Leí por ahí, esta frase: "Si pudiese borrar todos los errores de mi pasado, estaría borrando toda la sabiduría de mí presente".
Somos seres que aprenden de sus fracasos. Quien no comete errores no es humano.
Es frecuente escuchar que alguien diga: "Si volviera a vivir, cometería menos errores", y en cierta forma resulta lógico.
Pero uno se pregunta: "Entonces ¿cómo aprendería?". El conocimiento de un hombre se compone de la suma de sus fracasos y sus aciertos.
Yo creo que en mi caso, no sólo repetiría los errores, sino que cometería más, intentando hacer cosas distintas y repitiendo otras deliciosas.
Pero a condición de que los efectos de mis fracasos, sólo me afectarán a mí.
En una vieja canción cantada por Marco Antonio Muñiz, se afirma que: "Quien no ha pecado, no ha sido humano".
Y tiene toda la razón del mundo. Aún hombres que fueron santos, antes de serlo. Fueron grandes pecadores, como San Ignacio y San Agustín. Ellos sabían lo que son las debilidades del ser humano.
Porque ser santo en un convento, es fácil. Pero no lo es cuando te enfrentas al mundo y sus placeres. Cuando la comida te pasa por enfrente te ataca la gula; cuando te enfrentas a la lujuria o a la ira.
Dominar las pasiones es lo más difícil de este mundo y por tanto cometer errores es la más común.
Porque además, Dios no busca a los seres perfectos, ésos no requieren de ÉL. En cambio los que están perdidos para su reino, son los que hay que tratar de rescatar.
Pero además, como dice la frase que abre estas líneas: Si borramos los errores borramos también la experiencia y entonces andaríamos por la vida a ciegas.
Edith Piaf, cantaba una canción titulada: "Non, je ne regrette rien", compuesta en 1961 y que significa: "No me arrepiento de nada"; que por cierto, en la interpretación que encontré, Edith la canta apretando sus pequeñas manos, ya crispadas por la artritis, pero con una voz aún portentosa que jamás se venció.
No puedo cerrar estas líneas, sin dedicar unas palabras de despedida a una gran mujer:
La tía Josefina, murió esta semana después de haber vivido una vida plena, murió a sus 97 años.
No podría decir si son muchos o pocos, lo que sé es que la mayoría de ellos los vivió bien y simplemente se fue en un suspiro.
La tía era, como todos la llamábamos, Fina, una mujer fina, educada, prudente y refinada. La última de una noble dinastía saltillense: Los Sánchez de la Fuente, familia muy querida y siempre recordada, por los saltillenses de toda la vida, como dirían ellos.
Siempre era muy grato encontrarse con la tía Fina, quien por cierto, siempre me ponderaba estas líneas. Vaya para ella nuestros mejores recuerdos y para sus hijas Griselda y Norma y demás familia, nuestro más sentido pésame.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".