Hace dos años hice el ejercicio de volver con mis recuerdos a la Morelos de los años sesenta y principios de los setenta. Dicen que recordar es volver a vivir, aunque ahora, inevitablemente, pasas las imágenes a través de otro contexto y de un cúmulo de experiencias que actúan como un filtro que sólo permiten que algunas de ellas lleguen más o menos con la información original. Es como cuando te comunicas con un auditorio en el que existe mucho ruido ambiental, del mensaje que envías sólo llegan pequeñas muestras del mismo, con las cuales, quienes escuchan, elaboran una idea casi siempre sesgada de lo que se quería decir en el mensaje original. Agréguenle ahora el tiempo, que sólo parece ir en una dirección en forma de ciclos sin fin o de maneras más complejas, pero siempre engulléndonos como en la metáfora del cocodrilo y su reloj que espera pacientemente comerse al capitán Garfio.
Eso hace el tiempo con nuestra memoria, entre muchas otras cosas, nos aleja y nos esconde los recuerdos.
Pero la reversa temporal sí es posible en nuestra mente, y aunque sean retazos de tiempo que quedaron atrapados, en ellos se escribieron muchos momentos de felicidad, de alegría, de tristeza, muchas historias cruzadas que ahora regresan ante los nuevos estímulos que nos llegan.
Durante estos dos años de Moreleando de Vuelta al Centro, he asistido en mi bici la mayor parte de las veces, desde luego, he disfrutado los paseos como siempre que salimos a pedalear con el colectivo Ruedas del desierto, pero también lo he hecho a pie y me he podido detener en algunos de los espacios que se abren para el desarrollo de alguna expresión cultural. Así, he escuchado música, pasajes de la lectura de algún libro, he visto dibujos, pinturas, artesanías, obras de teatro y muchas cosas más.
En una de estas caminatas, estimulado ya por la diversidad de expresiones culturales visitadas, pasé por una casa abandonada frente a lo que antes era una importante farmacia, se trataba de aquella casa vieja que durante la década de los setenta, albergó a muchos artistas que se desempeñaban como profesores de música, de pintura, de alfarería, de teatro, talleres de lectura, entre muchas otras actividades, era la Casa de la Cultura de Torreón.
Recuerdo una escena, cuando salía de mis primeras y casi únicas clases de guitarra clásica, en la que dos jóvenes, una chica y un muchacho, parecían estar ensayando alguna obra de teatro, bajo la fuerte y crítica mirada de la Maestra Magda Briones Navarro, que entonces fungía como directora de la casa de la cultura, el joven era Humberto Zurita.
Además de la cultura, existe otro común denominador entre los dos movimientos, el de los setenta y el de Moreleando, se trata de dos proyectos elaborados y gestionados por ciudadanos que escogieron a la Morelos como el sitio para desarrollar su proyecto, uno la casa vieja y austera, ahora en ruinas, y el otro la calle, toda la Morelos.
El próximo sábado Moreleando de Vuelta al Centro, cumplirá dos años, un proyecto que ha logrado pasar las etapas más duras de la incertidumbre y que se perfila como una actividad sustentable, no sólo por el significado de sus acciones, sino por su permanencia y su impacto en la conciencia y responsabilidad en la ciudadanía.
Debemos aceptar que la actividad de quienes han mantenido y fomentado el interés por estos eventos, se circunscribe ya en los terrenos de la transformación de la realidad social y del fortalecimiento comunitario. De hecho sabemos que ya se han realizado intercambio de eperiencias relacionadas con la participación ciudadana en foros nacionales, esto es, la originalidad del enfoque moreleando y sus experiencias, pueden enriquecer otros enfoques menos desarrollados.
Seguramente, pronto se cosecharán otros productos como la atracción de negocios e inversiones en el centro de la ciudad, aspecto fundamental aunque de mayor plazo, en el esperado regreso al centro.
Hace unos años, en algún lado leí lo siguiente: "Hasta hace no mucho, la manera de hacer ciudad estaba exclusivamente reservada para quienes tenían poder real en la toma de decisiones, o sea los que manejan los recursos y quienes otorgan los permisos. Hoy, si bien como país somos novatos en el tema, la fuerza de quienes habitamos las ciudades se está dejando sentir, convirtiéndonos finalmente en ciudadanos".
Felicidades Moreleando, que sigan cumpliendo más años y logren concretar sus objetivos y metas planteadas, nos vemos el sábado 8 de noviembre en la Morelos.