un cáncer también progresa, una epidemia progresa, al igual que los diversos males sociales señalados desde las trincheras de la academia.
Desde 2008, en México ha progresado de forma consistente el número de trabajadores que reciben hasta un salario mínimo por su trabajo, al igual que el sector de quienes perciben más de uno y hasta dos minisalarios. Para 2012, uno de cada tres empleados en el país recibía hasta dos cuotas de la remuneración básica al día. La traducción de este fenómeno a un lenguaje técnico nos regalaría una frase como “en México hay una creciente precarización de las condiciones laborales”.
Y es que mientras la zona de empleados que reciben hasta dos salarios mínimos al día se ensancha, las de aquellos que ingresan más de tres salarios se van achicando.
La doctora de la UNAM percibe que, en el periodo 1994-2014, el minisalario mexicano registró una pérdida de más del 25 por ciento de su valor; para dar una idea de lo perdido que anda el salario mínimo, Bensusán calcula que el salario base actual equivale a la cuarta parte del salario mínimo de 1982. Traducir este párrafo a términos llanos nos llevaría a concebir una frase como: “cada vez son más las personas que no pueden adquirir la canasta básica con el ingreso de su trabajo”, esa opinión es, incluso, avalada por el Coneval.
El estudio de la Cepal llega a tal grado que le da por señalar la ausencia en México de una política salarial dirigida a reducir la pobreza alimentaria y a proteger a los grupos más vulnerables en el mercado de trabajo (los que perciben menores ingresos). No sólo eso, la comisión advierte que ante la falta de una política salarial activa, la política social tiene que entrar al quite. Así, entre otros factores, por ejemplo los de índole electoral, es como surgen programas como la Cruzada Nacional contra el Hambre, un “Naproxen que alivia los síntomas, pero no cura el mal”, símil con saludos a los profesores de economía política, o, como dicen en la comisión, “un sustituto de una política salarial activa”, o, en lenguaje coloquial, “un remedo de remedio” que deja de lado las consecuencias de mantener el salario en caída libre o estancado.
Y no sólo eso, mientras los salarios se difuminan, siguen sin aparecer en territorio nacional incentivos para alentar a los empleadores a gastar parte de sus ganancias en innovación, en actualización de tecnologías y sistemas enfocadas a aumentar la productividad, elementos necesarios para compensar el alza de las remuneraciones.
Respuestas poco frecuentes
Si algún día el lector de este artículo se ve enzarzado en una discusión sobre mínimos salarios, es posible que después de señalar la injusticia de trabajar una jornada entera y recibir a cambio un pago de 8.41 pesos por hora (67.29 pesos entre ocho horas), su interlocutor le diga algo como “nadie en México gana el mínimo”. Para situaciones como esa, aquí va una respuesta válida, por su carácter de información oficial:
En total, seis millones 567 mil 928 mexicanos ganan hasta un salario mínimo por su trabajo según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, realizada por el INEGI, con resultados al segundo trimestre de 2014. Además, hay tres millones 806 mil 498 personas que no reciben paga por su labor o bien reciben un ingreso no monetario, por ejemplo, cuando se trata de actividades enfocadas al autoconsumo.
Si en un ejercicio de consideración hacia nuestro interlocutor decidimos omitir la existencia de 6.5 millones de personas que ganan hasta un salario mínimo (y eso que el “hasta” da muchísima cancha para la especulación), el lector puede mencionar a los 12 millones 054 mil 956 asalariados que perciben entre uno y dos salarios mínimos, dando prueba de su natural generosidad, puede conceder que todos esos 12 millones de personas reciben 134.58 pesos (dos cuotas de minisalario) al día por su trabajo. Lo siguiente no será tan grato, porque implica retratar una realidad donde el transporte público (el viaje redondo casa-trabajo de una sola persona) se lleva más del diez por ciento del ingreso, donde un litro de leche cuesta más del diez por ciento de la paga, donde una cajetilla de cigarros de marca económica y una recarga telefónica de las 'baratitas' se llevan en conjunto casi el 30 por ciento del fruto de nuestro esfuerzo, donde una promoción de dos latas de cerveza por 25 pesos equivale al 18.5 por ciento de los 134 'pesotes' con 58 centavos, el restante 31.5 por ciento puede rellenarlo a su gusto, algunas sugerencias: tortillas, sopa, pan, arroz, cereales, carne, pescado, leche, queso, huevo, aceite, verduras y legumbres, leguminosas. También puede ponerse creativo y traducir los dos salarios a otros placeres, o calcular cuántos minisalarios caben en un par de zapatos.
No olvide aderezar sus respuestas apelando a la primera redacción del 123 constitucional e invite a su interlocutor a confeccionar una lista con al menos cinco placeres honestos que puedan costearse con menos de 140 devaluados (los resultados, por impredecibles, llegan a causar asombro).
El faro y el infortunio
Agregarle lustre el salario mínimo, dicen analistas, políticos, empresarios, funcionarios del gobierno federal y demás, puede generar impactos negativos como la disminución de la productividad, el aumento de precios, el crecimiento del desempleo, la informalidad y la delincuencia. Sin embargo, la mayoría de sus comentarios tienen un pequeño sesgo. Una construcción más acorde con las cifras, y la realidad, diría algo como “disminuir aún más la productividad, un aumento de precios todavía mayor al visto en las últimos décadas” y así por el estilo.
La propuesta de Mancera incluye algunos de los elementos que alientan, por un lado, y ralentizan, por el otro, el debate sobre un incremento sustancial al salario mínimo. Concibe a la remuneración base como un faro, pero uno alicaído cuya función ha pasado de alumbrar la suficiencia alimentaria a reflejar el deterioro de la convivencia, la inclusión y la cohesión social en México.
Si la luz de dicho faro se acercara, siquiera un poco, al ideal contenido en el párrafo VI del artículo 123, las cosas no irían tan mal, habría mar suficiente para maniobrar y percibir, a distancia segura, el rumor de las olas al impactarse contra las rocas; pero, cuando un simple pasaje del transporte colectivo se lleva más del 10 por ciento del salario mínimo, cuando la idea de alcanzar la canasta básica se parece al final feliz de un cuento de hadas, es que la mar está brava y la luz del faro no llegó a más de dos o tres pasos de separación de la bombilla y sálvese quien pueda que el despertar es atroz, la nave hace agua y el capitán Basilio se llevó los salvavidas.
Tampoco se trata de que todos ganen como el presidente de la Conasami. El mundo necesita, además de coherencia, decencia y buena parte de la que existe en este país se encuentra en esos millones de personas que salen a trabajar todos los días dispuestos a cumplir con su parte del trato a cambio de una remuneración que no le hace justicia al sudor o al seso invertido en una tarea, y especialmente al tiempo, ese tremendo invento sabandija dotado con la capacidad de hacerse tan largo como la quincena o tan corto como un minisalario.
Correo-e: bernantez@hotmail.com